En el tercer mes de invasión rusa, la guerra entra en una etapa más violenta y confrontada, pero más enmarañada y volátil. Abandonada -a la fuerza, gracias la tenaz resistencia ucraniana- la idea de una captura rápida de Kiev, las tropas rusas parecen hacer desistido también de tomar Járkov (la segunda ciudad del país) por el empuje de las fuerzas ucranias. Sin embargo, el Kremlin está reforzando el frente del Donbás, una región sometida a una intensa devastación, donde se libran feroces combates.
Tras lograr la rendición de los últimos resistentes de la acería Azovstal, en Mariúpol, Moscú da por culminada una conquista de una ciudad a la que ha reducido a puro escombro a base de aplicar la «Doctrina Grozni’, sometiendo a su población a bombardeos masivos, incluyendo edificios civiles y corredores humanitarios, y sometiéndola con el más puro terror.
La toma de Mariúpol permite a Rusia consolidar el control de la franja costera que comunica el Donbás con la Península de Crimea. Desde ahí, las fuerzas rusas siguen intentando abrirse paso hacia el oeste, buscando tomar el puerto de Odesa y dejar a Ucrania sin salida al Mar Negro. En este contexto, hay peligro de que la guerra se contagie a Transnistria, la región rusófona y separatista de Moldavia, algo que permitiría a Rusia abrir un nuevo frente en el sudoeste de Ucrania, una región hasta ahora relativamente intacta.
Moscú empuja ahora principalmente en dos frentes en el Donbás: el de Izium, una población clave para su logística y desde la que trata de avanzar hacia dos importantes ciudades, Sloviansk y Kramatrosk (de 100.000 y 150.000 habitantes, respectivamente), en Donetsk; y el frente de Lugansk. En ambos avanza renqueante, con dificultades, pero avanza.
Es en el frente de Lugansk donde se están librando las batallas más duras y los enfrentamientos más sangriento. En su ofensiva del Donbás, Rusia está llevando a la práctica la «doctrina Grozni» a escalas variables, según el objetivo a tomar. Primero se bombardea intensamente la población que se quiere atacar, luego se martillea constantemente con artillería, y una vez debilitada su defensa, se manda a las fuerzas terrestres a tomarla.
Esta táctica de tierra quemada es lo que explica el alto nivel de destrucción en la región del Donbás, convertida en «un infierno» según las autoridades ucranianas.
¿Qué coste militar está pagando Rusia por su invasión?
Sin embargo, a pesar de sus renqueantes avances, las tropas rusas no dejan de sufrir reveses. En Lugansk las fuerzas del Kremlin ha sufrido una dolorosa emboscada: las fuerzas especiales de Kiev lograron arrasar un puente de pontones artificiales justo en el momento en que un grupo de tanques y blindados estaba cruzando el caudaloso río Donets. Un nutrido grupo de efectivos rusos -unos dos batallones de infantería, equivalente a un millar de soldados y unos 70 vehículos- quedó atrapado en el lado bajo control ucraniano del rio, y allí fue aniquilado.
Es el último de muchos reveses de una invasión en la que Rusia, a pesar de su enorme superioridad militar, está sufriendo importantes contragolpes y derrotas, fruto en muchos casos de la audacia ucraniana -bien informada por la inteligencia occidental- pero también de la mala planificación, el exceso de confianza, o de errores tácticos garrafales por parte de los generales rusos, como es el caso de la catástrofe del rio Donets.
En cualquier guerra la información veraz sobre las bajas y muertos de ambos bandos escasea. En el caso de la guerra de Ucrania no lo es menos, porque está distorsionada por la propaganda del Kremlin -que mantiene como un secreto de Estado las bajas rusas- o por las exageraciones de Kiev para insuflar moral a sus tropas y su población.
El ejército ucraniano habla de 27.200 bajas en las filas rusas, mientras que los militares rusos han llegado a reconocer apenas la muerte de 3.850 de sus efectivos. El Ministerio de Defensa británico, por su parte, ha asegurado que “Rusia ha sufrido bajas que ascienden, probablemente, a un tercio de las tropas de tierra que entraron en combate en febrero”: unos 50.000 soldados rusos heridos o muertos.
