Si no ha oído hablar de él, no se culpe, no es casualidad. Pese a que el Transatlantica Trade and Investment Partnership (TTIP) -el Tratado de Libre Comercio e Inversión entre EEUU y la Unión Europea- supone un salto cualitativo en el grado de dominación que bancos, monopolios y multinacionales -sobretodo norteamericanas- tienen sobre multitud de aspectos de su vida cotidiana, la total opacidad y secretismo con el que se están llevando a cabo las negociaciones busca desactivar la creciente movilización europea en su contra. ¿Que es el TTIP y que consecuencias tiene?
El TTIP es un nuevo tratado que lleva negociándose desde 2013 entre Washington y Bruselas, y que pretende crear una enorme zona de libre comercio e inversiones entre ambos lados del Atlántico, la más lucrativa del planeta. Con mucho, es el acuerdo económico y comercial más ambicioso que se haya diseñado nunca a nivel mundial. En juego, un colosal botín: 820 millones de trabajadores y cerca del 60% del PIB mundial. El objetivo: crear el modelo socioeconómico y el marco jurídico y político de relaciones laborales y comerciales para que los grandes capitales puedan explotar sin trabas este enorme tesoro.
Aunque las negociaciones bilaterales entre Washington y las autoridades comunitarias se llevan a cabo bajo siete llaves, salta a la vista quién es el principal beneficiario un tratado de libre comercio que derribaría las numerosas barreras y obstáculos legales europeos: las corporaciones y transnacionales norteamericanas. «Salta a la vista quién es el principal beneficiario un tratado de libre comercio que derribaría las trabas legales europeas: las corporaciones y transnacionales norteamericanas»
Multiplicar el dominio norteamericano sobre Europa
Los promotores del TTIP defienden que este tratado es necesario para liberalizar todos los sectores de la economía y para unificar leyes y normativas a ambos lados del Atlántico, para reducir costes y retrasos innecesarios para las grandes empresas. Y por supuesto, anuncian que el libre comercio EEUU-UE dinamizará la economía y creará millones de puestos de trabajo.
Pero la experiencia histórica de los tratados de libre comercio impulsados por Wall Street nos habla de otros efectos. Cuando en 1994 Estados Unidos, Canadá y México firmaron el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (NAFTA), aseguraron que se crearían más de 20 millones de empleos sólo en México. Dos décadas después, se calcula que ha destruido al menos un millón de puestos de trabajo en el país azteca. Los mismos estudios de la Comisión Europea prevén que la firma del TTIP conlleve la pérdida de empleos en la UE en sectores económicos como la electrónica, la metalurgia, la comunicación o la ganadería.
¿Y que tipo de empleo podemos esperar que se genere si las normativas laborales europeas se enrasan con las norteamericanas?. Fruto de décadas de poder hiperconcentrado de la clase dominante norteamericana sobre su aparato estatal, de un casi inexistente movimiento sindical, y de que el «Estado del Bienestar» es un concepto desconocido en suelo estadounidense -Washington nunca tuvo necesidad de crearlo, como sí tuvo que promoverlo en Europa, fruto de las necesidades de la Guerra Fría- en casi todos los campos, la legislación laboral estadounidense es cualitativamente más ventajosa para corporaciones y monopolios que la comunitaria, y mucho más implacable en lo que se refiere a las clases trabajadoras.
EEUU no ha firmado jamás los principales acuerdos de la Organización Internacional del Trabajo (OIT), lo que le permite mantener un régimen de explotación y ausencia de derechos laborales todavía mucho mayor que el que padecemos en Europa. Antes o después, se perderían o se limitarían gravemente derechos fundamentales como el de la representación colectiva de los trabajadores. Los convenios colectivos, sectoriales, etc… pasarían a valer menos que el papel en el que están inscritos. Y su efecto -a la baja- en los salarios sería inmediato, a juzgar por la experiencia salarial de los trabajadores norteamericanos nada más firmar el NAFTA. Baste sólo recordar las negociaciones sobre Eurovegas y las ignominiosas condiciones laborales -propias de una semicolonia o una maquila tercermundista- que el grupo Las Vegas Sands del millonario Adelson intentó imponer en su macroproyecto del sur de Madrid para hacernos una idea de qué tipo de marco laboral europeo buscan imponer… en toda Europa
No sólo los derechos laborales ser verían inmediata e implacablemente atacados, también nuestros derechos como consumidores. EEUU tiene estándares medioambientales y de seguridad alimentaria tan mínimos que permitirían la entrada en la UE de cualquier tipo de alimento transgénico, de carne tratada con hormonas o el uso de miles de productos químicos hasta ahora vetados por la legislación medioambiental europea. El consumidor europeo podría -sin llegar a sospecharlo- adquirir productos nocivos para la salud, mientras que el litigio sobre la prohibición o no de tales productos aún estuviera resolviéndose en parlamentos o tribunales. Para hacernos una idea del desembarco de productos vetados en Europa que permitiría el TTIP, sólo en el mercado cosmético -según la OCU- hay unas 1.328 sustancias prohibidas por las autoridades comunitarias que verían derribadas de golpe todas las restricciones para ser comercializadas. Frente a Estados Unidos, donde solo se prohíben 11 compuestos autorizados en la UE. Así, la balanza comercial entre EEUU y Europa -favorable a esta última- podría equilibrarse e incluso invertirse.
