2010, el año del crash

«El año 2010 constituye la frontera. Y en 2010 es cuando verdaderamente se producirá el inicio de los problemas. De entrada, será a lo largo de los próximos meses cuando el Banco Central Europeo (BCE) pondrá fin al acceso fácil (y barato) a su dinero para las entidades financieras, lo que significará, entre otras cosas, el final de una forma fácil (y barata) de negocio: pedí­rselo prestado al BCE al 1% e invertirlo en Deuda Pública al 3%.»

Tamoco podrá extenderse más allá del 2010 la ficción en la que han vivido (porque así lo consideraron conveniente) los reguladores financieros: la aceptación como buenos de gran número de activos que un análisis exigente hubiese demostrado inaceptables (¿estamos hablando de 600.000 millones de euros?, ¿más?); una ficción que ha permitido posponer el crash unos meses, pero cuya afloración tendrá consecuencias En 2010, pienso, todas estas carencias serán puestas sobre la mesa, dando comienzo a una crisis larga y profunda muy semejante a la Gran Depresión, aunque con el handicap de que la salida será muy distinta a la que se produjo en 1950. ¿España? Le irá todo peor que a la mayoría debido a su particular modo de hacer las cosas. (EL PAÍS) EL CONFIDENCIAL.- Difícilmente la industria -hoy por hoy- está en condiciones de convertirse en motor, en alternativa al crecimiento económico. No hay relevo al ‘ladrillo’. Nada menos que el 31% de las inversiones empresariales están ociosas, lo que sin duda retrasará las decisiones de inversión y de empleo en las empresas industriales. No parece coherente aumentar plantillas o realizar nuevas inversiones cuando la capacidad instalada de una empresa es más que suficiente para atender la demanda. Opinión. El País 2010, el año del crash Santiago Niño Becerra El mensaje oficial -en todas las economías, en todos los países- en este año que comienza es "Ya ha pasado lo peor; ahora a crecer de nuevo". Finalmente, la mayoría ha admitido que lo vivido en estos dos últimos años ha sido terrible, y lo sucedido en el primer semestre del 2009, lo más duro desde la Gran Depresión. Bien, como explico en mi libro El crash del 2010, lo sucedido es sólo la antesala de lo que está por llegar, lo sucedido ha sido la precrisis de la crisis sistémica que, entiendo, estallará a mediados del año en curso. De entrada, una matización. Quienes han sido más realistas hasta ahora comparan lo acontecido desde mediados del 2008 con lo sucedido desde mediados de 1929 y, a partir de ahí, realizan sus análisis; yo pienso, en cambio, que la secuencia comienza antes: en 1923 (en el crash de entonces) y en 2003 (en el crash actual). En efecto, un repaso de la evolución del PIB de las principales economías en ambos periodos de tiempo muestra similitudes sorprendentes; la diferencia estriba en las decisiones entonces adoptadas y en las que ahora se han adoptado. Sin embargo, el final será idéntico: una crisis sistémica fruto del agotamiento de un modo de hacer que dará origen a un nuevo modo de funcionamiento. Puede sonar misterioso, pero, en el fondo, es algo muy técnico. El año 2010 constituye la frontera. Y en 2010 es cuando verdaderamente se producirá el inicio de los problemas. De entrada, será a lo largo de los próximos meses cuando el Banco Central Europeo (BCE) pondrá fin al acceso fácil (y barato) a su dinero para las entidades financieras, lo que significará, entre otras cosas, el final de una forma fácil (y barata) de negocio: pedírselo prestado al BCE al 1% e invertirlo en Deuda Pública al 3%. Para las empresas, el 2010 supondrá unas mayores dificultades (mucho mayores) a la hora de obtener financiación, debido a una creciente percepción de impago posible por parte de las agencias de calificación y de las propias entidades financieras, lo que les llevará a restringir el crédito en cualquiera de sus formas. (Evidentemente, lo dicho en el punto anterior influirá en estas mayores dificultades de financiación, ya que hará más caro a las entidades financieras la obtención de fondos). Tampoco podrá extenderse más allá del 2010 la ficción en la que han vivido (porque así lo consideraron conveniente) los reguladores financieros: la aceptación como buenos de gran número de activos que un análisis exigente hubiese demostrado inaceptables (¿estamos hablando de 600.000 millones de euros?, ¿más?); una ficción que ha permitido posponer el crash unos meses, pero cuya afloración tendrá consecuencias. Si a esto añadimos la propia deuda de las entidades financieras (410.000 millones de euros es la que las españolas deberán atender entre 2010 y 2012), el panorama de estas entidades es, como poco, muy preocupante. Volveremos sobre el sistema financiero. A lo largo de 2010, esas menores o más difíciles posibilidades de financiación para las empresas se traducirán en una ocupación decreciente, es decir, en un desempleo al alza. A ello