Brasil, Turquí­a, Irán...

A Obama le crecen los enanos

El adelgazamiento del poder mundial de Estados Unidos, y la consiguiente e inevitable entrada en escena de nuevos actores internacionales, ha dado pie en las últimas semanas a una serie de «episodios» y de «iniciativas», impensables hace solo una década.

El adelgazamiento del oder mundial de Estados Unidos, y la consiguiente e inevitable entrada en escena de nuevos actores internacionales, ha dado pie en las últimas semanas a una serie de "episodios" y de "iniciativas", impensables hace solo una década. Que Irán logre una y otra vez burlar el cerco que trata de imponerle EEUU -con la colaboración activa de Europa-, y que logre hacerlo incluso "ganándose" aliados de renombrado prestigio internacional; que Brasil y Turquía, dos países, dos potencias emergentes, protagonicen unas negociaciones con Irán de alcance y significado global, logrando un acuerdo que el resto de grandes potencias (no sólo Estados Unidos, tampoco Rusia o Alemania) lograban imponer, pese a las continuas presiones, amenazas y sanciones; que Turquía logre, encabezando la flotilla humanitaria a Gaza, una victoria política y diplomática completa sobre Israel, poniendo en un brete todos los esfuerzos de la Administración Obama por "zurcir" un nuevo acuerdo entre judíos y palestinos…, son acontecimientos que evidencian la decisión de las nuevas potencias emergentes de actuar con criterio propio en los grandes conflictos mundiales, algo que hasta ahora se tenía como un "coto cerrado" de la diplomacia de Estados Unidos. De hecho, estos tres sucesos mencionados han supuesto el mayor "aviso" que ha recibido hasta hoy la política exterior norteamericana desde la llegada de Obama al poder. La agria respuesta de la diplomacia americana y sus intentos abiertos de torpedear todo lo alcanzado, demuestra que Washington comienza a tomarse en serio estas "iniciativas paralelas" y que ve en ellas un creciente peligro para su hegemonía exclusiva y su liderazgo indiscutido. El caso más sintomático es el del acuerdo de Brasil y Turquía con Ahmadineyad para poner fin al contencioso nuclear iraní, uno de los temas más cruciales y espinosos de la actual agenda internacional, y seguramente el que mayor potencial desestabilizador encierra en estos momentos. El insólito acuerdo entre el presidente Lula, el primer ministro turco, Tayyid Erdogan, y las autoridades iraníes establecía lo que el grupo de "grandes potencias" (EEUU, Rusia, China, Francia y Gran Bretaña, más Alemania) fijó en octubre pasado como "núcleo" esencial para lograr un acuerdo con Irán, y evitar así las sanciones internacionales: que los iraníes aceptasen enriquecer su uranio -sólo para fines civiles- fuera de su país. El G-5+1 propuso entonces que fuera en Rusia, pero Irán no aceptó. Ahora, con la mediación de Brasil y Turquía, Irán -que afronta la amenaza de muy duras sanciones por parte de la ONU, incluido el bloqueo marítimo- ha firmado su compromiso de aceptar que el enriquecimiento se haga bajo control internacional, en Turquía. Estados Unidos, que inicialmente contempló sin hostilidad la iniciativa de Lula, como un "gesto" sin mayores consecuencias, convencidos de que acabaría en otro fracaso, cambió radicalmente su discurso en apenas 24 horas, nada más conocerse el acuerdo. Ya el mismo día, un portavoz del Departamento de Estado afirmó que era "un acuerdo vago y poco convincente", probablemente una añagaza más de los iraníes para ganar tiempo y evitar la aprobación de las sanciones. Con una celeridad inusitada, al día siguiente, EEUU ponía en marcha toda su inmensa maquinaria diplomática para acelerar la aprobación de las nuevas sanciones contra Irán, en el marco de la ONU, que ya había pactado con Rusia y China (quienes, por otra parte, sólo manifestaron una tibia simpatía por la iniciativa de Lula y Erdogan). Y pocos días después, la propia Secretaria de Estado norteamericana, Hillary Clinton, llevaba esta escalada a su cénit, acusando públicamente a Brasil de "hacer más peligroso el mundo", al permitir que Irán gane tiempo y continúe con su programa nuclear. La invectiva de Clinton -la más dura lanzada hasta ahora por la administración de Obama contra Lula- destapaba, por otra parte, la creciente actitud de desconfianza, recelo e inquina que se está desarrollando en EEUU contra Brasil y la voluntad del gigante sudamericano de dotarse de una política exterior propia, no vicaria, y que responda a sus intereses globales. De hecho, la intervención de Lula en la resolución de la cuestión iraní no es ni casual ni meramente "altruista". Brasil desea allanar el camino de Irán a la libre posesión de la energía nuclear para usos civiles, como un precedente para el desarrollo de sus propios planes atómicos con fines civiles, que entiende como un derecho para su propio desarrollo. Lo mismo ocurre con Turquía, sólo que por su posición geoestratégica, en el corazón de Oriente Próximo, y por sus vínculos con la comunidad musulmana, a la que aspira a liderar, la "cuestión turca" es enormemente peligrosa para Estados Unidos, no ya estratégicamente, sino hoy día. Y lo ha demostrado, con creces, en la crisis provocada con la flotilla humanitaria a Gaza, que Israel paró "a cañonazos". Erdogan, que en los últimos meses ha destapado y aplastado las viejas redes de intervención golpistas de EEUU en las Fuerzas Armadas y el Estado turcos, se muestra cada día más activo en la conversión de Turquía en una de las nuevas "potencias emergentes" y en un agente activo en la región, abandonando definitivamente el papel de mero subordinado de EEUU y de avanzadilla de la OTAN en Oriente Próximo. Y, por tanto, amenaza con transformarse en otro "quebradero de cabeza" para Washington, que no sólo tiene que afrontar el titánico desafío que representa la irrupción global de un coloso como China, sino que ve cómo cada día le crecen "enanos" por todas partes, "enanos" hasta ahora insignificantes pero cada vez más indóciles, más autónomos y con mayor peso y talla, dispuestos a "hacer su juego" en el cada vez más agitado tablero internacional. Es posible que finalmente Obama sofoque el incendio creado por la iniciativa turco-brasileña e imponga su solución de fuerza y de sanciones, llevando el conflicto iraní a una nueva fase de "calentamiento". Aún tiene el poder suficiente para hacerlo. Pero, en todo caso, su "monólogo" se ha terminado. Como diría Truman Capote, ya hay "otras voces y otros ámbitos" que, tarde o temprano, acabarán por transformar la estructura del tablero mundial.

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