Poder sin mesura para los grandes monopolios
El TTIP es una auténtica constitución económica que afectaría a todos los aspectos de la vida de los países europeos, eliminando toda clase de limitaciones al poder de las grandes corporaciones, contribuyendo y acelerando la concentración del capital y ahondando aún más el inmenso abismo social, ambos factores ya de por sí espoleados por la crisis. Semejante tratado acelerará la ruina de la pequeña y mediana empresa o del pequeño comercio. En particular en el campo, el tratado potenciará las grandes corporaciones de la agroindustria en detrimento de las pequeñas explotaciones agrarias, agudizando el hundimiento de pequeños agricultores, además de mermar a la soberanía alimentaria y la calidad en la alimentación. «En la lucha contra esta nueva OTAN económica, queda claro con una nitidez meridiana cómo la lucha contra los recortes y el saqueo… son indivisibles de la lucha por la soberanía nacional»
En el terreno de los derechos sobre la propiedad, sus efectos también son tan claramente favorables a las grandes corporaciones como lesivos para la ciudadanía. En el uso de internet, se aplicará la restrictiva legislación estadounidense, que además de que castiga severamente la práctica de compartir archivos en la web, es mucho más permisiva con la vigilancia policial o el acceso a datos privados. El TTIP además blindará celosamente patentes y royaties, dificultando enormemente el desarrollo y acceso a medicamentos genéricos.
Uno de los apartados más polémicos del TTIP es el `mecanismo ISDS´ o `blindaje de protección de las inversiones´, por el cual cualquier inversor privado internacional puede demandar ante la justicia cualquier legislación (laboral, social, comercial o ambiental) que interfiera con sus beneficios. Pero no ante los tribunales ordinarios de cada país, ni siquiera ante los tribunales comunitarios, sino ante tribunales de arbitraje, similares a los que median en litigios entre empresas. Tribunales de arbitraje que -al igual que las agencias de calificación- son privados y ligados… al FMI y al Banco Mundial, es decir, al gran capital norteamericano. La jurisprudencia internacional se ha saturado de estos casos en los últimos años: casi 600 demandas de transnacionales contra normativas nacionales, contra 98 países distintos. (Ver Cuadro)
El TTIP busca multiplicar el ya abrumador poder que tienen monopolios, corporaciones y lobbies sobre los Estados. El poder monopolista sobre la toma de decisiones en Bruselas ya es casi omnímodo. Un reciente artículo de The Guardian revela que «en una medida u otra, los lobistas influyen en alrededor de un 75% de las decisiones comunitarias. Por ejemplo, las compañías de telecomunicaciones han boicoteado sistemáticamente cualquier intento del Parlamento Europeo por limitar los precios abusivos que los europeos pagan por usar el móvil». Con un marco legal que les permite demandar y paralizar inmediatamente, a su antojo, cualquier intento legislativo -sea europeo, nacional, autonómico o municipal- que cuestione sus intereses o beneficios, ¿que no van a poder imponer los grandes capitales para aplastar a la sociedad civil?
Demandas de multinacionales a leyes nacionales en el marco de Tratados de Libre Comercio (TLC)
Gracias a los apartados y cláusulas de protección de inversiones existentes en los TLC que Washington ha establecido de forma bilateral con muchos países del mundo, las grandes transnacionales han conseguido en los últimos años demandar, paralizar, y obtener multimillonarias indemnizaciones de multitud de medidas soberanas tomadas por países del mundo entero. Demandas como las siguientes podrían estar a la orden del día de aprobarse el TTIP.
– Lone Pine contra Canadá (2012). La norteamericano-canadiense Lone Pine, dedicada a la extracción de petróleo y gas mediante la controvertida y muy contaminante técnica de fracking, exige una indemnización de 250 millones de dólares canadienses a la provincia de Quebec, que revocó licencias de perforación y declaró una moratoria para estas prácticas. «Demandas como las siguientes podrían estar a la orden del día de aprobarse el TTIP.»
– Veolia contra Egipto (2012). La multinacional francesa demanda al estado egipcio ante CIADI, un tribunal dependiente del Banco Mundial, por la elevación de 31€ el salario mínimo, porque afectaba a sus costes salariales en el contrato de recogida de basuras de Alejandría.
– Philip Morris contra Uruguay y Australia (2011). El gigante tabaquero demanda a ambos paises por el empaquetado genérico de cigarrillos y las advertencias sobre los efectos nocivos del consumo de tabaco en las cajetillas. La corporación reclama a Uruguay una indemnización de 2.000 millones de dólares por daños y perjuicios.
– Vattenfall contra Alemania (2012). La gigante de la energía sueca Vattenfall reclama una indemnización superior a los 3.700 millones de euros por el desmantelamiento de las centrales nucleares, cerradas por el gobierno alemán tras el desastre de Fukushima.