contribuirán las restricciones en el consumo de todo tipo de bienes y servicios debidas al aumento del paro y al colapso de la capacidad de endeudamiento de las familias, y ello, tanto a nivel nacional como internacional, demostrará la imposibilidad de que las exportaciones se conviertan en la solución de todos los problemas, como así pretenden todos los Gobiernos de todos los países. En consecuencia, el peligro de la tan temida inflación puede darse por conculcado debido a que el consumo se derrumbará, lo que aleja la posibilidad de alzas significativas en los tipos de interés. ¿La consecuencia más inmediata de lo anterior? Rentas decrecientes por congelaciones salariales y por reducción de los beneficios empresariales, y rentas medias a la baja debido al aumento del desempleo y a la caída de la actividad económica, lo que se traducirá en caídas de los pluses y de los bonus pagados por las empresas. La capacidad de consumo descenderá, y, a la vez, lo hará la recaudación de los Estados, tanto por lo que respecta a la imposición indirecta como a la directa. La salida natural a un decorado como el descrito es hacia la economía sumergida (y mucho más en casos como el español, debido al reducido valor añadido de los bienes fabricados). En 2010 también se asistirá al fin de lo que verdaderamente ha posibilitado la recuperación habida en el segundo semestre del 2009: los estímulos, las ayudas y las inyecciones directas e indirectas, aunque generalizadas, aplicados por los gobiernos. Su final se producirá por el hecho de que la propia capacidad de endeudamiento de los Estados (al menos en su forma actual) ha llegado a su fin (el caso de Grecia ha sido la primera manifestación). Pero el final de esos estímulos tendrá consecuencias: dejarán de ser factibles tareas realizadas al calor del Gasto Público y dejarán de ser sostenibles realidades creadas al abrigo de avales y garantías estatales. Durante el año 2010, y vinculado con lo anterior, los Estados deberán ir realizando aquellos ajustes presupuestarios más imperativos; menos, entiendo, por el lado del aumento de ingresos como por el del decremento de gastos, es decir, no tanto incrementando las figuras impositivas como reduciendo el Gasto Público. El objetivo será doble: disminuir sus déficit y conseguir una mejor aceptación (al menor coste posible) de la Deuda Pública que tales Estados van a tener que continuar emitiendo. También estas medidas tendrán consecuencias. En septiembre del 2007 se manifestó, con el estallido de la crisis de las subprime, que el modo de crecimiento que la economía mundial mantuvo hasta entonces había llegado a su agotamiento (por eso, pienso, nadie es culpable: o se hacía lo que se hizo o no se crecía en la medida en que se deseaba crecer). Las políticas desplegadas por los Estados, así como las coordinaciones financieras más o menos efectivas de los Bancos Centrales y de las instituciones internacionales han permitido alargar la situación más de dos años a un coste enorme: enormes déficit, cierto, pero lo peor es que sólo para llegar más tarde a un punto muerto. En 2010, pienso, todas estas carencias serán puestas sobre la mesa, dando comienzo a una crisis larga y profunda muy semejante a la Gran Depresión, aunque con el handicap de que la salida será muy distinta a la que se produjo en 1950. ¿España? Le irá todo peor que a la mayoría debido a su particular modo de hacer las cosas: actividades intensivas en factor trabajo, generadoras de bajo valor añadido y proporcionalmente más dependientes que otras del exterior y del crédito. Para 2010 estimo que el PIB español experimentará una tasa de variación de entre el -4,4% y el -4,2%. Y nuestra tasa de desempleo se situará entre el 22,0% y el 23,0% de la población activa, y ello sin considerar ni el desempleo encubierto ni el subempleo. Una joya de año, vamos (y será el principio). EL PAÍS. 16-2-20101 Informe. El Confidencial La industria agoniza por falta de crédito y trunca su incipiente recuperación C. Sánchez La industria vuelve a las andadas. La incipiente recuperación observada durante una parte significativa de 2009 se ha truncado. No da más de sí a la luz de los datos de coyuntura más recientes. Lo dicen dos indicadores claves. Por un lado, el Indicador de Clima Industrial (ICI) ha intensificado sus valores negativos rompiendo una mejora que se venía manifestando desde la primera parte del año 2009. Por otro lado, la utilización de la capacidad productiva -el uso que hacen las fábricas de su potencia instalada- ha vuelto a caer. En el primer trimestre de este año se sitúa en el 69%, casi un punto por debajo de los niveles del trimestre anterior. A mucha distancia, en cualquier caso, de los niveles superiores al 80% que se registraban hace tan sólo un par de años. ¿Qué quiere decir esto? Pues que difícilmente la industria -hoy por hoy- está en condiciones de convertirse