«La máxima autoridad judicial de Alemania no se opone frontalmente a la creación de una especie de Estados Unidos de Europa, el Gobierno económico europeo que recientemente propusieron Merkel y el presidente francés, Nicolas Sarkozy, pero siempre y cuando Berlín maneje los hilos de tal superestado con el fin de que pueda controlar, directa o indirectamente, la política presupuestaria y económica del resto de socios de la zona euro»
Berlín está tratando de levantar una esecie de "Europa de dos velocidades", según informa Spiegel. El objetivo consiste en avanzar en la creación de un auténtico "gobierno económico" mediante un nuevo tratado fundacional, que se aplicaría de forma paralela al de Lisboa. Es decir, una nueva y estrecha alianza entre los 17 socios de la zona euro que implique la unificación de políticas fiscales, presupuestarias y económicas, frente al resto de miembros de la UE. Ello, a su vez, implicaría levantar nuevos organismos europeos, una especie de Gobierno en la sombra bajo la tutela de Berlín y París. (LIBERTAD DIGITAL) PUBLICO.- La disociación entre los intereses de los países de la OTAN y las necesidades estratégicas de la política imperial estadounidense parece cada vez más evidente. Si la participación en la aventura de Afganistán se ha hecho de mala gana, va a ser mucho más difícil encontrar apoyos para la próxima batalla, que es la que tiene como objetivo China, puesto que en este caso resulta evidente que no existe motivo alguno de amenaza colectiva, sino que lo único que cuenta es la voluntad de reafirmar la supremacía norteamericana sobre cualquier rival. Hace tiempo que se vienen publicando en Estados Unidos visiones geopolíticas como las de Robert D. Kaplan, que en un artículo en Foreign Affairs afirmaba que “Estados Unidos, el poder hegemónico del hemisferio occidental, tratará de prevenir que China se convierta en el poder hegemónico de una gran parte del hemisferio oriental”. LA VANGUARDIA.- Lo preocupante es que las discrepancias sobre las medidas que aplicar no sean sólo políticas como permanentemente se ha visto, sino que se den también en el seno del BCE. ¿Se puede mandar peor mensaje que el de la división sobre el camino que hay que seguir justo la misma semana en que la imprudente directora general del Fondo Monetario Internacional, Christine Lagarde, ha advertido del riesgo de una recesión inminente y los rumores –cada vez aparentemente más fundados– sobre el impago de la deuda griega se han extendido como un reguero de pólvora? Eurocrisis. Libertad Digital ¿Una Europa tutelada por Berlín? M. Llamas El esperado fallo del Tribunal Constitucional de Alemania sobre el rescate de socios comunitarios incluye tres puntos básicos. En primer lugar, tal y como se esperaba, ha rechazado las demandas presentadas contra la participación de Berlín en el rescate de Grecia, Irlanda y Portugal, así como en el Fondo de asistencia financiera para los socios en problemas. Sin embargo, la segunda clave consiste en que los próximos desembolsos deberán contar con la aprobación, explícita y vinculante, del Comité Presupuestario del Parlamento germano (Bundestag), lo cual podría ralentizar la aplicación de los acuerdos alcanzados por el Eurogrupo el pasado julio, referidos a la ampliación y flexibilización del actual Fondo de rescate europeo. "El Gobierno federal requiere la aprobación del Comité Parlamentario de Presupuestos antes de comprometer garantías", dijo el juez Andreas Vosskuhle en la lectura del veredicto. Asimismo, el Constitucional germano dictaminó que el Bundestag deberá contar con "suficiente influencia" en el establecimiento de las condiciones de futuros acuerdos de rescate. "Como representantes del pueblo, los representantes elegidos por el Bundestag en el marco de la UE controlarán las decisiones básicas de la política presupuestaria", añade la sentencia. De hecho, el juez subrayó que esta decisión del Constitucional "no debería malinterpretarse como un cheque en blanco para nuevos paquetes de rescate". El Parlamento tendrá un papel clave De este modo, el Parlamento contará a partir de ahora con capacidad de veto sobre la activación del futuro Fondo de rescate. El Comité Presupuestario tendrá la última palabra sobre la participación germana. Si bien hasta ahora sus decisiones siempre han ido en línea, "aunque a regañadientes", con las pautas marcadas por el Gobierno de Angela Merkel, esta condición otorga una "mayor influencia" al Parlamento sobre la participación germana en los rescates, con lo que la incertidumbre sobre su