El 1 de mayo -precisamente esa fecha- de 1.941 se estrenó en el RKO Palace de Boradway el «Ciudadano Kane» de Orson Wells. Hace exactamente 75 años. Y entonces, el cine volvió a nacer, como lo hizo con Griffith o con Eisseinstein. Porque Wells abrió a hachazos, como avanza lo nuevo frente a lo viejo, una nueva forma de hacer cine.
“American” o el negro corazón de Wall Street
Hoy “Ciudadano Kane” es considerada por muchos como la mejor película de la historia del cine. Pero pudo haber sido una criatura non nata.
W. R. Hearst, entonces el principal magnate norteamericano de los medios de comunicación, ofreció un millón de dólares para comprar todas las copias y destruirlas.
El Charles Foster Kane de Wells era una referencia demasiado explícita a Hearst. Pero no solo se defendía a sí mismo, también al conjunto de la gran burguesía norteamericana. «El “gran hombre” que todo lo domina acaba convertido en un “pobre hombre” consumido y empequeñecido»
A través de Kane-Hearst, Wells hace una radiografía de la oligarquía yanqui, del capitalismo norteamericano. Por eso el título inicial de Wells -y que los grandes estudios obligaron a cambiar- era simplemente “American”.
El atrevimiento era mayúsculo. Sería imposible hacer hoy en España un retrato de los Botín, que digujara por elevación las mezquindades de toda la oligarquía española.
Y es que Wells no se enfrenta a “presidentes corruptos” o a “los excesos de los políticos”. No son el centro de sus preocupaciones porque ellos, a pesar de sus fechorías, no son los que tienen verdaderamente el poder. Wells dispara, con una radicalidad explícita, hacia el corazón de la gran burguesía norteamericana.
Ni siquiera se detiene en Hearst, porque evidencia como, a pesar de su inmensa fortuna, existen poderes que están por encima de él. En primer lugar los grandes bancos, que dirigieron desde Wall Street el incremento de su fortuna. Y que mantienen en todo momento una posición dominante. Cuando estalla el crack del 29, Kane-Hearst no forma parte de los “beneficiados” sino de los “perjudicados”. Son los grandes bancos los que le imponen las condiciones para poder seguir disfrutando de su fortuna y su elevada posición social.
Pero Wells no se conforma con una superficial crítica política. Nos presenta sin velos los mismos fundamentos morales de esta nueva plutocracia. Progresivamente poseída por el delirio de que todo se puede reducir al mezquino interés del dinero (arte, prestigio, amor, amistad…). No hay nada ni nadie sagrado, todo es susceptible de ser “adquirido”.
Desde la madre que entrega a su hijo a un banco, con el único objetivo de que ascienda de clase, y convierta la nueva fortuna adquirida -siempre por métodos sucios- en poder.
Hasta el Charles Foster Kane que convierte hasta lo más sagrado en una posesión que es necesario dominar. Su primera esposa es una nueva propiedad, equiparada a las estatuas adquiridas en Europa. Su segunda esposa es transformada en un juguete roto. El amor inicial, sincero, se convierte en una nueva posesión, que debe aceptar los delirios del patrón. La amistad real con quien será quizás su único amigo es dinamitada cuando éste deja de ser un mero acompañante y se atreve a enfrentarse a Kane como un igual.
Quienes son grandes y quienes son pequeños
Wells no nos presenta a Kane como un “ultra” de derechas, una especie de Donald Trump de la época. Por el contrario, Kane se presenta como el “capitalista reformador”, preocupado por los trabajadores, por la decencia de la política, por “el bien común”.
La posición de Wells por el pueblo está definida cuando hace que el amigo de Kane, borracho y por eso capaz de decir la verdad, le dice: “Siempre has hablado del pueblo como si fuese una cosa tuya. Como si te perteneciera. Desde cuando yo recuerdo has hablado de concederle al pueblo sus derechos como si pudieras regalarles la libertad en recompensa por los servicios prestados. Te has olvidado del trabajador. Sí, escribes mucho sobre los problemas de los pobres, y has llegado a convertirlo en una costumbre. Y no te va a gustar cuando te enteres que tus trabajadores reclaman lo que les pertenece por derecho propio y no como un regalo tuyo. Cuando todos esos “pobrecitos indefensos” lleguen a unirse serán más poderosos de lo que imaginas, y entonces ya sé lo que harás, irte a una isla desierta para poder reinar sobre los monos”.
La posición de Orson Wells ante el poder está expresada en la transformación, física y moral, de Kane. Un proceso semejante al que que sigue el Ivan el Terrible de Eisenstein. La energía y jovialidad de sus inicios se trueca en decrepitud.
Todas las valiosas posesiones son embaladas -para ser vendidas y trasnformadas en dinero-. Eso es lo que, en la versión oficial, define a Charles Foster Kane. Mientras sus sueños de infancia -el misterio escondido tras “Rosebund” que nadie sabe descifrar- es arrojado a las llamas como un trasto viejo y sin valor.
Esa infancia arrebatada, ese único momento donde el “gran hombre” fue en realidad una persona. Kane tuvo el dinero para comprarlo todo pero fue despojado de lo único que realmente le importaba. Lo ganó todo pero también lo perdió todo.
El “gran hombre” que todo lo domina acaba convertido en un “pobre hombre” consumido y empequeñecido.
Una nueva forma de hacer cine
Wells dirá que “en el lugar donde colocas la cámara hay ideología”. Porque estás presentando la realidad desde una u otra posición. Por eso la forma es también contenido. En la mirada está todo. «El contenido revolucionario exigía una forma revolucionaria. Por eso “Ciudadano Kane” abre una nueva forma de hacer cine»
Desde aquí debemos valorar todas las innovaciones en el lenguaje cinematográfico de “Ciudadano Kane”. El contenido revolucionario exigía una forma revolucionaria.
Wells destruye la linealidad narrativa, como ha hecho el cubismo en pintura o Prousy y Joyce en literatura. Convirtiendo “Ciudadano Kane” en un rompecabezas de múltiples perspectivas que nosotros, los espectadores, debemos encajar participando activamente.
El operador de fotografía de “Ciudadano Kane”, Gregg Toland, sufrió el mayor “martirio” de su carrera. Porque los encuadres que exigía Wells eran “imposibles” desde las tradiciones académicas. Pero cuando se abrían nos mostraban una realidad que jamás habíamos visto.
El gran angular, utilizado con maestría, inaugura nuevos enfoques, que hablan por sí mismos de los personajes. La presencia del techo en los decorados muestran los límites de la grandeza de Wells, recogido en un contrapicado que obligó a construir hoyos en el suelo, al tiempo que dotan a la escena de una tensión especial. El juego de luces y sombras crea una atmósfera, cercana al expresionismo, que se va oscureciendo o iluminando al compás de las necesidades de la historia. . Todos los elementos aportan un mensaje.
Para hacer “Ciudadano Kane”, Wells, gestado en lo mejor de la izquierda norteamericana y por ello expulsado de Hollywood, beberá de Griffith y Ford, pero también de Eissenstein y el expresionismo alemán.
Una caldera en ebullición de la que saldrá “Ciudano Kane”, una pelicula que no solo nos dice cosas que no sabíamos, sino que posee un poder de atracción y fascinación que la convierten en uno de los mayores logros culturales del último siglo.