Gran Bretaña, los Laboristas contra las cuerdas

A Gordon Brown le crecen los enanos

A un año de las elecciones generales a Gordon Brown le han crecido todos los enanos del circo. El Ejecutivo de Gordon Brown ha entrado en una espiral de escándalos, dimisiones y disculpas, que han hundido al partido Laborista. . El pasado nueve abril, Bob Quick, el entonces jefe de las operaciones antiterroristas de Scotland Yard, presentó su dimisión tras ser fotografiado a su llegada a Downing Street con unos papeles en la mano que detallaban la redada que la Policí­a y el MI5 iban a llevar a cabo en Manchester y Liverpool unas horas más tarde.

Los efectos de la crisis económica en los británicos, los fracasos del gobierno laborista en el arlamento y la cercaní­a de elecciones municipales, al parecer, le jugaron una mala pasada al primer ministro Gordon Brown. La indignación de los contribuyentes del Reino Unido, muchos de ellos con sus viviendas embargadas tras el desplome de las llamadas hipotecas basuras y los intentos de funcionarios de reducir gastos a costa del estado, arreciaron el efecto de un nuevo escándalo polí­tico.Sin tiempo para asimilar el golpe, los laboristas se vieron salpicados por otra historia que apuntaba directamente al gabinete de Brown. Un periódico filtró una cadena de e-mails del asesor de imagen del primer ministro en los que se preparaba una campaña sucia contra los ‘tories’ a base de publicar en un blog los supuestos escarceos del diputado George Osborne con una prostituta o la supuesta enfermedad de transmisión sexual del lí­der de los conservadores británicos, David Cameron. El asesor de Brown fue cesado y el lí­der laborista fue forzado a pedir perdón a la oposición.Pero sin duda lo que más ha tocado la imagen del Gobierno laborista en las últimas fechas es la filtración a la prensa de las cuentas de gastos de los diputados. El escándalo sobre el gastos de funcionarios que salpica al conjunto de la clase polí­tica británica comenzó dí­as atrás, cuando The Daily Telegrap h publicó los abusos de numerosos diputados, algunos de los cuales son también ministros, que han aprovechado un laxo sistema legal de reembolso de gastos para costearse extravagancias, como la limpieza de una piscina privada y la remodelación de una cancha de tenis.El propio Brown, incluso, fue alcanzado por las acusaciones del diario, que reveló que el premier pagó 10.000 dólares a su hermano Andrew por los servicios de limpieza de una vivienda en Londres.Ayer, por otro lado, una encuesta publicada por el diario The Sun mostró que, debido al escándalo de los diputados que han abusado de las arcas públicas para sus gastos personales, el gobernante Partido Laborista volvió a perder apoyo de forma masiva y alcanzarí­a ahora sólo el 22% de los votos. El Partido Conservador, que lidera el opositor David Cameron, en tanto, recibirí­a actualmente el 41% de los apoyos en unas elecciones parlamentarias, pese a que también varios de sus miembros están bajo la mira.Los conservadores, que lideran todas las encuestas, quieren evitar que este escándalo ponga en peligro un retorno al Gobierno que empiezan a dar por seguro. Pero mientras que los laboristas parecen pobres diablos que aprovechan los gastos para redondear su sueldo, los conservadores dan la impresión de aprovecharse haciendo pagar a los contribuyentes una parte de sus lujos cotidianos: desde limpiar la piscina a reparar la pista de tenis casera, pagar el sueldo del mayordomo, comprar muebles de diseño, incrementar su imperio inmobiliario o limpiar el foso de su mansión campestre.Gordon Brown parece completamente desbordado por Cameron en un asunto en el que las apariencias cuentan casi más que la realidad. Sus apelaciones a buscar una solución de consenso entre los partidos apenas convencen a sus propios seguidores y ya nadie recuerda sus intentos de dí­as atrás por acelerar las reformas.Los tories han abierto la carrera por devolver dinero a los contribuyentes, pero los laboristas se han puesto enseguida en cabeza: ayer se habí­an comprometido a devolver 98.000 euros, frente a 19.900 los conservadores y 3.000 euros los liberales demócratas, según