Crisis de gobierno entre ERC y Junts

A cinco años del 1-O: otro mundo, otra Cataluña

A cinco años del 1-O y la DUI, especialmente sus sectores más agresivos, han fracasado. Han sido derrotados por una mayoría social progresista que -en Cataluña como en el resto de España- está por la unidad. Junts se debate entre si quedarse en el Govern o en si consumar la ruptura con ERC y salir de la Generalitat. Pero están en juego decenas de miles de millones de euros, de cuya gestión y apropiación depende la existencia de la misma burguesía burocrática procesista.

No son 23 millones, son 38.139 millones. Estas son las cifras que explican el cisma de un govern catalán al borde la ruptura.

23 millones son los sueldos de altos cargos que dependen de la continuidad de Junts per Cataluña en el gobierno autonómico.

Pero lo que de verdad está en juego es el control sobre los casi 40.000 millones de presupuesto de la Generalitat. Este “tsunami burocrático” es la auténtica razón del poder acumulado por las élites del procés, una autentica burguesía burocrática, que vive de parasitar el dinero público.

Históricamente ha estado comandada durante décadas por los mismos, antes bajo el nombre de CiU y ahora conocidos por Junts. Esto es lo que ahora se pone en cuestión. Y estas son las prosaicas razones que explican el enfrentamiento entre ERC y Junts en el seno del gobierno o las disputas cada vez más agrias entre las élites independentistas.

Cuestiones ajenas a la épica de la independencia y de un “retorno al 1-O” que cinco años después todos saben imposible.

“¿Puede Junts sobrevivir sin el ejército del Govern? (…) Las proclamas tuiteras no se traducen en cuotas de poder, ni pagan facturas”. Con estas muy directas palabras se resumía en uno de los principales periódicos catalanes la situación del partido de Puigdemont.

Sin el control del enorme presupuesto de la Generalitat y del gigantesco entramado burocrático autonómico no son nada.

Las élites del procés, especialmente sus sectores más agresivos, han fracasado. Y están hoy mucho más débiles que hace cinco años. A pesar de algunas proclamas, Puigdemont ha quedado reducido a la insignificancia.

Quien impulsó el procés no fue una “ciudadanía cabreada”, sino unas élites que han configurado una clase, que no es la tradicional burguesía catalana, anclada en la industria, cuyas capas más altas, nucleadas en torno a La Caixa y el Banco Sabadell, han conseguido entrar en la oligarquía española.

Son una burguesía burocrática que vampiriza la riqueza de Cataluña a través del enorme poder que les otorga su control sobre la Generalitat.

El PIB de Cataluña asciende a 221.931 millones de euros. Por encima del de países de la UE como Grecia, Hungría, Luxemburgo o Lituania. Y gracias a la descentralización autonómica, su gobierno controla un presupuesto de casi 40.000 millones. Con un gigantesco entramado.

De él forman parte 362 entes públicos -empresas públicas, consorcios, fundaciones, entidades autónomas…- que dependen directamente de la Generalitat. Es de largo la comunidad con un número mayor.

Encabezado por 530 altos cargos y directivos de entes públicos. Tres veces más que la comunidad de Madrid.

Si ERC ha alcanzado la presidencia de la Generalitat es porque, aunque no han dejado de ser independentistas, asumen que ya no es posible volver al 1-O.

Estos entes públicos “mueven el dinero”, tienen toda la potestad para adjudicar contratos sin apenas control.

A esto se unen los 5.185 millones de euros que la Generalitat otorga anualmente en subvenciones. Cuya distribución es, además de un lucrativo negocio, un formidable instrumento de control político.

El corazón de esta burguesía catalana ha estado en la ex Convergencia, sea bajo la forma de CiU, luego del PDeCAT y ahora de Junts per Catalunya.

Pero las elecciones del 14-F supusieron un vuelco histórico. Junts pasó a ser la tercera fuerza, por detrás del PSC pero también de ERC. Y la ex convergencia perdió el control de la presidencia de la Generalitat.

Este golpe explica muchas de las cosas que hoy están pasando.

Sin el control del enorme presupuesto de la Generalitat y del gigantesco entramado burocrático autonómico las élites del procés no son nada

Rechazo en Cataluña

La Cataluña actual no es la misma que la de 2017.

Hoy todos admiten el fracaso de los intentos de ruptura. Aunque algunos esgriman la retórica de “cumplir el mandato del 1-O” son plenamente conscientes de que la vía unilateral no tiene ya recorrido.

Hoy todos admiten el fracaso de los intentos de ruptura. Aunque algunos esgriman la retórica de “cumplir el mandato del 1-O” son plenamente conscientes de que la vía unilateral no tiene ya recorrido.

Y Puigdemont ha quedado reducido a un elemento subalterno, cuyas proclamas ya no causan conmoción ni en Barcelona ni en Madrid.

¿Qué ha pasado para que todo cambie en cinco años?

Primero, el rechazo social a la fragmentación en Cataluña se ha expresado de forma más contundente. Es el pueblo catalán quien ha hecho retroceder al procés.

