La negativa del ayuntamiento de Vic a empadronar a los inmigrantes residentes no es un descontrolado brote de xenofobia. Es un ataque calculado a uno de los sectores más desprotegidos de la clase obrera y el pueblo trabajador. Se puede disfrazar de «racismo», o utilizar a la fascista Plataforma per Catalunya -sucedáneo lepenista y segunda fuerza política en Vic- como chivo expiatorio. No son más que maniobras para ocultar el auténtico móvil y los verdaderos culpables. Lo ocurrido en Vic forma parte de un movimiento general que, en España y en toda Europa, quiere cargar sobre las espaldas de los trabajadores la factura de la crisis. A través de drásticos recortes sociales, que en el caso de la inmigración significa un tratamiento parecido al del material desechable. No es racismo. Es algo mucho peor. Es explotación.
De Euroa a Vic El ayuntamiento de la localidad barcelonesa de Vic ha acordado que no empadronará a ningún inmigrante que se encuentre en situación irregular hasta que no acredite que ha cursado la solicitud o la prórroga del permiso de residencia.Una decisión contraria a la legalidad, que obliga a empadronar a cualquier residente, sea cual sea su situación administrativa. Y que, por los requisitos exigidos, hace imposible a un inmigrante ilegal acceder al padrón. Si tenemos en cuenta que la inscripción en el padrón da acceso a los servicios sociales -sanidad, educación…-, y que es la primera puerta a la legalización por arraigo, la propuesta del ayuntamiento de Vic condena a la marginalidad perpetua a una parte importante de los trabajadores inmigrantes.Ante este intolerable brote xenófobo, algunas voces intentan tranquilizarnos echándole la culpa a Plataforma per Catalunya, partido abiertamente racista dirigido por Josep Anglada -ex vicepresidente provincial de Fuerza Nueva-, que con cuatro concejales es la segunda fuerza municipal en Vic.Pero la medida no tiene la firma de una fuerza marginal, sino de los principales partidos catalanes. Ha sido aprobada por un alcalde de CiU, y respaldada por PSC y ERC, integrados también en el gobierno municipal.Otros colocan el foco en el sustrato xenófobo de las cavernas del nacionalismo excluyente. Y no vamos a negar que ese factor esté actuando. Vic es una de las cunas del nacionalismo más retrógrado. Y fue Pujol el primero que “advirtió” contra “los peligros” de que la inmigración hispana o musulmana “diluyeran la identidad de Cataluña”.Pero los ataques contra los trabajadores inmigrantes no son exclusivos de los feudos más rancios del nacionalismo catalán.La localidad madrileña de Torrejón ha impuesto también el boicot al acceso de los inmigrantes al padrón. Respetables medios como El Mundo han editorializado su apoyo al alcalde de Vic. Y Rajoy ha salido a la palestra para sentarse a lomos de la bestia y exigir el endurecimiento de la Ley de Extranjería.Venimos ya de una vuelta de tuerca, donde el mismo gobierno socialista que hoy se escandaliza ante lo sucedido en Vic, impuso una reforma legal que recortaba drásticamente derechos y endurecía notablemente las medidas represivas contra los trabajadores inmigrantes. Estamos ante una “oleada xenófoba” que inunda toda Europa. El gobierno de Berlusconi encabeza poco menos que una cruzada contra la inmigración. Y por el camino abierto por el primer ministro italiano circulan Sarkzozy o los conservadores británicos. Vic, el laboratorio del doctor Frankenstein El alcalde de Vic, el convergente Josep Maria Vila d´Abadal, afirma que van a impedir a los inmigrantes inscribirse en el padrón “para salvar la ciudad”.El presidente del PP en Barcelona, Xavier García Albiol, fue más claro al afirmar que “es una tremenda injusticia social que inmigrantes ilegales y locales estén en la misma lista de espera para operarse”.Detrás de la xenofobia no hay prejuicios morales, sino solamente el frío interés de la ganancia.Con el estallido de la crisis, las principales burguesías intentan por todos los medios trasladar la factura de la crisis a los trabajadores. Es lo que se conoce eufemísticamente como “políticas de ajuste”.Es lo que está haciendo Zapatero al subirnos los impuestos, recortar las pensiones o anunciar una reforma laboral cuyo único objetivo es bajar los salarios. Hay que reducir la deuda pública -inflada por los multimillonarios planes de rescate regalados a la banca- sin tocar un pelo los beneficios de Botín. Y eso exige drásticos recortes sociales.Este proyecto de la gran banca condena a unos trabajadores a sufrir salarios o pensiones de miseria… mientras arroja a otros, la clase obrera inmigrante, al pozo de la ilegalidad.Y Vic, donde la población de origen inmigrante es el 23% del censo, es un perfecto laboratorio para que el doctor Frankenstein azuze sus siniestros propósitos.La exclusión del padrón niega a un inmigrante ilegal el acceso a servicios esenciales como la sanidad, la educación o las ayudas sociales. Al tiempo que le cierra cualquier posibilidad de regularizar su situación.Condenado a ser eternamente ilegal, ese trabajador marroquí, senegalés o ecuatoriano se convierte en carne de cañón de la explotación. Pasa a formar parte de ese pelotón de jornaleros que en las plazas de los pueblos o en los rincones de las ciudades venden su fuerza de trabajo sin precio para poder subsistir.Este afán de superexplotación, que en tiempos de crisis se exacerba, es el auténtico motor de las medidas xenófobas. Del endurecimiento de la Ley de Extranjería pactado entre Zapatero y Rajoy… o del episodio racista en Vic.Y el origen del racismo no está en grupúsculos fascistoides como Plataforma per Catalunya. Estos son, en todo caso, los escuadrones de choque que abren el camino. El huevo de la serpiente del racismo se incuba en los pulcros salones de los consejos de administración de bancos y monopolios, que empujan a sus representantes políticos -Zapatero o Rajoy, Montilla o el alcalde de Vic- a imponernos draconianos recortes para seguir manteniendo con nuestra sangre sus multimillonarios beneficios.Este es el color de clase del racismo, que pretenden ocultar presentando a los Anglada de turno como chivos expiatorios.