en motor, en alternativa al crecimiento económico. No hay relevo al ‘ladrillo’. Nada menos que el 31% de las inversiones empresariales están ociosas, lo que sin duda retrasará las decisiones de inversión y de empleo en las empresas industriales. No parece coherente aumentar plantillas o realizar nuevas inversiones cuando la capacidad instalada de una empresa es más que suficiente para atender la demanda. De ahí la importancia de este indicador. El caso más singular es el que tiene que ver con el consumo, cuyo nivel se sitúa en 66.8 puntos, tres menos que en el último trimestre de 2009. El propio Ministerio de Industria reconoce la recaída. En el mes de enero, el saldo del indicador de clima industrial (diferencia entre opiniones positivas y negativas) se situó en el -22, 2 puntos, lo que representa un incremento de 0,8 puntos respecto de los niveles de diciembre. De esta manera, sostiene Industria en su último informe de coyuntura, “ha continuado la tendencia alcista trucada en noviembre tras siete meses consecutivos de mejora”. En el primer trimestre del año pasado se llegaron a registrar niveles de -37 puntos (quince más que ahora), y desde ese momento se inició una pronunciada recuperación que es la que ahora se ha quebrado. Mejora la producción industrial Esa recuperación se ha traducido en una mejora considerable de la producción industrial, que aunque continúa en valores negativos, en diciembre registró la menor caída desde el comienzo de la recesión: -1,4%, muy por debajo del -21% que llegó a registrar en el primer trimestre de 2009. Pese a la mejora, la producción industrial cayó un 15,9% el año pasado corregida la tasa de variaciones estacionales y de distinto calendario laboral, lo que refleja el alcance de la crisis. El empeoramiento del clima industrial –no de la producción- tiene que ver, fundamentalmente, con el pobre comportamiento de la cartera de pedidos de las empresas, que registra todavía un increíble -49,4 puntos a estas alturas de la crisis, lo que da idea de la intensa recesión que vive el sector. Dos años largos con valores negativos. El indicador de clima industrial refleja el mayor o menor optimismo de los empresarios respecto a la situación actual de su actividad y sus perspectivas de futuro. La escasa utilización de la capacidad productiva de las empresas (los 69 puntos porcentuales son el peor registro de las series históricas) explica el mal comportamiento del empleo, que se sigue destruyendo al triple de velocidad que en el resto de sectores. Mientras que el número de afiliados cotizantes a la Seguridad Social está cayendo como media un 3,5%, en el caso de la industria, la contracción es verdaderamente espectacular. Nada menos que un -8,2% después de casi dos años en recesión. Si se incluyen los trabajadores de la energía, la destrucción de empleo es todavía más intensa. De nada menos que del -11,9%, lo que significa que España ha perdido uno de cada ocho empleos industriales en los últimos doce meses. Pese a ello, los costes laborales en la industria continúan mostrando serias resistencia a la baja. En el tercer trimestre del año pasado crecían a un ritmo del 2,9%, muy por encima de la inflación. Débil demanda exterior e interior La dificultades de la industria para salir de la crisis tienen mucho que ver con la débil demanda interior y exterior (salvo en el automóvil y a raíz de las ayudas que aprobaron los gobiernos europeos), pero también con los problemas para encontrar financiación. Los últimos datos del Banco de España indican, en concreto, que el crédito para financiar actividades productivas (en la industria y sin contar la construcción está cayendo a un ritmo del 1,5%, ligeramente por encima que en el resto de las actividades. O dicho en otros términos. En el tercer trimestre del año pasado –últimos datos publicados por el banco central- el crédito ascendía a 153.070 millones de euros, cerca de 3.200 millones menos que al acabar el ejercicio. Es decir, que los préstamos para financiar actividades productivas no sólo han dejado de crecer, sino que continúan deslizándose a la baja. Y lo que es más singular, y demuestra el modelo productivo elegido por este país en los últimos años. El crédito inmobiliario duplica al destinado a actividades industriales. 324.439 millones en el primer caso y poco más de 153.000 en el segundo. Pero a pesar de eso, las restricciones al crédito en las industrias son, incluso, superiores a las que padecen las inmobiliarias, cuyo endeudamiento permanece clavado en el entorno de los 324.000 millones de euros desde el último trimestre de 2008. Las refinanciaciones de crédito para evitar quiebras explica este comportamiento de la actividad crediticia en el ladrillo. En la industria no se refinancian los créditos, simplemente no se conceden. EL CONFIDENCIAL. 15-2-2010

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