A pesar de sus renqueantes avances, las tropas rusas no dejan de sufrir reveses.
Con una ratio de tres heridos por muerto reconocida por Moscú al inicio del conflicto, llegaríamos entonces a una cifra estimada de 12.500 rusos muertos en tres meses de invasión. No muy lejos de los 15.000 soviéticos muertos durante una década de guerra en Afganistán, una cifra que provocó un trauma nacional comparable al «síndrome de Vietnam» en EEUU.
Estas estimaciones están avaladas por otros informes que afirman que el ejército ruso habría perdido casi 700 carros de combate hasta el mes de abril, más de una quinta parte de los 3.000 en activo con que contaban antes de la invasión. O con el hundimiento de buques rusos emblemáticos, como el Moskva. O con la cifra de generales y oficiales de alta graduación del Kremlin abatidos por Ucrania en sólo tres meses: doce, una cantidad insólita.
«Los próximos meses pueden ser muy volátiles»
A pesar de los reveses rusos en una guerra que se va empantanando, las mejores bazas siguen estando en manos de Moscú, y la victoria para Ucrania -si por victoria se entiende expulsar a Rusia de todo su territorio, lo que incluye Crimea, Jérson, buena parte del Donbás y recuperar la salida al mar de Azov y al mar Negro- parece lejana, muy lejana. El frente diplomático está en ‘pause’: hace semanas que las delegaciones no se reúnen.
La guerra ha entrado en una fase de desgaste, en la que los avances o las reconquistas van a ser previsiblemente lentos y a un elevado coste humano y económico. Aunque logre avanzar en el Donbás, Rusia va empantanándose en una guerra de desgaste, al mismo tiempo que las sanciones y los embargos internacionales van socavando su economía. Ante eso, cabe la posibilidad de que el Kremlin lance un órdago, redoblando su agresividad.
Por otra parte, el apoyo occidental -especialmente norteamericano- a la resistencia ucraniana ofrece algunos signos de desgaste. Es muy significativo un artículo de opinión del New York Times -altavoz de los grandes nódulos de los sectores de la oligarquía financiera estadounidense vinculados al Partido Demócrata- titulado «La guerra en Ucrania se está complicando y Estados Unidos no está listo».
En él, el Consejo Editorial del NY Times señala que «la inteligencia nacional ha advertido que el conflicto entre Ucrania y Rusia podría tomar una trayectoria más impredecible y de potencial escalada», y que «los próximos meses podrían ser volátiles».
El artículo cuestiona hasta qué punto está en el interés de EEUU seguir alimentando el desgaste de Rusia con el apoyo financiero y militar a Kiev, y advierte que «una victoria militar decisiva de Ucrania sobre Rusia, en la que Ucrania recupere todo el territorio, no es un objetivo realista». Recomienda perseguir una solución diplomática -en la que Ucrania debería hacer inevitables concesiones territoriales- y sugiere entre líneas a la administración Biden que centre su atención internacional en otros ámbitos, refiriéndose sin nombrarla, a China.
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SELECCIÓN DE PRENSA
“La guerra en Ucrania se está complicando y Estados Unidos no está preparado”
Consejo Editorial de The New York Times*
(*) El consejo editorial es un grupo de periodistas de Opinión cuyos puntos de vista se basan en la experiencia, la investigación, el debate y ciertos valores de larga trayectoria . Está separado de la redacción.
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(…) Avril Haines, directora de inteligencia nacional, advirtió recientemente al Comité de Servicios Armados del Senado que los próximos meses pueden ser volátiles. El conflicto entre Ucrania y Rusia podría tomar “una trayectoria más impredecible y potencialmente escalada”, dijo, con una mayor probabilidad de que Rusia amenace con usar armas nucleares.
Estos son costos extraordinarios y peligros graves y, sin embargo, hay muchas preguntas que el presidente Biden aún tiene que responder al público estadounidense con respecto a la participación continua de los Estados Unidos en este conflicto.
(…) Ucrania merece apoyo contra la agresión no provocada de Rusia, y EEUU debe liderar a sus aliados de la OTAN para demostrarle a Vladimir Putin que la alianza atlántica está dispuesta y es capaz de resistir sus ambiciones revanchistas.
