Desde hace un año, la humanidad vive azotada por una pandemia, la de la Covid-19, que ya ha contagiado a cerca de 132 millones de personas (22,8 millones de casos aún activos) y se ha cobrado 2,86 millones de muertes. No hay día en el que los expertos no repitan una máxima que es a la vez una verdad científica y un imperativo ético: para terminar con esta pandemia es necesario que la inmunidad frente al virus -mediante las vacunas- se extienda ampliamente por todo el globo, llegando también y sobre todo a los países y sectores más pobres y vulnerables de la población mundial, los del Tercer Mundo, que son justamente la mayoría de la humanidad.
«Nadie estará a salvo hasta que todos estemos a salvo, porque si se permite que el virus se aloje y se propague como la pólvora en el Sur global, mutará una y otra vez”, advierten los portavoces de la ONU.
Y sin embargo, cada día que pasa este objetivo está más lejos de hacerse realidad. La propia ONU ha denunciado cómo sólo diez países, menos del 14% de la población mundial, han acaparado el 75% de las dosis. EEUU, la UE, junto a Reino Unido, Canadá, Japón y Australia ya se han asegurado más de 3.000 millones de dosis, 1.200 millones más de lo que necesitan para proteger a toda su población con las dos inyecciones. Por el contrario, la otra gran parte del planeta -más de 5.000 millones de personas en los países subdesarrollados o en vías de desarrollo, el Tercer Mundo- ve seriamente comprometido, cuando no imposibilitado, su acceso a la vacuna, cuyos precios suelen oscilar entre los 10 y los 30 dólares por dosis.
Mientras que en Norteamérica (EEUU y Canadá) el 32% de la población ya ha recibido al menos una dosis, y en la UE el 12% de los ciudadanos ya tiene su primer pinchazo, en Latinoamérica (460 millones de habitantes) ese porcentaje se reduce al 5%, toda Asia (3.300 millones, si quitamos a China) apenas supera el 2%, y toda África (1.320 millones) sólo llega al 0,56%. Más de un centenar de países, los más pobres, aún no han podido administrar ni una sola dosis entre su población
Una aberrante injusticia que el director general de la Organización Mundial de la Salud (OMS), Tedros Adhanom ha denunciado en reiteradas ocasiones. «En enero anuncié que el mundo estaba al borde de una catástrofe moral a no ser que se implantaran medidas para una distribución equitativa de vacunas. Es sorprendente lo poco que se ha hecho para solventarlo y, de hecho, la brecha entre el número de vacunas administradas en los países ricos [y las que llegan a los países pobres] crece cada día», ha lamentado.
Las posibilidades, reales, de un reparto justo de las vacunas en el mundo se enfrentan al hielo de los intereses monopolistas y al fuego de la batalla geopolítica de las grandes potencias imperialistas.
Y no es que no es no estén diseñados ya los mecanismos internacionales para hacer llegar vacunas a los países de menores rentas. Bajo el auspicio de la OMS hace muchos meses que se diseñó la Iniciativa COVAX, un fondo de acceso global para vacunas para la Covid19. Las naciones de renta más baja podrían conseguir a precios hiper reducidos los fármacos y vacunas contra el coronavirus. Su encomiable objetivo no deja de ser modesto: solo prevé financiar la vacunación del 20% de la humanidad, cuando el 65% de la población mundial vive en países con difícil acceso a la vacuna.
Pero las buenas intenciones de Covax quedan ahogadas en las gélidas aguas del cálculo egoísta de las principales burguesías del planeta. Las posibilidades, reales, de un reparto justo de las vacunas en el mundo se enfrentan al hielo de los intereses monopolistas y al fuego de la batalla geopolítica de las grandes potencias imperialistas.
Los grandes monopolios farmacéuticos globales, con las Big Pharma norteamericanas (Pfizer, Moderna o Jhonson & Jhonson) a la cabeza, tienen un gran negocio en el elevado precio de las vacunas -cerraron el año con 74.000 millones de euros de beneficios- y reaccionan con desdén, cuando no con hostilidad, ante cualquier intento de cuestionar su cuenta de resultados. La iniciativa de India y Sudáfrica, respaldada por 99 naciones pobres, de dejar en suspenso las patentes de los fármacos de la Covid mientras dure la pandemia para facilitar que todos los países puedan fabricar sus propias vacunas ha sido furibundamente vetada en la Organización Mundial del Comercio por los gigantes biotecnológicos.
Los países más ricos van soltando fondos a cuentagotas para el programa Covax, y esa iniciativa sigue teniendo un déficit de financiación de 22.900 millones de dólares. Una cantidad irrisoria teniendo en cuenta lo que está en juego -la Cámara Internacional de Comercio ha calculado que la economía mundial podría perder hasta 9,2 billones de dólares si los gobiernos no consiguen garantizar a los países pobres el acceso a las vacunas contra la Covid- y el volumen de los estímulos movilizados por Washington (2 billones de dólares) o por Bruselas (2,11 billones de dólares) para hacer frente al coronavirus.
En esta gigantesca injusticia que es el desigual reparto de las vacunas en el mundo, no todos los países actúan de igual manera. Las potencias emergentes, como China, Rusia e India están desplegando la «diplomacia de las vacunas», poniendo su propia producción a disposición de los países con los que quieren reforzar sus relaciones, a pesar de sus propias necesidades internas.
China se ha convertido en la gran alternativa para proveer de vacunas a muchos países, en desarrollo en la mayoría de los casos, para los que obtener los medicamentos les resulta complicado por motivos económicos o logísticos. Pekín ha llegado a acuerdos para vender sus vacunas a 27 países del sureste asiático, América Latina, África o el Este de Europa, pero ha anunciado que donará millones de dosis a 53 países de escasos recursos. El gigante asiático ha comprometido más de 500 millones de dosis, por encima de los más de 300 millones de Moscú o los 210 millones del mecanismo Covax.
Pero también tenemos el hermoso ejemplo de un pequeño país como Cuba, que está desarrollando hasta 5 líneas vacunales, y que ha prometido que en cuanto las tenga disponibles las pondrá a disposición de los países que quiera adquirirlas.