En las pasadas elecciones del 14-F, los partidos independentistas perdieron más de 600.000 votos, y quedaron reducidos al 27,1% del censo. Solo uno de cada cuatro catalanes los apoyó. Quedó claro que son una minoría.

Y los más castigados fueron los que de forma más agresiva enarbolaban la fragmentación. Junts per Cataluña, acostumbrada a presidir la Generalitat, fue rebasada por el PSC y por ERC, perdiendo un 40% de los votos.

Tras una década de recortes, que se han sufrido especialmente en Cataluña, la comunidad que más ha reducido los gastos sociales, y con una pandemia que agravó todos los problemas, la única prioridad eran las demandas económicas, sociales, sanitarias, protegiendo a los más débiles y vulnerables.

Con el actual atraco que supone una inflación disparada, que recorta el poder adquisitivo de la mayoría, esta es una prioridad todavía más acusada.

Se ha expresado el rechazo social a la fragmentación en Cataluña. Es el pueblo catalán quien ha hecho retroceder al procés

Nuevas coordenadas globales

Y han cambiado las circunstancias internacionales. Entre otras cosas porque, tras la invasión imperialista rusa de Ucrania, ha estallado una guerra en el corazón de Europa.

Hoy a las potencias europeas, empezando por una Alemania que va a entrar en recesión, no les interesa la fragmentación en España. Y no van a respaldar a unos sectores de las élites del procés, los ligados a Puigdemont, que mantuvieron peligrosas relaciones con Moscú.

Los sectores más agresivamente independentistas de las élites del procés trataron de atraerse el apoyo de los círculos más reaccionarios de la superpotencia norteamericana. Carles Puigdemont con los congresistas de EEUU Dana Rohrabacher (izquierda, halcón republicano) y Brian Higgins (derecha, demócrata). Pero hoy las circunstancias internacionales son otras y ni EEUU ni las potencias europeas están interesadas en patrocinar ningún procés.

Cataluña debe permanecer estable, entre otras cosas porque puede ocupar, con la construcción de un gaseoducto que conecte con Francia por los Pirineos o con Italia cruzando el Mediterráneo, un papel importante en la actual crisis energética.

Tampoco EEUU parece que vaya a dar amparo a una aventura secesionista en una España que controla, y que,  especialmente con la base de Rota, es clave en su despliegue militar global.

Tras 2012 algunos centros de poder sí apostaron por desestabilizar España, para que sin llegar a una fragmentación abierta se abrieran las costuras de la unidad, y se pudiera imponer un saqueo mayor sobre una España más dividida y más débil.

Ahora, las condiciones son otras. Y la “internacionalización del procés”, el anhelado apoyo de una gran potencia a la ruptura, no está en la agenda.

La “internacionalización del procés” -tan anhelado por las élites independentistas- no está ahora mismo en la agenda de ninguna gran potencia mundial

Cinco años es mucho tiempo

Las élites del procés siguen siendo peligrosas, y pueden causar daño todavía, al conjunto de España y especialmente a Cataluña.

Lo que necesita Cataluña no es solo “pasar página” del procés. Lo que necesitan los trabajadores catalanes es luchar codo con codo junto al resto del pueblo español, contra los recortes y la precariedad, dando una respuesta al atraco monopolista de la inflación

Pero han fracasado. No se volverá al 1-O. Y están hoy mucho más débiles que hace cinco años. No solo por la respuesta dada por el Estado español. Principalmente porque se han encontrado con el rechazo de una mayoría social en Cataluña.

Estas son las claves que explican por qué el quinto aniversario del 1-O ha pasado sin pena ni gloria, y en medio de un virulento enfrentamiento en el seno del independentismo, y de un gobierno donde ERC y Junts exhiben públicamente que ya no se aguantan.

Lo que necesita Cataluña no es solo “pasar página” del procés. Es afrontar, junto al resto del pueblo español, una respuesta al atraco monopolista de la inflación, donde se recorta el poder adquisitivo de la mayoría para que un pequeño puñado de bancos, eléctricas y petroleras se enriquezcan.

4 comentarios sobre “A cinco años del 1-O: otro mundo, otra Cataluña”

  • Los de Kuenka también queremos la independencia y 40.000 millones, para eso hablamos el farfullo

    Vizcaíno Casas, qué grande que era, aunque muy franquista, con las autonosuyas y demás obras te partías de risa

  • Carlos, el de los pdfs de dominación mundial dice:

    España nos roba… el 3%,jojojo

    No te jode, por 40.000 millones de euros independizo yo hasta mi casa y me invento la historia

    Lo más cachondo es ver a los catalanistas de la calle berrear como borregos y hacerle el juego a la burguesía burocrática de los 40.000 millones y el 3%.

    Si Galdos levantara la cabeza…

  • El Procés no ha muerto, sigue vivo. Sólo hay que ver la política de la Generalitat en contra del 25% del castellano en la educación con el decreto de Aragonés de cargarse la Constitución y la sentencia del Supremo y el adoctrinamiento asqueroso en contra del castellano. Lo que se ha parado, por el momento, es la quema de containers en Barcelona y la movilización fascista de Òmnium Cultural

Deja una respuesta