Ese objetivo no debe cambiar, pero ¿es el mejor interés para EEUU sumergirse en una guerra total con Rusia?. (…) Los objetivos y la estrategia de EEUU en esta guerra se han vuelto más difíciles de discernir, ya que los parámetros de la misión parecen haber cambiado.
Por ejemplo ¿está tratando EEUU de fin a este conflicto, a través de un acuerdo que permitiría una Ucrania soberana y algún tipo de relación entre EEUU y Rusia? ¿O ahora EEUU está tratando de debilitar a Rusia de forma permanente? ¿Ha pasado a ser el objetivo de la administración Biden desestabilizar a Vladimir Putin, o destituirlo? ¿EEUU tiene la intención de responsabilizar al Sr. Putin como un criminal de guerra? ¿O el objetivo es tratar de evitar una guerra más amplia? Y si es así, ¿cómo se logra esto alardeando sobre proporcionar inteligencia estadounidense para matar a los rusos y hundir uno de sus barcos?
Sin claridad sobre estas preguntas, la Casa Blanca no solo corre el riesgo de perder el interés de los estadounidenses en apoyar a los ucranianos (…) sino que también pone en peligro la paz y la seguridad a largo plazo en el continente europeo.
Los estadounidenses se han sentido galvanizados por el sufrimiento de Ucrania, pero el apoyo popular a una guerra lejos de las costas estadounidenses no continuará indefinidamente. La inflación es un problema mucho mayor para los votantes estadounidenses que para Ucrania, y es probable que se intensifiquen las perturbaciones en los mercados mundiales de alimentos y energía.
(…) Es tentador ver los asombrosos éxitos de Ucrania contra la agresión de Rusia como una señal de que, con suficiente ayuda estadounidense y europea, Ucrania está cerca de hacer retroceder a Rusia a sus posiciones antes de la invasión. Pero esa es una suposición peligrosa.
Una victoria militar decisiva de Ucrania sobre Rusia, en la que Ucrania recupere todo el territorio que Rusia ha ocupado desde 2014, no es un objetivo realista. Aunque la planificación y la lucha de Rusia han sido sorprendentemente descuidadas, Rusia sigue siendo demasiado fuerte y Putin ha invertido demasiado prestigio personal en la invasión como para retroceder.
Estados Unidos y la OTAN ya están profundamente involucrados, militar y económicamente. Las expectativas poco realistas podrían arrastrarlos cada vez más a una guerra costosa y prolongada. Rusia, por maltrecha e inepta que sea, todavía es capaz de infligir una destrucción incalculable a Ucrania y sigue siendo una superpotencia nuclear con un déspota volátil y agraviado que ha mostrado poca inclinación hacia un acuerdo negociado.
(…) Si el conflicto conduce a negociaciones reales, serán los líderes ucranianos quienes tendrán que tomar las dolorosas decisiones territoriales que exigirá cualquier compromiso(…)
Carlos dice:
Está visto que la burguesía monopolista rusa va lanzada a reconstruir el viejo imperio de los zares. Ahora Ucrania, luego va Polonia, Checoslovaquia, Hungría, etc Todo para la gloria de expandir sus capitales. En el colonialismo de la época Victoriana todo era para expandir las mercancías, en la época del imperialismo, los capitales
Un clásico para entender el mundo moderno https://fundacionfedericoengels.net/images/PDF/lenin_imperialismo.pdf
Carlos dice:
No subestimaria, por desgracia, al ejército ruso, es el más experimentado del planeta,tras guerras como Georgia, Chechenia, Siria, etc o acabar con el ISIS yihaidista. El ejército ucraniano comete un grave error en enfrentarse al oso ruso en guerra regular, debería hacerlo en guerra de guerrillas al igual que en Afganistán, Vietnam o aquí en España contra Napoleón. Lo decía Zelenski, si se moviliza a la población ucraniana en guerrillas la guerra dura 15 días. En guerra regular el ejército ruso es muy superior y a los ucranianos les es imposible sacarlos del Este del país
Un vídeo muy chulo del entrenamiento de las fuerzas especiales rusas https://youtu.be/LhF3DQmzhBU