1.- Al paro, la rebaja salarial y la deuda familiar, se le suma la «hipoteca-bis» que todos y cada uno de los 46 millones de españoles vamos a tener que estar pagando durante años y décadas para que la banca pueda hacer frente a sus deudas con los banqueros alemanes y franceses.
Los 250.000 millones de euros que el gobierno ha uesto a disposición de la banca, en forma de préstamos y avales, se ha convertido en una hipoteca-bis para cada familia española que hay que sumar a la que cada uno tiene con su banco. Hipoteca-bis que, como estamos viendo estos días en EEUU y en Europa, pronto será ampliada con nuevas y multimillonarias cantidades. Dinero que vamos a estar pagando durante las próximas décadas todos los españoles en forma de deuda pública. Y cuyo coste ya se ha visto incrementado por la rebaja de la calificación crediticia de España en los mercados financieros internacionales, lo que significa que por esa misma cantidad de dinero, ahora tenemos que pagar más intereses. Y todo para que la banca española pueda hacer frente a sus pérdidas y a los vencimientos de la gigantesca deuda que tiene contraída. 2.- Los efectos de la crisis para los trabajadores españoles están siendo mayores, y lo van a ser todavía más, porque en los últimos 10 años lo que se ha producido en nuestro país es un enorme trasvase desde las rentas salariales hacia las rentas empresariales. Y que sólo en 2007 supuso que 26.291 millones de euros (casi cuatro billones y medio de las antiguas pesetas) pasaran de los bolsillos de los trabajadores al de los empresarios. Según los datos que ofrece el Banco de España sobre la economía de nuestro país, al concluir la primera legislatura de Zapatero se había producido un recorte salarial tan brutal, que más de 53.150 millones de euros, que de haberse mantenido la proporción entre rentas salariales y empresariales de los años anteriores, hubieran ido al salario de los trabajadores, lo han hecho por el contrario hacia las rentas del capital. Estamos hablando de casi 9 billones de las antiguas pesetas. No es posible encontrar un período en la historia contemporánea de España donde se haya producido un trasvase de tal volumen en tan breve período de tiempo. Si en 2007, según el Instituto Nacional de Estadística, el 60% de las familias españolas aseguraban tener algún tipo de dificultad para llegar a fin de mes y casi un tercio decía no tener capacidad por sí mismas para afrontar gastos imprevistos superiores a 500 euros, ¿qué no ocurrirá ahora tras el estallido de la crisis? 3.- Lo peor de la crisis para España está todavía por llegar. Lo que hemos vivido hasta ahora es sólo un amago, sus inicios. Como Islandia, Irlanda o Rusia, todos los principales indicadores de la economía española indican con claridad que la crisis en nuestro país va a ser de mucha más intensidad y mayor duración que la del resto de países desarrollados. La razón de esto reside en las cuatro grandes dependencias a las que está sometida la economía española. El estallido de la crisis mundial ha sacado a la luz las severas limitaciones, la extrema vulnerabilidad y la profunda fragilidad del modelo de desarrollo seguido por la economía española en la última década. España se enfrenta a una doble crisis, la externa de los mercados financieros y la interna del agotamiento de un modelo basado casi exclusivamente en el “ladrillo” y el consumo mediante el endeudamiento de familias y empresas. Y cuya capacidad de respuesta se ve seriamente limitada por las 4 grandes dependencias sobre las que se ha construido nuestro crecimiento: la dependencia de la financiación exterior, la dependencia cautiva de unos pocos mercados, la dependencia de las cuotas y limitaciones impuestas por la UE y la dependencia energética. 4.