Tras dos años viviendo en Abu Dabi, el rey emérito Juan Carlos I ha vuelto a España para participar con el ‘Bribón’ en una regata náutica en la localidad pontevedresa de Sanxenxo. Ha sido recibido en medio de una gran expectación mediática y entre aplausos y gritos de ‘viva el rey’ por parte de los asistentes. Y ante el revuelo y las críticas causadas por este retorno, la derecha y la ultraderecha no han tardado a salir a la palestra, defendiendo a capa y espada el papel de Juan Carlos I «en que haya democracia en España»
En estos dos hechos hay una vergüenza y hay una mentira.
.
Es una vergüenza
Viajando de Abu Dabi a Vigo, sin escalas, en un Jet privado de a 97.000 euros el vuelo. Llegando con su polo del ‘Bribón’, con Rolex, chaleco de Prada y deportivas de lujo, el exmonarca ha sido recibido como una estrella del rock en el Club Náutico de Sanxenxo con gritos de “¡Viva el rey!”. Casi 200 medios de comunicación nacionales e internacionales han cubierto el regreso. “No me habían hecho tantas fotos desde el día de mi boda», dicen que comentó el borbón con quienes le recibieron en el interior del exclusivo Club Deportivo. Se ha subido a su velero, ha disfrutado de la regata y a la vuelta ha declarado, campechano como él solo, que ha hecho “un tiempo estupendo”, y ha anunciado que volverá el 10 de junio a participar en otra regata
En cualquier otro caso, esto no debería ser motivo de sonrojo. Pero Juan Carlos I llega a España a pasar un fían de semana de regatas sin dar ni una sola explicación sobre los escándalos que lo rodean ni sobre el origen de su fortuna, con todas las causas contra él archivadas, que no sobreseídas. En marzo, la Fiscalía del Tribunal Supremo archivaba sus investigaciones sobre Juan Carlos I y le libraba de un proceso penal, esgrimiendo la inviolabilidad primero y la prescripción, después.
Se cerraba así en falso la investigación contra el emérito por el supuesto cobro de comisiones por la concesión del AVE a La Meca a empresas españolas; el presunto uso por parte de Juan Carlos I y otros familiares de tarjetas de crédito opacas; y la existencia de una cuenta con 10 millones de euros a nombre de Juan Carlos de Borbón en el paraíso fiscal de la isla de Jersey.
Legalmente, el caso está cerrado. Socialmente, el escándalo sigue en carne viva. Una encuesta publicada por El Periódico el pasado mes de abril mostraba que el 67% de los españoles rechazan el carpetazo judicial al emérito.
Es una vergüenza que merece la absoluta reprobación pública, social y política. Juan Carlos I debe dar explicaciones, las causas delictivas contra él deben ser reabiertas e investigadas, y en caso de ser condenado, debe devolver lo robado.
El borbón ni siquiera ha intentado entonar el «lo siento, he equivocado, no volverá a ocurrir», sino que -con sus actos, con su silencio y hasta con su indulgente campechanía- ha decidido autodeclararse impune.
Es una vergüenza que merece la absoluta reprobación pública, social y política. Juan Carlos I debe dar explicaciones, las causas delictivas contra él deben ser reabiertas e investigadas, y en caso de ser condenado, debe devolver lo robado.
Es una mentira
Mientras la izquierda mostraba su enfado e indignación ante esta visita de placer y ante la falta de explicaciones del monarca, la derecha mediática y política reaccionaba exactamente en el sentido contrario, con vivas al rey emérito. Defienden, casi explícitamente, el derecho de pernada del borbón a delinquir, defraudar y llevarse todas las mordidas que le salgan de sus reales posaderas. Aunque paradójicamente, son los escándalos y las corruptelas de Juan Carlos I los que están causando -más que ninguna campaña republicana- el deterioro acelerado, y ya veremos si irreversible, de la institución monárquica.
La reacción más airada ha sido, como no, la de la ultraderecha de Vox. Su portavoz en el Congreso, Espinosa de los Monteros, recriminaba a los que critican la vuelta del emérito a España, argumentando que fue justamente Juan Carlos I quien «pilotó» los consensos democráticos de la Constitución del 78 que «permiten que unos comunistas ilegalizados hace 50 años», puedan ahora protestar.
Según la ultraderecha, todos los demócratas debemos besar la tierra que pisa el emérito, pues gracias a él hay democracia en España, gracias a la corona tenemos derechos y libertades.
Más que una mentira, es un delirio. Una ficción reaccionaria.
No es que sea una de las muchas ‘fake news’ a las que nos tiene acostumbrada la ultraderecha, es que es exactamente el mundo al revés.
Si hay un régimen democrático, si se acabó con cuarenta años de fascismo de Franco, si se conquistaron libertades y derechos civiles, fue gracias a la lucha popular.
Fue gracias un vastísimo movimiento antifranquista -en la que los comunistas fueron siempre la cabeza y columna vertebral- de más de un millón de personas y un centenar de organizaciones políticas, sindicales, estudiantiles o vecinales que de manera heroica y clandestina desafiaron a la represión franquista, o al terror de los pistoleros de la extrema derecha (Falange, Fuerza Nueva, etc..) de los que por cierto proceden no pocos de los actuales diputados y cargos públicos de Vox.
Según la ultraderecha, todos los demócratas debemos besar la tierra que pisa el emérito, pues gracias a él hay democracia en España, gracias a la corona tenemos derechos y libertades. Más que una mentira, es un delirio. Una ficción reaccionaria.
Intentan hacernos pasar a la monarquía borbónica como la enterradora del régimen fascista, o como la portadora de las libertades y derechos democráticos.
Pero fue la lucha colectiva del conjunto del pueblo español, de Andalucía a Galicia, de Cataluña a Madrid, del País Valenciano a Euskadi, que adquirió en el tardofranquismo una amplitud, intensidad y radicalidad extraordinarias, el factor principal que condujo al fascismo a su quiebra definitiva, haciendo imposible su continuidad. Y también el factor decisivo que impuso en el nuevo régimen democrático que se estaba gestando, una cuota de libertades y derechos políticos -incluyendo la legalización de los partidos comunistas y de los sindicatos- muy superior a la que inicialmente estaban dispuestos a conceder los «ingenieros» de la Transición de la Zarzuela… o de Washington.