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#14N, somos Nación

¿Ha triunfado la huelga del 14N? La BBC internacional abrió con la huelga general europea como titular y le dedicó casi todo el informativo. Pero solo con echar un ojo a las portadas de la prensa más conservadora y observar su iracundo ataque, podemos decir que sí, que ha sido todo un éxito. Y lo ha sido a pesar de una gran cantidad de factores que dificultan en exceso su desarrollo, como son los casi 6 millones de personas no pueden optar por hacer huelga y de los que en principio si pueden hacerla, un gran número tiene de facto inhabilitado su derecho constitucional debido a su precaria condición laboral. A todo este cúmulo de trabas tenemos que sumarle la presión constante de la policía, que de manera asfixiante ha hecho todo lo posible por impedir desplegar con normalidad otro derecho constitucional: los piquetes informativos. Piquetes que representan el último dique de resistencia democrática, frente a la prácticamente total hegemonía mediática del interés financiero, a la hora de informar sobre la realidad que vivimos en este país.

Pero sin duda lo más interesante de la huelga del 14N ha sido su carácter profundamente político, ampliando los horizontes de lo que se venía a entender como una mera disputa laboral, algo que por otro lado, tampoco deja de ser político. Rosa Díez no se ha cansado de repetir que la esfera de lo sindical y laboral nada tienen que ver con la política y que debe ser ésta última la encargada de gestionar los asuntos comunes. El problema es que la política no se reduce al parlamento y menos aún la política con mayúsculas, aquella que reordena el tablero del juego suele tener lugar en el ámbito de la desobediencia y política colectiva. Curiosamente el mismo Parlamento liberal que defienden como el único espacio de la política, surge de las movilizaciones que se dan fuera de lo constituido. Como la “Carta de derechos”-Bill of rights- que surge de la Revolución Gloriosa en la Inglaterra de 1688, o en su versión francesa la guillotina, que desde 1789 da paso a la instauración del parlamento.

Esa cantinela que se repite e intenta convencer a la población de que lo existente es lo único posible y que la realidad es la que es y no puede ser otra, se muestra como la mayor expresión ideológica de todas. Aquella que se presenta como natural e indiscutible pero que siempre defiende una orientación concreta, y aunque se quiera mostrar como resultado del trabajo técnico y de profesionales, sigue siendo política. Lo que les molesta a las élites financieras y empresariales expresado por boca de sus parlamentarios, es lo mismo que les molestaba a los reyes absolutistas: una población que se politice y se organice con la intención explícita de ampliar los horizontes democráticos sobre la decisión en el reparto del pastel. Porque para ellos, para el 1%, que la huelga sea política es una aberración porque hablan los que no tienen título para hacerlo, precisamente porque como agudamente señala el Roto en una de sus viñetas, su política no es otra que la del negocio.

Por eso esta huelga ha sido todo un éxito, por eso los medios del régimen se esfuerzan en encorsetarla en los datos de energía, porque le tienen pavor a reconocer que la centralidad de las protestas no es tanto la identidad forjada alrededor del trabajo, como la de una ciudadanía que rechaza el empobrecimiento acelerado del país para el 99%. El empleo difícilmente pueda ser el único elemento de cohesión cuando en muchos casos es, o inexistente, o imposible generar una comunidad estable a su alrededor. No solo es un movimiento sindical, sino que sobre todo es un embrionario desbordamiento de la multitud de los pobres que va más allá de la huelga laboral. Es la política de la multitud efervescente que reduce el margen entre lo que hay y lo que puede llegar a haber; fuera pero también dentro del parlamento con un virus que todavía está por construir.

Se puede reconocer a un patriota de hojalata por el tamaño de su bandera, que va siendo cada vez más grande cuanto más le regalan a la banca alemana la riqueza producida por los y las españolas. Se le reconoce por el contraste existente entre su pasión triste de gritar “yo soy español” cuando gana la selección de fútbol y su total ausencia y apatía cuando le están expoliando su tierra. Algunos incluso prefieren cantar orgullosos “yo soy esquirol”.

La idea de nación inglesa viene de cuando “las gentes” reclamaban su “igualdad de nacimiento” frente al absolutismo, idea que se acabó universalizando con la revolución francesa. Las personas que salieron a manifestarse el 14N, las que no consumieron o no trabajaron son realmente la materia prima de la idea de nación: la nación de los que son iguales y hacen patria enfrentándose a los ladrones absolutos de nuestra lumpen-oligarquía. No puede haber democracia sin dignidad, sin vivienda, sin sanidad y educación, no puede haber igualdad cuando tan pocos roban tanto a tantos en tan poco tiempo.

Las UIP -antidisturbios-, trabajan para Merkel, le gritaba el piquete joven con toda la razón a la policía en la Gran Vía madrileña. Para Merkel, pero también para los residentes del barrio Salamanca que observaban atónitos, con desprecio e indiferencia la marcha de los piquetes por sus calles, entre sus joyerías y tiendas de lujo, y al igual que sucedía en Los Miserables de Víctor Hugo, sus “demonios atacaban y los espectros resistían”.

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