- España se ha convertido, en el asombroso lapso de 5 años, en el país más endeudado del mundo per cápita y el segundo en cifras absolutas sólo por detrás de EEUU. Para sostener su ritmo de concentración de capitales y de expansión en Europa, la oligarquía española no ha dudado en embarcarse en un gigantesco endeudamiento que ahora tendremos que pagar todos nosotros. Encabezado por Botín, dueño del mayor poder financiero del país, el sector hegemónico de la clase dominante española ha llevado adelante en los últimos años un proyecto de expansión en los mercados europeos cuyo objetivo es que un selecto grupo de monopolios y grandes oligarcas españoles pudieran entrar en el privilegiado club de las grandes burguesías monopolistas europeas y codearse de igual a igual con ellas. Para esto han contado con la activa colaboración del gobierno de Zapatero, cuya gestión se ha dirigido a poner los recursos del Estado al servicio de este proyecto. Y han recurrido a un grado tal de endeudamiento (más de un billón de euros), que un alto ejecutivo de un gran banco alemán llegó a afirmar “los españoles no sólo nos compran los coches, sino que además nos piden prestado el dinero para comprarlos”. La banca alemana es la primera acreedora de la deuda bancaria española, con un 29,1%, seguido por la francesa, con un 18,8%. Entre ambos suman prácticamente la mitad de una deuda bancaria que vamos a tener que pagar nosotros y las siguientes generaciones de españoles. 5.- Cerca del 70% de las exportaciones españolas tienen como destino la Unión Europea. Y, de ella, sólo 4 países (Francia, Alemania, Italia e Inglaterra) se llevan más de los dos tercios. Esta dependencia de unos pocos mercados impone una “cautividad” al sistema productivo español que nos condena a producir lo que esos mercados demandan y no lo que más nos interesa a nosotros. Dependencia reforzada, además, por el control que el capital extranjero posee sobre gran parte de ese tejido productivo. España es nominalmente la octava economía mundial por el volumen de su PIB. Sin embargo, la nuestra no es una economía diversificada, competitiva y capaz de desenvolverse por sí sola en el mercado mundial. Somos el séptimo mayor fabricante de automóviles del mundo, pero esto no deja de ser un espejismo porque el 100% de su fabricación–y por tanto de los beneficios– está en manos del capital extranjero. El 82% de los vehículos que fabricamos se destinan a la exportación y son ellos los que deciden qué, cuánto y cómo producimos, quedándose para sí las partes del proceso de producción más cualitativas y que más valor añadido producen. Creándose una relación comercial entre las fábricas españoles y sus casas matrices que es típica de una economía de tipo semicolonial. Por eso la crisis está teniendo –y lo va a tener cada vez más– unos efectos devastadores sobre la industria automovilística española. 6.- La pertenencia de España a la UE ha significado la imposición de una serie de cuotas y de límites a la producción de riqueza en diversos sectores, fijadas no por las necesidades de consumo de la población ni por la capacidad de producción de la economía española, sino por los dictados impuestos por las grandes potencias europeas, en especial por Alemania y Francia. Hace unos días, el premio Nóbel de Economía de 2008, Paul Krugman, hablaba de España como “la Florida de Europa”. Ese es el proyecto y el lugar, un país de turismo y de servicios, en el que quieren colocarnos en Bruselas. La entrada en el Mercado Común significó la liquidación, reconversión y venta al capital europeo de una parte sustancial de nuestro tejido productivo. Una vez hecho esto, ahora son la agricultura. la ganadería y la pesca los sectores que sufren las cuotas y limitaciones a la producción de riqueza nacional que Bruselas impone. 7.- La crisis mundial no está provocada, como quieren hacernos creer, por la codicia y la avaricia de unos pocos ejecutivos de Wall Street. Sino por la extremada agresividad de la que necesita dotarse el capital financiero yanqui para atraer capitales de todo el mundo. Capitales de los que ellos no disponen, pero que sin embargo le son precisos, por un lado, para sostener los gigantescos gastos de la superestructura político-militar que mantiene su hegemonía mundial. Y, por otro, para invertirlos en sectores que den una ganancia extraordinaria, pues no sólo deben obtener sus propios y multimillonarios beneficios, sino que además deben pagar los intereses del dinero que han pedido prestado.