Ha vuelto a suceder. La lucha de las clases trabajadoras de Brasil ha acabado por derrotar los esfuerzos del Imperio por intervenir y «reconducir» la vida política de los países que tratan de zafarse de su dominio. En todo el continente hispano, los pueblos luchan y avanzan, logran victorias, reconquistan terreno… y el hegemonismo y sus lacayos sufren reveses, derrotas y fracasos, perdiendo poder e influencia. Este es el imparable signo de los tiempos en América Latina.
El retorno de la izquierda al gobierno de Brasil es una enorme victoria no sólo para las clases populares brasileñas, sino para el conjunto de países y pueblos de Iberoamérica. Supone la derrota definitiva de la contraofensiva reaccionaria que a mediados de la década pasada lanzaron los centros de poder hegemonistas sobre el continente para hacer caer los gobiernos de signo progresista y antiimperialista.
Pero en todo este tiempo, la lucha de los pueblos nunca dejó de arreciar, primero frenando y limitando esa contraofensiva hegemonista, bloqueándola después… y finalmente, en un proceso zigzagueante, logrando revertir la tendencia de toda América Latina. Y así, en los últimos años hemos sido testigos de enormes victorias de los pueblos, y de sonoras derrotas de la reacción y el hegemonismo.
En Colombia, hace pocos meses, Gustavo Petro ganaba las elecciones y formaba el primer gobierno progresista de toda la historia colombiana, creando mejores condiciones para que el país -considerada uno de los más firmes bastiones del dominio norteamericano sobre América Latina- pueda dar firmes pasos hacia un mayor progreso económico y social, y sobre todo hacia la conquista de mayores cotas de soberanía frente a Washington.
Poco antes, en Perú, otra de las consideradas «plazas fuertes» de EEUU en la cordillera andina, una opción de izquierda antiimperialista, el Perú Libre de Pedro Castillo, lograba una victoria electoral contra la ultraderechista y proyanqui Keiko Fujimori. Un triunfo -gracias a la larga lucha de los campesinos, obreros, indígenas y otros sectores populares- que sumaba a Lima a los gobiernos del frente antihegemonista latinoamericano.
Meses después, en Honduras, la coalición de izquierdas liderada por Xiomara Castro -esposa del expresidente Manuel Zelaya, depuesto por un Golpe de Estado «made in USA» en 2009- ganaba las elecciones. Era el producto de una larga marcha de organización y lucha contra los gobiernos herederos del Golpe, tan antipopulares como corruptos y tutelados por Washington.
Antes, en octubre de 2019, un estallido social en Chile había iniciado un proceso irreversible, agrietando para siempre el modelo híper-neoliberal heredado de la dictadura militar, que otorgaba plenos poderes a la plutocracia financiera de Santiago y al gran capital de Wall Street para privatizarlo todo. En pocos años, la enérgica lucha del pueblo chileno logró poner en jaque y tirar a la basura la Constitución de Pinochet, y llevar a la Moneda a una presidente de izquierdas, Gabriel Boric, que reclama la herencia de Salvador Allende.
Los pueblos de Hispanoamérica avanzan, consiguen victorias, recuperan el terreno arrebatado… e infligen sonoras derrotas al hegemonismo y sus lacayos, que retroceden sin cesar.
En octubre de 2020, la contundente victoria del MAS en Bolivia suponía la derrota definitiva del Golpe de Estado -de inequívoca inspiración norteamericana- con que la derecha y los militares habían depuesto el gobierno de Evo Morales en noviembre de 2019. Un año antes, la persistente movilización de las clases populares en Argentina contra el antipopular, reaccionario y entreguista gobierno de Mauricio Macri -que además de atacar duramente las condiciones de vida y de trabajo, había multiplicado el endeudamiento del país con el FMI- lograba la victoria del Frente de Todos.
En México, tras décadas y décadas de gobiernos corruptos y títeres de Washington, el ejecutivo progresista de López Obrador lleva desde 2018 ganando cotas de autonomía y soberanía antes impensables respecto al gigante del otro lado del Rio Grande. Y -no sin dificultades y graves errores en el tratamiento de las contradicciones en el seno del pueblo- los gobiernos antiimperialistas de Venezuela, Nicaragua y Cuba siguen resistiendo a las injerencias, ataques e intervenciones que llegan de EEUU.
