El Observatorio

7-J: ¿Una batalla sin ví­ctimas?

En España no es nada infrecuente que, tras unas elecciones, todos se declaren vencedores o, como mí­nimo, nadie se confiese derrotado. Esto no quiere decir que no haya realmente ví­ctimas. Sólo si tenemos en cuenta las últimas elecciones en el Paí­s Vasco y Galicia, allí­ «perecieron» Ibarretxe, Touriño, Anxo Quintana, Madrazo, el secretario de Eusko Alkartasuna… ¡una verdadera escabechina! ¿Y tras el 7-J? ¿No hay vencedores ni vencidos? ¿No hay muertos ni heridos? ¿Todos han ganado? ¿O hay algunos a quienes las elecciones los han puesto, si no en la calle, sí­ muy cerca del cartel de «salida»?

El rimero en reconocer, tres días después de las elecciones, que ha sufrido un “moderado desgaste” ha sido el presidente del gobierno, Zapatero. Yo no llamaría “moderado desgaste” a recibir cinco millones de votos menos que hace quince meses (seis millones de votos el 7-J frente a los once millones de las generales), pero en todo caso eso no es lo peor: lo peor es que esa palabra, “moderado”, le sirve para justificar lo que ha hecho hasta ahora y la idea de persistir en la misma línea. Según él, la “suave” derrota es un acicate para seguir deslizándose por la misma pendiente… a la espera de que el tobogán se acabe pronto. ¿Pero y si no se acaba pronto? ¿Y si la pendiente sigue abajo uno, dos y tres años más? Entonces el “moderado desgaste” se habrá convertido en “radical desgaste” y lo que podremos tener enfrente sería un gobierno del PP casi por mayoría absoluta. ¿Por qué, en vez de reconocer un “moderado desgaste”, no se reconoce que ha sido un “serio aviso” (el segundo consecutivo tras las gallegas)? Porque eso implicaría reconocer que se sigue un rumbo erróneo y que hay que cambiarlo. Y eso ya son palabras mayores. Hasta un ciego ve que abandonando la política de “rescates bancarios” e incentivando la economía productiva y el empleo, el gobierno no sólo no perdería apoyo popular sino que lo incrementaría. Pero, en cambio, ya está embarcado en una nueva operación (concertada con el PP) para salvar las cajas. Esa política no le pasa factura al PP, o por lo menos no le pasa tanta factura como al PSOE. Pero para éste es como una soga atada a su cuello. Él mismo se está asfixiando. Su dependencia de Botín lo está matando. Pero aún está vivo… Amén del PSOE, otras dos fuerzas han salido “heridas” del 7-J, aunque no lo reconozcan. Una es Izquierda Unida, que aún ha bajado más en votos y porcentaje respecto a las europeas de hace cuatro años. Su caída parece que no tiene final ni fondo. Ni la marcha del nefasto Llamazares ha servido para que la coalición levantara el vuelo, y es que pese a su marcha todo sigue más o menos igual. Su lenta agonía parece ya indetenible. Las próximas elecciones ya estará por debajo de UPyD y será una fuerza marginal. Los otros “derrotados” ocultos son los nacionalistas, que continúan también su “slalom” a la baja, sobre todos los llamados (en clamoroso oximorón) “nacionalistas de izquierdas”: por primera vez en muchos años, tanto Esquerra Republicana de Cataluña como el BNG han obtenido menos del 10% de los votos en Cataluña y Galicia, respectivamente. También Eusko Alkartasuna y Aralar han bajado sensiblemente. El horizonte de su “Europa de los pueblos”, basada en la desmembración de España, parece que se difumina entre la niebla. Como nadie lo ha perdido aún “todo”, es posible que incluso las víctimas más tocadas intenten sobrevivir hasta la próxima batalla, a la espera de que un giro inesperado de las cosas les salve a última hora. Desgraciadamente, los augurios de lo que viene no les permiten hacerse muchas esperanzas.

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