Francia se jacta de poseer, gracias a la expansión y el desarrollo de su tecnología nuclear, el mercado energético europeo menos dependiente de combustibles fósiles como el petróleo, el gas o el carbón. Pero calla y oculta que esta condición es posible gracias a la explotación y el saqueo a sangre y fuego de sus antiguas posesiones coloniales en África. El golpe de Estado de Níger la semana pasada es la última prueba que lo confirma.
Tal vez sea desconocido or la opinión pública, pero sin embargo los propietarios del gigante nuclear francés Areva –de mayoría de capital estatal, pero con significativas participaciones del banco francés BNP-Paribas y de la alemana Siemens– conocen muy bien que un 80% de la electricidad que consume Francia es de origen nuclear, y más de un tercio de ella depende de las minas de uranio de Níger. Y así, aunque a ojos de la mayoría Níger sea un remoto, desconocido, mísero e irrelevante país africano, resulta que juega un papel de primer orden, no sólo en costear la prosperidad material de Francia, sino en el mantenimiento de su posición político-militar en el mundo. No en vano París posee el tercer arsenal militar nuclear del mundo, incomparable desde luego con EEUU y Rusia (apenas un 10%), pero muy superior, más del doble de cabezas nucleares estratégicas y tácticas, al que tienen Reino Unido y China. Y en el abastecimiento del mineral de uranio necesario para mantener su estatus nuclear, Níger, antigua colonia francesa, representa desde los años 70 un dominio estratégico para París. Se repite la historia Formalmente independiente de Francia desde 1960, su primer presidente, Hamani Diori, pudo cohabitar tranquilamente con la antigua metrópoli hasta que a finales de la década se puso en marcha la explotación de las primeras minas de uranio en el norte de país, cerca de la frontera con Argelia. Diori tuvo la osadía entonces, en 1974, de pedir una mayor, aunque modesta, participación de su país en los beneficios del uranio, ganándose el golpe de Estado orquestado por Francia y dado por el coronel Seyni Kountché –educado militarmente en la escuela de formación de oficiales de París– , cuyo régimen se mantendría durante los siguientes 16 años. Cuando la presión popular desarboló al régimen dictatorial en 1990, una turbulenta sucesión de conflictos desembocaron en otro golpe de Estado en 1996, nuevamente tutelado por Francia. Su autor, Ibrahim Maïnassara, venía de efectuar el año anterior un cursillo especial de formación en el Colegio Interejércitos de Defensa en París. Nuevamente el control del uranio –que constituye el 80% del valor de las exportaciones totales de Níger– estuvo en el centro del golpe. Sin embargo, Maïnassara inició en 1999 un proceso de democratización y devolución del gobierno al poder civil –por lo que fue asesinado en extrañas circunstancias por sus propios compañeros golpistas–, gracias al cual pudo ser elegido el ahora presidente depuesto Mamadou Tandja. Demasiada insolencia En julio de 2007, el gobierno de Tandja expulsó del país al director local de Areva en Níger, Dominique Pin, a quien las autoridades y la opinión popular acusaban de haber financiado el nuevo rebrote de la rebelión tuareg en el norte del país, justo en la región donde están enclavados los dos yacimientos mineros que proporcionan a Areva el 50% del mineral de uranio que procesa anualmente. El telón de fondo de este inesperado apoyo francés a la rebelión tuareg lo constituyeron los movimientos del gobierno nigerino buscando romper el monopolio francés sobre los nuevos yacimientos. En un intento por aflojar el yugo neocolonial de París, Mamadou Tandja exploró las posibilidades de abrir la explotación del mercado minero de Níger a otros países, jugando la carta de conceder permisos de explotación de uranio a firmas chinas e iraníes. Con este movimiento, además, el gobierno nigerino buscaba renegociar las leoninas condiciones en las que Areva se apropia del uranio, en el que apenas un 20% de los beneficios se quedan en el país, mientras que el 80% restante va a engrosar la cuenta de resultados del monopolio estatal francés. Pero en uno de esos giros sorprendentes de la historia, el mismo movimiento que Francia impulsó para desestabilizar al gobierno de Níger, se le volvió en su contra. Alarmados por la