Televisión

«21 dí­as», durmiendo entre cartones

La periodista Samanta Villar se introduce de lleno en un submundo desconocido para la mayorí­a de los ciudadanos, el de los indigentes, viviendo con ellos en las mismas condiciones al lí­mite. Un documento estremecedor que tendrá continuidad en sucesivos capí­tulos, y que le otorga utilidad pública a la tele-realidad.

“Hay roblemas que sólo se entienden cuando se experimentan en la propia piel”. Así lo asegura Villar, que se propuso como objetivo contar una realidad de la forma más desnuda posible, y experimentar primero en sus carnes el drama de la vida en la calle, para después transmitirlo a la sociedad. A la intemperie convive con los que llevan años en esas circunstancias, integrándose en su sistema de cooperación. Ejemplos como el de Manuel, que tiene 51 años y desde hace 14 la calle es su hogar, o Saib que duerme en un coche abandonado, otorgan a la producción grandes dosis de humanidad. Ni dinero ni ropa de abrigo, solo un diario en forma de cámara doméstica. Así se lanzó Samanta a la calle, a dormir bajo los soportales de la plaza Mayor de Madrid o en un cajero automático donde a las seis de la mañana los guardas jurados los echan sin contemplaciones. Escenas diarias en las que rebusca en la basura para comer y los lavabos de los parkings se convierten en improvisados aseos. La periodista es constantemente ayudada por otros indigentes, que le enseñan a extraer sus propios recursos de la gran ciudad. La televisión se centra, a través de este formato, en problemáticas sociales constantemente alejadas de las pantallas, y convierte el medio en un instrumento de denuncia, sin por ello quitarle calidad al producto. Un estilo recientemente denominado “periodismo de inmersión”, basado en contar la realidad sin máscaras ni artificios, al estilo del exitoso experimento de Morgan Spurlock en “Super Size Me”, en el que denunciaba la insalubridad de la comida rápida norteamericana a partir de experimentar con su propio cuerpo. Precisamente los trastornos alimenticios serán el centro de la próxima investigación de Villar, que pasará 21 días sin comer para acercarse a la realidad de las anoréxicas. Un periodismo cercano a las primeras “performances” artísticas de los años 70, pero en el que la prioridad es siempre acercarse, lo más objetivamente posible, a duras realidades que las producciones de ficción son incapaces de reflejar.

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