¿Por qué ahora el TTIP?
Aunque los antecedentes de los intentos norteamericanos por lograr un acuerdo semejante se remontan a 1990, al mandato de George Bush padre -recién acabada la Guerra Fria- no es hasta la presidencia de Barack Obama cuando han tomado verdadera entidad y velocidad de crucero.
La razón no es otra que el agudo y acelerado declive de la superpotencia norteamericana en todos los terrenos, especialmente en el plano económico y político. En sólo una década su peso económico en el mundo ha decaído del 25% del PIB Mundial al 19%, agudizándose rápidamente tras el crash de Lehman Brothers en el 2008. Pero a sus socios y vasallos europeos tampoco les ha ido mucho mejor. Al igual que a EEUU, las viejas potencias europeas, con Alemania, Francia o Reino Unido a la cabeza, se apropian de una porción de la riqueza mundial cada vez menor. EEUU y su esfera de influencia pierde peso de forma inexorable frente al ascenso de toda una pléyade emergentes por todo el planeta, encabezadas por los BRICS y muy en especial por China. «La razón última del TTIP impulsado por EEUU está en su acelerado declive. Necesitan incrementar y hacer estructural el saqueo sobre Europa»
Ante esta situación, la oligarquía norteamericana está obligada a incrementar el saqueo, el expolio y la apropiación de las fuentes de riqueza de los países que están en su órbita de dominio, en especial a los que concentran los medios de producción más desarrollados y una mano de obra altamente cualificada. Intensificar, extender y hacer estructural la penetración de los grandes capitales norteamericanos sobre el conjunto de Europa es el primer objetivo del TTIP.
Pero además -y en esto coluden los intereses de las oligarquías financieras de ambos lados del Atlántico – el TTIP busca blindar el mercado transatlántico a las mercancías y las inversiones no deseadas de los países emergentes. Hacer frente a China -en el momento en el que el gigante asiático esta sólo a siete billones de dólares a desplazar a la superpotencia como primera economía mundial- y aislar comercialmente a Rusia -en un momento de tensión creciente entre Washington y Moscú, agudizado por la intervención en Ucrania- dos intereses geostratégicos de primer orden que persigue el hegemonismo norteamericano.
EEUU busca un tercer interés geostratégico con el TTIP. Fruto de su declive y del saqueo creciente al que la oligarquía norteamericana ha sometido a Europa, los intereses de no pocos sectores de las burguesías monopolistas europeas se han visto lesionados. Eso inevitablemente provoca fisuras, fricciones y en algunos casos, la aparición de líneas políticas que cuestionan más o menos abiertamente el diktat norteamericano y que proponen -en consonancia con el orden mundial multipolar que se abre paso- relaciones más intensas de Europa con las economías emergentes y los BRICS. Tal es el ejemplo de los múltiples lazos económicos que tienen importantes sectores monopolistas alemanes o franceses con Rusia, o de la línea del Frente nacional de Marie LePen que cobra fuerza en Francia.
El TTIP -una auténtica OTAN económica- busca potenciar una poderosa reorientación económica y comercial -e inevitablemente política y militar- de Europa hacia la superpotencia norteamericana, y alejar, obstaculizar o impedir cualquier veleidad neutralista o contraria a los intereses norteamericanos en el seno de las clases dominantes europeas.
Detengamos al caballo de Troya. No al TTIP
El Tratado de Libre Comercio con EEUU es una gravísima amenaza para las condiciones de vida y de trabajo de los pueblos de toda Europa, así como un tiránico secuestro de la soberanía nacional de los países del continente. A pesar del secretismo que rodea a su redacción y aprobación, se está levantando un fuerte y creciente movimiento de rechazo popular para derribarlo. El pasado 18 de abril, convocadas por una dinámica coordinadora, más de 500 movilizaciones (78 en las ciudades españolas) denunciaron al TTIP por toda la geografía europea. «Sólo si los pueblos nos dotamos de fuerza política podremos conjurar la amenaza de este auténtico caballo de Troya «
El gobierno griego de Syriza ya ha declarado que está dispuesto a usar todas sus armas políticas -incluso a usar su derecho a veto- para impedir que se apruebe en las instituciones de la Unión. Pero aunque esa sea una alentadora noticia, no debemos confiar en que eso baste. Los intereses hegemonistas y monopolistas que empujan a que se apruebe son extraordinariamente fuertes. La superpotencia norteamericana necesita imperiosamente el TTIP, y va a utilizar todos sus numerosos y potentes resortes de poder para imponerlo.
En la lucha contra esta nueva OTAN económica, queda claro con una nitidez meridiana cómo la lucha por la mejora de las condiciones de vida y trabajo contra las agresiones monopolistas, la lucha por las libertades y derechos civiles, la lucha contra los recortes y el saqueo… son indivisibles de la lucha por la soberanía nacional. Sólo si los pueblos nos dotamos de fuerza política -de conciencia y de organización- podremos conjurar la amenaza de este auténtico caballo de Troya… de Wall Street.