Ultima hora: haciendo la mayor concesión a la distensión desde que comenzó la crisis, Rusia anuncia la retirada de parte de las tropas concentradas cerca de Ucrania. EEUU acoge con cautela este movimiento, y Biden insiste en que la invasión de Ucrania sigue siendo perfectamente posible.
Pocos días antes, la tensión alcanzaba cotas máximas. El gobierno de EEUU, junto al de otros ocho países, pedía a sus ciudadanos residentes en Ucrania que salgan del país en menos de 48 horas. La Casa Blanca alertaba que el Kremlin podía haber decidido intervenir militarmente en Ucrania en los próximos días.
Más allá de los vaivenes y avances y retrocesos de esta prolongada crisis, la tensión alimentada tanto desde Washington como desde Moscú, nos acerca de la posibilidad de una guerra que podría producir decenas o centenares de miles de muertos y millones de refugiados está más próxima que nunca.
En una conversación telefónica, Biden avisaba a Putin de que EEUU está listo para “otros escenarios” si la diplomacia falla en Ucrania, advirtiéndole que «si Rusia emprende una nueva invasión de Ucrania, Estados Unidos, junto con sus aliados y socios, responderá de manera decisiva e impondrá sanciones rápidas y severas”.
“¡Rusia puede invadir Ucrania en cualquier momento!”, decía poco antes la portavoz de la Casa Blanca, Jen Psaki. La Casa Blanca ha elevado el nivel de alarma con respecto a una posible guerra y ha hecho un llamamiento «a los ciudadanos estadounidenses que se encuentran en suelo ucranio a que abandonen el país “en las próximas 24-48 horas” porque la crisis puede desbordarse en cualquier momento y no se enviarán tropas para evacuarlos. El secretario de Estado norteamericano, Anthony Blinken, ha aventurado que la intervención militar rusa en Ucrania podría producirse de manera inminente, «incluso durante los Juegos Olímpicos” de Invierno en Pekín, que finalizarán el 20 de febrero.
Junto a EEUU, otros ocho países, todos ellos aliados de Washington, como Reino Unido, Dinamarca, Noruega, Estonia, Letonia, Holanda, Japón y Corea del Sur, han recomendado a sus nacionales que hagan las maletas. La Unión Europea, más comedida, no ha dado las mismas instrucciones, pero ha recomendado a su personal diplomático no esencial que desempeñe sus labores mediante teletrabajo, fuera del territorio ucraniano.
¿El peligro de invasión es tan real como lo pinta Washington o es una exageración impostada? Conviene tener una mentalidad abierta, porque posiblemente ambas cosas son parcialmente ciertas.
“Estamos lidiando con uno de los mayores Ejércitos del mundo”, ha dicho Blinken, «y las cosas podrían descontrolarse muy rápidamente». «Es mejor que se marchen ahora, porque si estadounidenses y los rusos empiezan a dispararse unos a otros, es una guerra mundial”, ha enfatizado el secretario de Estado, que ha asegurado a lo largo de toda la crisis que EEUU no piensa enviar tropas a Ucrania. Donde sí está reforzando su presencia militar Washington es en Polonia, Rumanía y Alemania, donde ya cuenta con 3.000 efectivos adicionales que se podrían duplicar en pocos días.
Este llamamiento a la evacuación se produce después de varias semanas en las que la administración Biden ha ido enfatizando más y más la peligrosidad de la situación. Hasta ahora, la Casa Blanca había señalado que no creía que Putin se hubiera decidido a invadir Ucrania, pero ahora da esa hipótesis por altamente probable, aunque no hay certezas. En la misma línea se ha expresado el secretario general de la Alianza Atlántica, Jens Stoltenberg, que ha recalcado que las opciones de intervención de Moscú son muy variadas. “Existe el riesgo de una invasión a gran escala, pero también de otras acciones agresivas, como el derrocamiento del gobierno en Kiev o ciberataques”, ha dicho.
¿Guerra inminente o hipérbole?
¿El peligro de invasión es tan real como lo pinta Washington o forma parte de un clima de opinión dramáticamente impostado? Conviene tener una mentalidad abierta, porque posiblemente ambas cosas son parcialmente ciertas.
Primero, no cabe duda de que estamos asistiendo al mayor movimiento de tropas y ante la situación más peligrosa en el Este de Europa desde el fin de la Guerra Fría. Las imágenes de satélite muestran que Rusia continúa concentrando tropas -más de 130.000 efectivos- a lo largo de toda su frontera con Ucrania, y también en las de Bielorrusia. A eso hay que sumar la movilización para ejercicios navales en el mar Negro y en el de Azov, así como las de las milicias prorrusas en Donetsk y Lugansk, que reciben apoyo del Kremlin (incluida artillería, tanques y vehículos blindados) y han elevado su nivel de alerta. Al otro lado de la frontera, Ucrania también realiza intensas maniobras militares.