las estimaciones de The Guardian.La exposición de todos estos gastos a puesto contra las cuerdas a la clase polí­tica a un mes de las elecciones locales y europeas del 4 de junio. Ya antes de que estallara este escándalo se daba por seguro que esos comicios iban a ser un desastre para Gordon Brown y el Partido Laborista. Ahora, el voto de protesta podrí­a dirigirse no ya contra el Gobierno, sino quizás también contra la oposición. Al menos en lo que respecta a las europeas, unas elecciones que los británicos nunca se han tomado muy en serio y que aprovechan para mostrar su frustración.El problema de fondo está en que esta práctica era aceptada sin discusión por los partidos como un sucedáneo de un aumento de sueldo, algo que siempre es muy impopular cuando son los mismos diputados los que deben aprobar la subida de su propio salario.Ahora, en los pasillos de Westminster parece haber una gran competición para ver quien es más honrado, quien devuelve antes lo que se habí­a llevado. The Guardian señalaba en un editorial, sus señorí­as «deben entender que devolviendo los fondos cuyo reembolso nunca deberí­an haber reclamado no repararán la deteriorada confianza pública».Horas después de que el «Daily Mail» anunciara una campaña para presentar denuncias contra los diputados que más se han aprovechado.Miembros de Scotland Yard y de la Fiscalí­a propusienron una mesa que investigará las quejas presentadas contra ciertos parlamentarios por si hubiera delito en la manera en la que han realizado los abusos. La primera reunión tendrá lugar la próxima semana, y uno de los primeros casos que se estudiará será el del ex ministro laborista Elliot Morley, suspendido de su cargo de diputado por el partido durante seis meses.El ultimo acto de toda esta trama, es demostrar indignación, ambos partidos han prometido mano dura y están obligando a sus parlamentarios a devolver el dinero, eso si, tras amenaza de expulsión del partido. Gordon Brown acumula todas las portadas de los periódicos con su foto en primera plana pidiendo perdón y haciendo acto de contrición. Una de las primeras cabezas en rodar ha sido El secretario de Estado de Justicia, Shahid Malik, arrastrado por la tormenta polí­tica, se esperaba, y era recibida con satisfacción entre los británicos. Furiosos y conmocionados, de la desvergüenza que han mostrado sus polí­ticos durante años, usando su dinero para pagar sus gastos privados. Es posible que no sea la última, con las ministras del Interior y de Comunidades también en el disparadero.Los laboristas acusan al Telegraph de pagar una fuerte suma a algún funcionario del Parlamento que estaba llevando a cabo la investigación. Al parecer, según los Laboristas la información confidencial sobre los gastos de los diputados fue obtenida por alguien que la ha estado intentando vender a la prensa, por un supuesto precio de 300.000 libras. El periódico se defiende con el argumento de que sus informaciones son de interés público y apegándose al secreto de sus fuentes, pero como en muchos otros casos siempre, es el periodismo de investigación o algunos corruptos que venden la información, pero hay que creer muy poco en las casualidades y este es un echo en le que da que pesar pues puede acabar con el gobierno de Brown. Lo que se mueve en las alcantarillas del estado no son corruptos, sino intereses. Toda esta concatenación de sucesos escándalos y extraví­os de documentos difí­cilmente pueden se hechos aislados. Hay muy pocos que tengan acceso a esa cantidad de informes y los filtren con tal tino cronológico. Solo los aparatos de estado y los servicios de información e inteligencia tienen capacidad operativa para lograr algo así­.No seria la primera ni ultima vez que las contradicciones entre los grupos oligárquicos y más en épocas de crisis, en las que se plantean polí­ticas que pueden provocar una drástico empeoramiento en las condiciones de vida del pueblo, que amenaza un estallido social requieren de un cambio de rumbo y de color en el gobierno de turno. El echo es que el escándalo está poniendo contra las cuerdas al gobierno de Gordon Brown.

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