Porque, contra lo que parece dictar la lógica, el 23-F es un golpe que sí triunfó. El objetivo no era el imposible golpe de Estado protagonizado por los guardias civiles de Tejero. Sino la entrada de España en la OTAN, que Calvo Sotelo certificó a hutadillas mientras el país todavía estaba reponiéndose del golpe. Se coloca el foco sobre actores secundarios como Tejero, pero se nos oculta el auténtico golpe de mano, aquel destinado a cercenar la política neutralista de Suárez; se redimensiona la figura del Rey… pero nadie menciona al director de orquesta. ¿Es acaso pensable que un golpe de timón a la política española sucediera sin la intervención decisiva de EEUU?¿Dónde estaban los «autores intelectuales» del 23-F… en oscuros cuarteles de Madrid, o en lujosos despachos de Washington?
“España debe fijar día y hora para su entrada en la OTAN”. Estas declaraciones de Alexander Haig, nuevo secretario de Estado, nada más tomar posesión Ronald Reagan de la presidencia norteamericana, son el acta de nacimiento del 23-F. 1979 representa el punto álgido del retroceso norteamericano. En unos pocos meses, Washington ha perdido peones vitales –Irán-, le ha estallado una revolución en su propio patio trasero –Nicaragua-, y ha visto como la URSS desafiaba el reparto del mundo –Afganistán-. Los efectos de la derrota en Vietnam, la crisis de liderazgo norteamericana, y los desastrosos resultados de la política de apaciguamiento de Carter, enfrentados al creciente desafío soviético, amenazan con quebrar la misma hegemonía norteamericana.
El grueso de la burguesía norteamericana se unifica en la necesidad de lanzar una contundente respuesta táctica que frene la sangría y contenga a la URSS. Reagan –que lleva tiempo, sostenido por importantes círculos del complejo militar industrial, exigiendo un cambio de rumbo- será el elegido. EEUU desatará una contundente respuesta táctica para reorganizar sus fuerzas y proteger sus dominos, impulsando un rearme militar, ideológico y político.
La línea Reagan impone un límite a los aliados, no es tolerable bajo ningún concepto la neutralidad o la salida del bloque militar. La política de Suárez –que había aprovechado las condiciones internacionales para alcanzar una autonomía cada vez mayor, y que se negaba a plegarse a las exigencias norteamericanas de que España entrará inmediatamente en la OTAN- debe cortarse a cualquier precio. No es un problema particular de España. La respuesta norteamericana tiene, como no podía ser de otra manera, a Europa Occidental como escenario principal. Washington presiona a las burguesías para reforzar su presencia militar en Europa, exigiendo su encuadramiento completo en el frente antisoviético. La etapa del consenso en Europa Occidental es historia. La respuesta norteamericana exige un reforzamiento militar tan urgente que sólo puede imponerse agudizando las tensiones y contradicciones internas en cada país.
Aquellos que presentan problemas para encuadrarse de forma completa en la estructura militar norteamericana sufren una presión extrema: en Turquía un golpe de Estado amarra el peón clave en Asia Menor; en España una campaña de desestabilización completa, que culmina en el 23-F, quiebra la política neutralista de Suárez; en Italia, las posibilidades de que el PCI llegue al gobierno agudizan los “años de plomo”, incrementando el terrorismo de las Brigadas Rojas, o la intervención de la Red Gladio, que a través de la logia P-2 contempla incluso la posibilidad de un golpe de Estado. Serán las apremiantes exigencias de Washington de una España dócilmente alineada en la lucha contra la otra superpotencia (lo que exige el fin inmediato de cualquier veleidad neutralista) y plenamente integrada en su sistema de alianzas militares (lo que requiere poner fecha y hora para la entrada en la OTAN) el catalizador para que todas las fuerzas políticas y de clase abierta o encubiertamente proyanquis, tanto franquistas como democráticas, tanto de derechas como de izquierdas, tanto reaccionarias como “progresistas”, se lancen a llevar adelante los dictados norteamericanos y cercar a un Suárez que ofrece crecientes resistencias para llevarlas a cabo.
La entrada de Tejero en el Congreso será una de las ramificaciones, y no la principal, de esta operación de acoso y derribo, un auténtico golpe de timón del rumbo del país, que se puso en marcha cuando Alexander Haig exigió la entrada inmediata de España en la OTAN.