Madrid amaneció con la noticia de los ataques israelís sobre Rafah. Mientras la manifestación concluía ya eran 47 los palestinos asesinados. Una maldita justificación para el esfuerzo de movilización que recorrió las calles de Madrid después de un fin de semana de concentraciones en más de 200 poblaciones de todo el país.
Desde temprano, en la Puerta del Sol, las primeras banderas palestinas se desplegaban bajo el cielo nublado, mientras los altavoces comenzaban a probar micrófonos y las primeras columnas de manifestantes avanzaban en dirección a la Plaza Jacinto Benavente donde esperaba la pancarta e cabecera.
En los rostros se mezclaban la indignación y la determinación, la voluntad de exigir una paz justa y duradera para Palestina. Muchos con auriculares y hablando entre ellos. Las noticias llegaban. Netanyahu no tiene intención de ponerlo fácil. Sin embargo los portavoces de PararLaGuerra aseguraban desde primera hora que habían convocado ‘para celebrar las vidas que se estaban salvando, como lo han celebrado los gazatíes en las calles de Gaza, las familias de los palestinos liberados o de los israelís que han vuelto a casa”.

Días después ya son más de 100 palestinos asesinados. Una coincidencia dolorosa —un alto el fuego frágil convertido en humo— cargó la jornada del domingo de un sentido de urgencia. Era la primera respuesta ciudadana al anuncio del alto el fuego, para exigir que fuera real, que no se convierta en otra pausa antes del horror.
La convocatoria de PararLaGuerra fue un éxito rotundo. No solo por la cantidad — más de 20.000 asistentes según los organizadores —, sino por la calidad del gesto político. Lo que se vio en Madrid fue una marea diversa y consciente, un movimiento que había aprendido a organizarse desde la pluralidad y a hablar con una sola voz: “Ni terrorismo, ni genocidio”.
En más de 200 localidades del país se celebraron concentraciones simultáneas en los dos días anteriores. Madrid fue el epicentro visible, pero lo que latía era una red territorial, una constelación de voluntades locales unidas por una causa común. La pluralidad fue la marca de una convocatoria hecha por 130 personalidades, 135 organizaciones, y apoyada por PSOE, Sumar, PNV, Coalición Canaria y Más Madrid.
Las organizaciones compartieron espacio con colectivos sociales, sindicatos alternativos, asociaciones culturales, comunidades religiosas, feministas y artistas. En la calle, las diferencias se disolvían en unas mismas palabras: No al Genocidio. Por Palestina.

Fue destacada la presencia de figuras institucionales como el ministro Óscar Puente o Josep Borrell. Todos los medios se hicieron eco con crónicas en todos los informativos, desde La Sexta a Antena 3, de Cuatro a Telecinco, de RNE a Onda Cero, de ABC a Público. Esa unanimidad mediática, pocas veces vista, evidenciaba algo nuevo, que la causa, ‘Por una Paz Justa y Duradera’, ha dejado de ser patrimonio de una parte. Mientras, en las redes, periodistas como Lucía Méndez, reconocían el papel pionero de PararLaGuerra al denunciar el genocidio hace dos años, veinte días después del 7 de octubre.
Pero la esencia del día no estaba en las cifras ni en los titulares. Estaba en los gestos: en las pancartas improvisadas con frases de niños, en las lágrimas al nombrar a los muertos, en los abrazos que se felicitaban por encontrarse de nuevo, en la emoción cuando se rindió homenaje a los sanitarios asesinados en Gaza, o cuando representantes del movimiento LGTBI subieron al escenario con sus banderas para recordar que la defensa de los derechos humanos no entiende de fronteras.
Durante el acto final en la Plaza Juan Goytisolo, el espacio se transformó en un escenario de unidad. Ocho organizaciones de PararLaGuerra leyeron el comunicado principal. Después, cinco personalidades del mundo de la cultura —Lluís Pasqual, Sara Socas, Isabel Ordaz, Zatu y Juan José Tamayo— dieron voz a la emoción colectiva. Dos periodistas, Agustín Yanel y Jesús Maraña, recordaron a los periodistas asesinados en Gaza. Y la música —otra forma de lucha— llenó el aire con “Solo le pido a Dios”, interpretada por Alejandro Astola, Cira, Migueli, Manuel Clavijo, Ángel Sinpelo y Salvador Amor. Cuando el público cantó el estribillo a capella, sin instrumentos, el silencio se volvió un himno repetido.
La lista de organizaciones de PararLaGuerra presentes se leyó dos veces, al principio y al final. Cada nombre arrancaba un aplauso, una ovación, una sonrisa cómplice. Nadie quedó fuera. Los portavoces de PararLaGuerra agradecieron a todas las plataformas que luchan por Palestina su esfuerzo durante estos dos años, pero también a la Flotilla, a la Conferencia Episcopal con su comunicado de denuncia o al gobierno de coalición encabezando la oposición al Genocidio en el mundo. En ese gesto, tan sencillo como simbólico, se materializó la idea de unidad en la diversidad que defiende PararLaGuerra.

Porque PararLaGuerra no solo organizó una manifestación. Logró algo mucho más difícil, poner encima de la mesa una alternativa defendida por organizaciones incluso de polos opuestos, cuyo motor principal es la movilización. “Sin ella nada es posible” defendió el portavoz de PararLaGuerra, Joanen Cunyat, en el programa de Xabier Fortes en el Canal 24h al día siguiente de la manifestación.
El acto de cierre fue una imagen de unidad, con todas las organizaciones y artistas sobre el escenario, con las banderas palestinas ondeando mientras el público coreaba “Por una paz justa y duradera. Palestina Libre”. El retrato de una sociedad que no se resigna y que asume un compromiso: ‘no pararemos hasta que paren’.
Esa tarde, PararLaGuerra se reivindicó como un espacio que se mueve en la calle, que bebe de la cultura, que no necesita tutelas ni intermediarios, y que tiene muy claro que “si Netanyahu tiene que responder ante los tribunales y la paz no va a venir de Trump, depende de nosotros”.
La movilización del 19 de octubre no fue un episodio aislado, sino el inicio de una nueva etapa. PararLaGuerra ha consolidado su papel como referencia de un ámbito plural con la conciencia clara de que la unidad no se decreta, se construye desde abajo, con audacia y determinación por la paz y por Palestina.
En un momento en el que muchas voces van a decir que la movilización no sirve, en el que el cansancio llegará a quienes llevan dos años peleando, la movilización de PararLaGuerra asume la responsabilidad de contribuir a que hable Madrid para que hable el mundo.
Pocos días antes, la plataforma CESIDA, en la primera edición de sus premios Jancho Barrios, nominaba a PararLaGuerra, junto a Open Arms y UNRWA en la categoría de Organizaciones Humanitarias. Un buen tándem.