Mientras, países como Ecuador, Uruguay, Paraguay, Puerto Rico, Haití, Guatemala, Panamá… bullen de luchas populares contra sus gobiernos entreguistas a los intereses del imperialismo. No hay rincón del continente donde la lucha de los pueblos, de manera zigzagueante, no avance, no gane -paso a paso y batalla tras batalla- mayor conciencia y organización.
La victoria de Lula, del PT, de la izquierda y los movimientos sociales en Brasil es un extraordinario hito en esta cadena de victorias populares en Iberoamérica. Pero no será ni mucho menos el último triunfo, porque el signo de los tiempos en el continente es claro y contundente: ¡los pueblos avanzan, y el Imperio retrocede!
Carlos pdfs dice:
Un muy buen texto https://www.fgbueno.es/hem/2000nuce.htm
Carlos pdfs dice:
«Gustavo Bueno defendió la pertenencia de España a la Comunidad Hispánica, único sitio desde donde cobra pleno sentido tanto nuestra realidad actual como nuestro destino y nuestro futuro. Y no sólo para nosotros, pues la encrucijada a la que se enfrentan hoy los países iberoamericanos es la de convertirse en el reverso de la América anglosajona, como una inmensa reserva de mano de obra barata para el dólar, o bien, como propone Gustavo Bueno, «avanzar en la liberación de EE UU, desde la independencia política y cultural de los pueblos hispano-americanos, desarrollando la cultura y la lengua común, y defendiendo los intereses que ellos puedan tener en vivir dentro de una comunidad hispánica frente al imperialismo yanqui».
La constitución de una Confederación hispánica o iberoamericana, con un Mercado Común del orden de 500 millones de habitantes, es, para el profesor Bueno, la única alternativa que los pueblos americanos, así como España y Portugal, tienen abierta para liberarse del Imperio angloamericano. «Es necesario, concluyó, darnos cuenta de dónde estamos y las posibilidades de actuar desde esta plataforma sobre todo el género humano». Ahondó en esta tesis desarrollando sus ideas acerca de las características del imperio español como un «imperio generador» frente a los «imperios depredadores» como los anglosajones.»
Carlos pdfs dice:
Muy buen artículo, sobre todo el mapa, que está todo rojo, ya se pueden unir los países latinos(no os olvideis de la vieja España). Hombre, si es que es normal, con gobiernos títeres de los EEUU, la población se muere de hambre. Ya lo dice «la teoría de los 3 mundos» de Mao :»el motor de la Revolución es el tercer mundo»
De regalito, me remonto siglos atrás, de cómo ha pasado ésto y os vuelvo a poner la película de «Queimada», del guerrillero Comunista Pontecorvo y genial director de cine. Con un excelente Marlon Brando https://youtu.be/mCNkA6q1Rsk
Sobre cómo el naciente imperio británico «independiza» las colonias españolas (que también es cierto que con los Borbones era inevitable), para quedarselas ellos
También lo han intentado en Euskadi y Cataluña, no hay más que ver la Ikurriña, que es un calco de la bandera británica y como decía el socialista Vasco Indalecio Prieto «una Euskadi gobernada por el PNV no es más que un Gibraltar Vaticanista»
Que lo disfruteis
Carlos pdf dice:
No, que Indalecio Prieto era de Oviedo, un lapsus
Aquí os dejo un discurso, que para el PSOE de Felipe González sería franquista. Pues no hijo, no, es del PSOE del 36
«Abogamos por un imperialismo español, pero un imperialismo puramente interior, que es el que consiste en imperar sobre nosotros mismos. El pacifismo típico de nuestras ideas socialistas nos hace repugnar todo afán de imperialismo bélico, de dominio sobre otros pueblos, sobre otras razas, sobre otras tierras; pero, aun sin ese espíritu pacifista, la propia realidad económica y social de España empuja a la convicción de que España no puede tener un ideal internacional que no sea el de vincular fraternalmente con lazos más fuertes aquella solidaridad racial con los pueblos de América que España creo, y con respecto a los cuales era evidentemete una dificultad, un obstáculo un entorpecimiento, el régimen monárquico; que sobre esas apetencias de mayor solidaridad con los hombres de nuestra raza que habitan extensiones inmensas de territorios al otro lado del Atlántico, nosotros tenemos también la ilusión, la esperanza, de vivir en relaciones de franca y cordial amistad con los pueblos más próximos a nosotros, con aquellos que nos circundan.”