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¿Y si nos salimos del Euro?

La Comisión Europea y el gobierno alemán lo han conseguido. Europa ya está técnicamente en recesión, con tres trimestres consecutivos de crecimiento intertrimestral e interanual negativos. La razón es muy sencilla, la implementación del austericidio fiscal y salarial como receta económica.

La austeridad la vienen demandando, por un lado, aquellos que pretenden liberar renta del resto de los ciudadanos europeos para recuperar lo invertido, básicamente Alemania; y, por otro, aquellas élites patrias quebradas que pretenden extraer renta de los demás para mantener sus privilegios, el sistema bancario. En un contexto de balances contaminados y aumento de la mora de los préstamos ya concedidos el sistema bancario quiere recapitalizarse a nuestra costa. El último esperpento es nuestro banco malo SAREB.

Lo más grave es que, tras el hundimiento económico y la miseria social que se ha derivado de la implementación de sus recetas, siguen erre que erre. La «troika» (FMI, BCE y Comisión Europea), formada por una panda de ineptos que no dan una en materia de previsión económica, vuelven a solicitar otra nueva ronda de ajustes para la economía de nuestra querida España.

Pero ahí no queda todo. Hans-Werner Sinn, presidente del influyente think tank alemán IFO, afirmó en una reciente entrevista en El País, que “dentro de unos años, nuestros hijos se verán obligados a ir al Sur de Europa a recuperar nuestro dinero”. Ahora, proclama que el Sur tiene que acometer una sensacional devaluación interna, y que ya no hay excusas: eso o el final del euro. A partir de aquí cabe hacernos una pregunta. ¿Y si nos vamos del euro? ¿Qué ocurriría? Pero vayamos por partes.

El Sur de Europa rescató a Alemania

Al señor Hans-Werner Sinn, presidente del IFO, lo que hay que decirle es que su análisis además de xenófobo es falso. El economista jefe de Nomura, Richard Koo, a mediados del año pasado publicó una excelente nota bajo el sugerente título “The entire crisis in Europe started with a big ECB bailout of Germany”. Léala señor Sinn.

Según Koo el denominado “problema de competitividad” de los países del Sur de Europa fue consecuencia de una política monetaria excesivamente expansiva del BCE. Ésta tenía como objetivo último estimular la economía con el fin de que Alemania no tuviera que expandir su crecimiento vía política fiscal. Sin embargo el impacto sobre la demanda interna de Alemania fue nulo, al encontrarse en recesión de balances. Por el contrario aceleró e infló hasta límites insospechados las burbujas en la periferia, especialmente la inmobiliaria, lo que impulsó las importaciones alemanas, rescatando al país teutón de los miedos provocados por el estallido de la burbuja tecnológica, de la que apenas se beneficiaron los países europeos del Sur.

No hubiera habido necesidad de una política monetaria tan expansiva por parte del BCE, y por lo tanto, ninguna razón para que la brecha de competitividad con el resto de la zona euro se ampliara a los niveles actuales, si Alemania hubiera utilizado el estímulo fiscal para hacer frente a la recesión de balances. Los creadores del Tratado de Maastricht no preveían una recesión de balances en la elaboración de dicho documento. El actual problema de competitividad sólo es atribuible al límite del 3% del Tratado sobre el déficit fiscal, lo que coloca exigencias poco razonables en materia de política monetaria del BCE durante este tipo de las recesiones. ¡Los países del Sur de Europa no tienen la culpa señor Sinn!

¿Y si nos salimos del euro?

Y ahora, cuando España está en una intensa recesión de balances, consecuencia de una brutal deuda privada alimentada alrededor del sector inmobiliario, con el objetivo último de salvar a Alemania, el país teutón junto a la Troika nos sigue imponiendo duros ajustes fiscales. Ante ello cabe preguntarse, qué ocurriría si nos salimos del euro. La otra opción, propuesta por George Soros, sería echar a Alemania.

Siguiendo a Alberto Alonso (2009) en un excelente artículo publicado en 2009 ‘¿Puede sobrevivir el euro?’, la característica fundamental de Alemania es que de manera persistente presenta una insuficiencia crónica de demanda, y su objetivo es colocar fuera sus excedentes de producción para alcanzar el pleno empleo (superávits por cuenta corriente), mediante mejoras de su competitividad a través de una disciplinada clase trabajadora. Estos superávits se traducen en déficits para el resto de países, que reciben el ahorro alemán, generándose burbujas financieras y procesos de endeudamiento en los países del Sur.

Al final las burbujas acaban estallando, pero conforme los individuos del Sur pagan sus deudas y no contratan nuevas, se debilita la demanda agregada, pero no sobre la producción alemana, sino sobre la propia, y este proceso de desendeudamiento tiene efectos negativos sobre los países del Sur. Empiezan a funcionar los estabilizadores automáticos, caen los ingresos fiscales y aumentan los gastos, disparándose el déficit público como respuesta al desendeudamiento privado. Como consecuencia se incrementa la deuda pública.

Hay un momento en el que los inversores se resisten a comprar esa deuda, pura cuestión de confianza, y desde el norte se impone austeridad fiscal. Se incrementa el descontento social, que a su vez acelera el incremento de los tipos de interés, que a su vez aumenta la deuda sobre el PIB. Se entra en una dinámica perversa acreedor-deudor, que acaba hundiendo al deudor.

Como Alemania no quiere incurrir en un déficit por cuenta corriente, saludable para el resto, la solución requiere una extinción de la deuda porque ésta inhibe la demanda y lastra el dinamismo de la economía. Cómo se puede extinguir esta deuda en el seno de la UEM: quiebra de los deudores, expropiación del patrimonio de los países deudores (privatizaciones), o el default. Su tesis es que si los países del Sur saliesen del euro, el crecimiento hipertrófico de la deuda cesaría y la existente podría pagarse sin conflicto, de forma acordada entre países deudores y acreedores, si a éstos, los acreedores, les interesa cobrarla.

El profesor Alonso, mantiene que no hay que dramatizar sobre la salida del euro, al ser un experimento fracasado, ya que, según él Alemania no quiere nunca incurrir en un déficit por cuenta corriente saludable para el resto, y al final todo acaba en el proceso descrito previamente.

Los problemas de salida del euro, siguiendo a Alonso, son que la agonía se alargue, o que la salida sea desordenada, traumática y conflictiva. Sobre lo primero, hay que contar que las élites defenderán hasta el último aliento su ideología y su poder. Por otra parte, hay que evitar a toda costa el conflicto entre países, y para ello, según Alonso, los países del Sur deben asumir el pago de la deuda, que fuera del euro es asumible, que renuncien al default y que sea Alemania la que decida qué parte de la deuda quiere cobrar y a qué ritmo, teniendo en cuenta que la depreciación del tipo de cambio de los países del Sur para pagarla supondrá la contracción de sus sector exterior (es un trade-off entre recuperar la mayor parte de la deuda a costa de hundir su sector exterior).

Conforme pasa el tiempo, y ante la negativa a un proceso de reestructuración de la deuda, hasta aquellos que defendíamos nuestra permanencia en el euro empezamos a tener nuestras dudas.

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