La reciente retirada de tropas rusas de las fronteras es el primer gesto de distensión en la zona. Pero ante semejante concentración militar, la posibilidad de que una chispa desencadene una conflagración bélica de terribles consecuencias -el Pentágono cifra en 50.000 fallecidos y cinco millones de refugiados, en lo más crudo del invierno, el coste humano de una posible invasión rusa- sigue siendo peligrosamente real.
Ahora bien, esto no significa que este peligro, concreto y tangible, no sea amplificado -o maquillado- por el tamiz de la propaganda, tanto de Washington como de Moscú. De la manera cínica y «soviética» a la que nos tienen acostumbrados, los medios afiliados al Kremlin ridiculizan la «histeria creada por Occidente» -como si más de cien mil soldados no pusieran nervioso a nadie- y repiten sin cesar que «Rusia no piensa invadir». Pero los medios de comunicación occidentales también están reproduciendo -sin aportar pruebas- toda la propaganda que el Departamento de Estado o sus aliados difunden. Ni Washington ni Londres han aportado documento alguno que demuestre el gobierno títere que se supone que Moscú prepara para Kiev, o copias del supuesto vídeo con actores para escenificar una masacre de falsa bandera que proporcione un casus belli a Rusia.
La reciente retirada de tropas rusas de las fronteras es el primer gesto de distensión en la zona. Pero ante semejante concentración militar, la posibilidad de que una chispa desencadene una conflagración bélica de terribles consecuencias sigue siendo peligrosamente real.
Conociendo los antecedentes de cómo se preparó la guerra de Irak -alertando a la opinión pública mundial sobre unas armas de destrucción masiva que nunca existieron- convendría poner en cuarentena el alarmismo de Washington. Hasta alguien tan poco sospechoso de conciliación con Rusia como el presidente ucraniano Volodimir Zelensky ha pedido a Biden que “baje el tono” y “no aliente al pánico”, dando la guerra por inevitable.
Qué exige Rusia y qué opciones tiene
Muchos expertos en Rusia, como Rafael Poch -corresponsal de La Vanguardia durante 35 años en la entonces URSS y actual Rusia- son categóricos al afirmar que está completamente descartado que Rusia pretenda una invasión completa de Ucrania, ocupando todo el país. Otra cosa, dice Poch, es que «Putin va en serio, esto no es un farol». Está echando un pulso y quiere ganarlo.
¿Qué quiere Rusia? Colocando más de cien mil soldados, el Kremlin ha dado un agresivo puñetazo encima de la mesa, y ha enviado un documento de máximos a la OTAN. En el mismo exige: primero, que se excluya a Ucrania y Georgia de toda perspectiva de ingreso en la Alianza; segundo, que la OTAN se retire a sus posiciones anteriores a su ampliación hacia el Este; y tercero, que la OTAN garantice que no estacionará baterías de misiles en países fronterizos con ella, que EEUU vuelva a firmar el Tratado INF (sobre armas nucleares de rango intermedio) que Trump revocó en 2019, y que se abra un diálogo Este/Oeste en materia de seguridad. EEUU ha respondido que «No, no, y ya veremos» (no a las dos primeras exigencias y «quizás» a la tercera), y ha añadido sus propias exigencias de retiradas militares rusas de Transnistria, Osetia del Sur, Abjasia y Crimea.
El oso ruso tiene zarpas y está dispuesto a usarlas, aunque probablemente prefiera no hacerlo, logrando sus objetivos mediante la intimidación de Ucrania.
Para imponer sus objetivos, y especialmente lograr el más importante e irrenunciable -evitar a toda costa la integración de Ucrania en la OTAN- no es en absoluto descartable que Moscú saque la carta militar, aunque de modo limitado. ¿En qué rango? «Como mínimo, colocar misiles nucleares “tácticos” en Bielorrusia, Kaliningrado y demás. Como máximo, una anexión del Donbass con el beneplácito [más o menos mayoritario] de la población local. Los actuales precios de los hidrocarburos al alza y la previsión de que se mantendrán permiten con creces al Kremlin sufragar los costes económicos de tales operaciones», asegura Poch.
Hay también una «versión extrema» de esta última posibilidad, consistente en que Rusia ocupara la orilla norte del mar de Azov, al sur de la cuenca del Donbass, cuya población también es mayoritariamente rusófona, para unir territorialmente la península de Crimea con Donetsk y Lugansk, pero sería muchísimo más violento y arriesgado.
Pero una opción militar tendría graves repercusiones para Rusia, que inmediatamente sufriría sanciones económicas, políticas y comerciales al máximo nivel. Aunque el apoyo económico de China -país con el que Putin ha estrechado relaciones en las últimas semanas- permitiría al Kremlin amortiguar buena parte de los efectos de estas sanciones, no está nada claro que los embargos no acabaran dando la puntilla a una economía rusa que no atraviesa precisamente su mejor momento.
El oso ruso tiene zarpas y está dispuesto a usarlas, aunque probablemente prefiera no hacerlo, logrando sus objetivos mediante la intimidación de Ucrania.