La Ventana Poética de Encarna Valle

25 años sin Camarón

El genio de San Fernando cambió la música para siempre. Comprender su arte eleva la forma de entender la música y el misterio del flamenco. Inigualable.

José Monge cambió la historia de la música para siempre, no solo la del flamenco. Camarón abrió las puertas de todo un continente de conocimieto artístico y sensitivo. Las musas se desintegraban al paso de su duende.

Sin duda el artista más avanzado de la historia del flamenco, y posiblemente, uno de los más avanzados de la historia de la música. Como dice Paco de Lucía, su sentido artístico, su afinación, era perfecta, era un músico, un intelectual que comprendía la música y hacía lo que quería, porque sabía donde quería ir.

Camarón se convirtió en un mito en vida para la gitanería, porque le enseñó el flamenco al mundo a golpe de genio, y revolucionó la forma de entenderlo para propios y extraños. El maestro ha creado escuela, hasta el punto que no se puede comprender a ninguno de los artistas y cantaores actuales sin pensar en Camarón, lo quieran ellos o no. Marcó un antes y un después, y se hizo inaccesible. No porque huyera sino porque se elevó tanto, o se hundió tanto (en la tierra honda), que nadie hasta ahora ha podido alcanzarle. Probablemente nadie pueda. «Un intelectual que comprendía la música y hacía lo que quería, porque sabía donde quería ir»

A los ocho años, empezó a cantar y rápidamente se corrió la voz. Había un crío gitano que sonaba «como un viejo». Poco después, su presencia ya era habitual en las reuniones flamencas que tenían lugar en la Venta de Vargas. Gigantes del flamenco como Manolo Caracol y Antonio Mairena acudieron a escucharle, y se estremecieron. Su voz, con la fuerza del duende y miles de años de historia en sus cuerdas vocales, despertaba los espíritus de los antepasados y los conjuraba en un embrujo erudito, paseándose por todos los palos del flamenco como un muchacho haciendo equilibrios sobre las vías de un tren.

Camarón coincidió en Madrid con Mario Maya, El Güito, Carmen Mora, Pansequito o Bambino. Por aquel entonces los artistas se reunían todos los días en los locales madrileños creando un complejo y rebelde sistema de vasos comunicantes por los que discurrían tantos acentos diferentes, tantas sensibilidades, que Camarón aceleró su capacidad de comprender el arte del flamenco. Aquella fue la época en la que se encontró con Paco de Lucía, el Sancho que era también Quijote. «Camarón y yo éramos más que hermanos, entre nosotros había algo muy especial, una complicidad, un respeto, una amistad muy intensa, una compenetración que no se puede imaginar».

Pero la pica en Flandes la puso con La Leyenda del tiempo, el inicio de la revolución flamenca, acompañado por Tomatito, Kiko Veneno y los hermanos Amador.

Ahí nació el nuevo flamenco, un fenómeno que ninguno de ellos llegaría a comprender en profundidad hasta pasados veinte años. Cuenta Tomatito que le decía a Camarón que aquellas canciones no le gustaban, y él le contestaba «no te preocupes, Tomate, que nosotros le damos la vuelta a esto». Iba muy por delante de cualquier otro. Aquellos primeros ensayos con Kiko, desordenados y de tanteo, fueron suficiente para que el joven maestro construyera en su cabeza los cimientos de una revolución. Como aquella entrevista en la que decía «la gente todavía no entiende mi arte, no importa, ya lo entenderán, yo voy a mi aire».

Veinte discos de estudio y muchos más en directo constituyen una enorme obra artística en la que Camarón dejó patente su gigantesca capacidad creativa y el fiel instinto a los movimientos de los más profundo del deseo y el corazón, de su tierra y de su gente. Un artista que jamás se despegó de los suyos y que reflejaba en cada canción el torrente de pasión que existe en el alma humana. «La Leyenda del tiempo, el inicio de la revolución flamenca»

La Ventana PoéticaCarta abierta a José MongeEncarna Valle

El miércoles se puso de morado de cuaresma. Y en el viernes, que se hizo santo, por la senda del baile, se arrastraba el cante de rodillas por tu muerte, Camarón. Dicen que fué la mala vida la que metió los cristalitos del cancer en tu cuerpo. Pero no. Que fué que el duende se te hizo tan dueño en tus pulmones que te robaba el aire, y te apagaste despacito, como la fragua que se queda sin fuelle. Que elegiste para morir las antípodas del sur. Pero no. Que era Can Ruti. Y era también Triana, donde El Cachorro repite cada año su muerte sólo por escuchar los repiques de las palmas. Y era también Nueva York, que yo sé que esa angustia imperfecta la tiene desde que comprendió que el flamenco no se puede cantar en inglés.Te has ido, en fin, de todos aquellos ojos que vieron partirse tu última camisa con el quiebro granate de tu garganta. Que solo se queda el flamenco. Pero no. Que yo estoy segura de que una multitud sin nombre ha bordado, sólo por acompañarte, la Bulería de la Perla.Que te has ido para siempre. Pero no, que te quedas en tu ausencia, y es por eso que tu voz, temblando por las estrellas, vendrá a mordernos el corazón con el quejío que alimenta a los buenos cantaores.Yo no pude ir a tu entierro, pero he bordado con tu recuerdo un pañuelo azul y blanco para decirte cada noche: dulce sueño, Camarón.

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