“No Other Land” gana el Oscar a mejor largometraje documental

Y Palestina tomó Hollywood

El Oscar a 'No Other Land' es una nueva victoria del pueblo palestino, otro grito de los que en todo el planeta, también en Israel, claman contra el genocidio y el terrorismo.

El momento de mayor altura de la ceremonia de los Oscars no fue la entrega de alguno de los premios considerados principales. Llegó cuando se anunció que el Oscar al mejor largometraje documental se concedía a No other land.

Un palestino y un israelí lo recogieron.

Basel Adra, desde la Cisjordania ocupada, hizo sonar una voz tan serena como tajante y atronadora: “Espero que mi hija no tenga que vivir la misma vida que estoy viviendo yo, siempre bajo vigilancia, con invasiones, desplazamientos y una ocupación. Pedimos acciones para acabar con esta injusticia y la limpieza étnica del pueblo palestino”.

Yuval Avraham habló desde la sociedad israelí que se moviliza contra la barbarie ejecutada en Palestina por el Estado sionista, clamando por igual contra el genocidio y el terrorismo: “La destrucción atroz de Gaza y su gente tiene que acabar, los rehenes israelíes en Gaza tienen que ser liberados. Cuando veo a Basel, veo a mi hermano, pero no somos iguales”. Y atreviéndose, en las mismas entrañas de la bestia, a denunciar la más que complicidad de EEUU con los crímenes que sufren los palestinos: “Necesitamos una solución política sin supremacía étnica. La política exterior de este país ayuda a bloquear este camino, ¿no ven que estamos entrelazados? Solo puede estar seguro mi pueblo si los palestinos están libres de verdad”.

Ovación colectiva. La más atronadora de toda la noche de los Oscars.

No other land nos lleva hasta 19 pequeñas aldeas en las montañas del sur de Cisjordania. El Estado israelí ha decidido borrarlas del mapa para construir un campo militar. Con fría y criminal precisión ejecuta un plan para expulsar a los palestinos de sus tierras, destruyendo aldeas, derribando casas y escuelas, cegando pozos…

Pero el auténtico protagonista de la película es la indoblegable resistencia del pueblo palestino, lleno de vida y capacidad de lucha. Reconstruyendo por la noche las casa derruidas durante el día. Con mujeres y niños enfrentándose al ejército para construir un colegio.

No other land nos mueve a la solidaridad y a una justa indignación. Pero sobre todo a la acción. Como nos recuerda Basel Adra “no es una película para dar pena. Es una película para cambiar, aunque solo sea un poco, lo que sucede. La injusticia no es un problema de unos pocos, la injusticia nos concierne a todos”.

En No other land está el pueblo palestino, con su altura de gigante. Pero también esa parte de la sociedad israelí, a menudo silenciada, que ha dado un paso al frente contra la barbarie. En la mitad del equipo, que ha trabajado codo con codo con sus homólogos palestinos.

El Estado israelí ha censurado la película, arrojando furiosos ataques contra todos los que han participado en ella, que han recibido amenazas de muerte. Pero la ONG pacifista israelí Omdim Beyahad, coliderada por un judío y una árabe, ha anunciado que proyectará la película de forma gratuita en sus centros comunitarios en todo el país.

En las conversaciones entre los dos directores, Basel Adra y Yuval Avraham, uno palestino y otro israelí, los momentos más emotivos de la película, está el magma de donde surge incontenible la paz justa que ambos pueblos necesitan, y que una inmensa mayoría del planeta exige.

“Pedimos acciones para acabar con esta injusticia y la limpieza étnica del pueblo palestino” (Basel Adra, director de No other land)

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Entre el genocidio y el racismo

“Mo” nos ofrece otra cara de la odisea del pueblo palestino

Mo vive en Texas, y mientras se desvive por sacar adelante a su familia palestina se golpea una y otra vez contra un Estado norteamericano que deglute a los mismos trabajadores inmigrantes de los que se alimenta.

Dos mundos, dos realidades, que se conectan. La de un exilio forzado a golpe de más de siete décadas de genocidio que han devastado Palestina. Y la de una supepotencia que en el exterior sostiene los crímenes sionistas y en su interior alberga el infierno del racismo.

Un insalvable laberinto burocrático niega una y otra vez a Mo su visado, la “carta de libertad” para vivir en una situación de legalidad. Enfrentándose a los comentarios de un funcionario que hoy, con la barbarie de Trump, suenan salvajemente actuales: “Podrías estar en Guantánamo con tus amigos”.

Con “Mo”, serie que podemos seguir en Netflix, el humorista de origen palestino Mo Amer nos ofrece -con dosis de humor que ayudan a digerir un mensaje extremadamente agrio- una nueva visión de la odisea del pueblo palestino, esta vez lejos de su tierra.

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