feroz degradación ambiental de su territorio, el movimiento tuareg buscó el año pasado llegar a un acuerdo de paz con el presidente depuesto. De acuerdo con él, debía limitarse la actividad de las multinacionales mineras y dirigir el 50% de los beneficios del uranio hacia el desarrollo de la zona de producción. Demasiado insolencia para la grandeur de Francia, atreverse en un mismo movimiento a alterar el sojuzgado alineamiento de Níger a París y querer reducir los beneficios de sus monopolios. Su sentencia había sido dictada y sólo han esperado la ocasión propicia para ejecutarla mediante el golpe de Estado. Las nuevas autoridades golpistas de Níger ya han anunciado que esperan con impaciencia en las próximas semanas la visita de la presidenta de Areva, acompañada del ministro de Industria francés como enviado especial de Sarkozy. Areva: el gran patrón de Níger Con 2.500 empleados, Areva es el primer empleador privado de Níger. Explota dos yacimientos, situados a 1.200 kilómetros al norte de la capital, Niamey. La primera de ellas, en Arlit, a cielo abierto y la segunda, en Akokan subterránea. Ambos yacimientos produjeron más de 3.000 toneladas de uranio en 2008, lo que supone cerca de la mitad de la producción de Areva, el tercer productor mundial de este mineral radioactivo. Areva es la mayor compañía del mundo en el uso civil de la energía atómica, Níger ocupa uno de los últimos lugares en la clasificación de la ONU sobre desarrollo humano. El volumen de negocios de Areva en 2008 fue de más de 18.000 millones de dólares, el PIB de Níger en ese mismo año apenas superó los 11.000 millones. Los beneficios de Areva en el año 2008 fueron de 1.166 millones de euros. El PIB per cápita de Níger en ese mismo año era de 642 euros, menos de dos euros por día como media. Apenas nueve meses después de proclamada su independencia, en agosto de 1960, Níger, junto a un grupo de países de África Occidental como Costa de Marfil y Benín se veían obligados a firmar un “Acuerdo de Defensa” con la antigua metrópoli. Los anexos a este tratado establecieron que Francia tendría prioridad sobre las materias primas de carácter estratégico (petróleo, oro, diamantes, uranio, litio, cobalto…) que se hallasen en su subsuelo. Tanto los aprovisionamientos de los medios necesarios para explotarlos como las exportaciones de estas materias debían ser, obligatoriamente, consultados para la aprobación de París. Todavía hoy, 50 años después, Areva posee las únicas cartas geológicas del país, que se niega a darlas al Estado africano con el fin de sabotear la presencia de compañías rivales de otros países o, al menos, retrasar y limitar sus capacidades de explotación. Las condiciones ambientales, ecológicas y sanitarias del saqueo y la explotación salvaje del uranio provocaron que distintas ONG francesas solicitaran a París el permiso para medir los índices reales de radioactividad presentes en los territorios adyacentes a las explotaciones de Areva. La multinacional vetó tajantemente su presencia. Los hospitales de esas zonas pertenecen a la misma empresa francesa y están equipados de forma mínima. Los residuos y desechos radiactivos se amontonan a cielo abierto. Las ONG locales (agrupadas en el Movimiento Nigerino por la Justicia) han constatado un aumento de enfermedades hasta ahora desconocidas en el país en los alrededores de las zonas mineras: distintos tipos de cáncer, hipertensión, abortos y otras enfermedades, sin contar la contaminación de la capa freática. Denuncias que fueron confirmadas por Greenpeace en 2008, al alertar sobre los extremadamente altos niveles de radioactividad en las calles de Akokan. Niveles de radiación que eran casi 500 veces superiores a los normales, según la organización ecologista. Y mientras Areva envenena el territorio y a sus habitantes, los mandos militares –formados por París– practican ejecuciones selectivas sumarias, detenciones arbitrarias, destruyen los medios de subsistencia de los pobladores, desplazan a poblaciones, prohíben el acceso de las ONG y amordazan a la radio y la prensa. El mismo ejército encargado de proteger los intereses de Areva en Níger, es el que ahora perpetra un golpe de Estado y toma el poder en nombre de “restaurar la democracia”. ‘Democracia’ a mayor gloria de la grandeur de Francia.