El 26 de mayo ha cerrado un largo ciclo electoral abierto en junio del año pasado, con la moción de censura que, presentada por Pedro Sánchez pero impulsada por las exigencias de la mayoría social progresista, desalojó al gobierno de Mariano Rajoy.
Este 26M ha culminado una batalla decisiva en la que estaba en juego una correlación de fuerzas política que determinaría los ritmos y formas en que podía seguir ejecutándose en nuestro país el proyecto de saqueo y degradación, que el hegemonismo y la oligarquía necesitan llevar más allá.
El resultado de esta contienda, visto de conjunto, es una victoria para las clases populares, un nuevo triunfo más para la España del progreso, para la España de las libertades, para la España popular y de los trabajadores. Un mes después de que las urnas del 28A dieran un inequívoco «giro a la izquierda», las elecciones europeas, autonómicas y municipales han confirmado el veredicto.
Esta valoración no está exenta de luces y sombras, de avances y retrocesos, inevitable en una contienda electoral con una docena de CCAA en juego y miles de ayuntamientos. Los malos resultados de las candidaturas impulsadas por Podemos, o la pérdida de un buen número de los «ayuntamientos del cambio» -especialmente en Madrid y su Comunidad, que previsiblemente y por un estrecho margen quedan en manos del PP- son una mala noticia, y crean una comprensible desilusión entre amplios sectores de la izquierda.
Al cierre de esta edición aún está en juego el color de muchos gobiernos autonómicos y consistorios. No está claro por dónde se decantará el fiel de la balanza en Aragón, Castilla y León, Murcia o Canarias.
Pero tomados de conjunto, la resultante de este ciclo electoral que ahora concluye (andaluzas, generales, europeas, autonómicas y municipales) establece una correlación de fuerzas política en el país más favorable a la defensa de los intereses populares y nacionales, y que revela las dificultades a las que se enfrenta la ejecución del proyecto hegemonista de saqueo y degradación en España.
El triunfo del PSOE de Pedro Sánchez le ha otorgado la iniciativa y el papel central de este nuevo tiempo político. Conviene no olvidar nunca el carácter pro-oligárquico y prohegemonista del PSOE, un partido que nunca va a poder -ni a desear- traspasar las «lineas rojas» de los intereses fundamentales de la banca, el Ibex35, Washington o Berlín.
Pero el triunfo socialista, como sucedió tras la moción de censura, está marcado por la movilización electoral de la mayoría progresista. Está bajo el influjo -en un grado nada deseable para los centros de poder- del viento popular y patriótico que se ha manifestado con fuerza en las urnas.
Se abre un nuevo tiempo político que no va a estar en absoluto libre de sacudidas y temblores. Pero donde hay mejores condiciones para hacer avanzar las exigencias de las clases populares, de la mayoría social progresista. Una mayoría que anhela una distribución más justa de la riqueza, acabar con la precariedad y los recortes, la mejora de las condiciones de vida y de trabajo, más libertades, más derechos, más justicia y más bienestar para las clases populares.
Y al mismo tiempo -especialmente con el severo retroceso del PP- se crean peores condiciones para el avance del proyecto de saqueo de las riquezas nacionales y de expolio a las rentas del 90%. Un proyecto que lleva consustancialmente aparejada la intervención y la degradación de España y que está impulsado por los centros de poder imperialistas.
Para ellos, para los banqueros y monopolistas nacionales y extranjeros, lo deseable hubiera sido un gobierno estructurado en torno al PP de Pablo Casado. Un gobierno reaccionario que les permitiera dar una nueva vuelta de tuerca en el saqueo contra las clases trabajadoras.
Pero se han encontrado con una respuesta que ha levantado un gigantesco muro de votos, primero el 28A y ahora el 26M. Un viento popular que les ha arrancado una gigantesca victoria y ha conquistado un nuevo escenario político.
Luis Ratia dice:
Un par de matices.
Recuerdo perfectamente cuando el compañero Zapatero comentaba lo enormemente dificultoso que resultaba gobernar con 167 diputados, cifra ni siquiera alcanzable con un hipotético pacto con Unidas Podemos. El voto a la derecha sigue siendo mayoritario en el conjunto de España con independencia de los resultados prácticos resultantes de la matemática electoral. Y no digamos ya en el resto de Europa donde la izquierda de la socialdemocracia ha sufrido un retroceso serio mientras que los sectores mas ultraconservadores han sacudido el mapa político de una forma notable. Yo particular y tristemente creo que no se ha avanzado gran cosa tras este multiproceso electoral.
Segundo matiz. Cierto es que el grueso del ciclo ha culminado pero quedan dos asignaturas para su cierre total que van a tener gran repercusión mediática y en consecuencia alguna política: las previsible elecciones post juicio en Cataluña sin fecha determinada y las del Pais Vasco que creo que son dentro de unos 15 meses. Tanto el PNV, que ha arrasado el pasado dia 26, como el conjunto del independentismo catalán, mayoritariamente de derechas por mucho que algunos lleven una «E» en sus siglas, no van a facilitar precisamente la adopción de medidas anti saqueo ni de mejora de las condiciones de vida de los trabajadores.
Si a lo anterior sumamos lo incierto del futuro inmediato del buque insignia de la izquierda de la socialdemocracia, tanto por su malos resultados electorales como por la proliferación a su alrededor de salvadores de patrias henchidos de «fervor revolucionario», el mapa de situación política no me parece precisamente halagueño. En fin, 4 años son muchos años y en política a veces las cosas cambian de un dia para otro de un modo inesperado.