mantenimiento "continuará", según el análisis del dictamen efectuado por el think tank Open Europe, especializado en temas comunitarios. En tercer lugar, el TC refuerza el rechazo expresado hasta ahora por Merkel a la creación de eurobonos. Y es que, según el fallo, "Alemania no puede asumir los pasivos [deuda] de otros países". Sin embargo, al mismo tiempo, la Corte parece sugerir que la deuda pública conjunta de la eurozona podría considerarse constitucionalmente válida siempre y cuando Berlín juegue un "papel más fuerte a la hora de decidir sobre las políticas fiscales de otros estados miembros", según dichos expertos. En concreto, según la nota oficial del TC, "el Bundestag no puede establecer mecanismos permanentes bajo acuerdos internacionales cuyo resultado sea asumir los pasivos adoptados de forma voluntaria por otros países, especialmente si tienen consecuencias cuyo impacto [en las finanzas germanas] es difícil de calcular". Según los analistas, "esto parece sugerir que cualquier movimiento hacia los eurobonos sería inconstitucional, ni siquiera con el acuerdo del Bundestag. Sin embargo, la redacción de la declaración es también indicio de que si Alemania tiene una mayor influencia sobre las políticas fiscales de otros estados, donde había asumido una responsabilidad, entonces, de hecho, puede que no sea inconstitucional". Eurobonos Y es que, efectivamente, uno de los argumentos esgrimidos por el TC para aceptar como válida la participación germana en el rescate de Grecia, Irlanda y Portugal consiste en la imposición de condiciones para que Berlín se "asegure una influencia determinante" sobre las políticas del país en problemas. Es decir, la máxima autoridad judicial de Alemania no se opone frontalmente a la creación de una especie de Estados Unidos de Europa, el Gobierno económico europeo que recientemente propusieron Merkel y el presidente francés, Nicolas Sarkozy, pero siempre y cuando Berlín maneje los hilos de tal superestado con el fin de que pueda controlar, directa o indirectamente, la política presupuestaria y económica del resto de socios de la zona euro. Dicho de otro modo, debería producirse una cesión de soberanía por parte de los países miembros hacia Berlín ya que, en definitiva, el eurobono se sustentaría en gran medida sobre la economía germana. "Esto podría generar en el futuro un conflicto entre las democracias nacionales en caso de que los eurobonos se consideren necesarios para sostener la moneda única a largo plazo", señala el informe sobre el fallo. Pese a ello, la sentencia está generando diversas interpretaciones. Así, por ejemplo, destacados miembros del Gobierno de Merkel declararon que el TC tumbaba la posibilidad de crear eurobonos. Sin embargo, desde Open Europe interpretan que deja, al menos, un puerta abierta. Aun así, "las implicaciones de la sentencia todavía siguen sin estar claras", añaden. Por último, si bien el TC no se manifiesta sobre la legalidad de la compra de bonos públicos por parte del Banco Central Europeo (BCE) -pese a las implicaciones potenciales que podría tener sobre la estabilidad de precios y la independencia del BCE-, es "probable que esta inquietante cuestión reaparezca en el futuro", advierten los expertos de esta entidad. El plan de Merkel: un nuevo Tratado de la UE En todo caso, la aceptación de eurobonos por parte de Alemania implicaría aprobar importantes cambios en su ordenación jurídica. Y en esa dirección parece orientarse Merkel. Berlín está tratando de levantar una especie de "Europa de dos velocidades", según informa Spiegel. El objetivo consiste en avanzar en la creación de un auténtico "gobierno económico" mediante un nuevo tratado fundacional, que se aplicaría de forma paralela al de Lisboa. Ésta fue la idea expuesta por el ministro de Finanzas alemán, Wolfgang Schäuble, la semana pasada a la dirección de su partido. Es decir, una nueva y estrecha alianza entre los 17 socios de la zona euro que implique la unificación de políticas fiscales, presupuestarias y económicas, frente al resto de miembros de la UE. Ello, a su vez, implicaría levantar nuevos organismos europeos, una especie de Gobierno en la sombra bajo la tutela de Berlín y París. En este sentido, el propio comisario europeo de Asuntos Económicos, Olli Rehn, advirtió el miércoles de que la creación de eurobonos supondría para los países ceder soberanía fiscal, por lo que consideró necesario un debate profundo con los Estados miembros para ver si estarían dispuesto a aceptar eso. "Está claro que los eurobonos, en cualquier forma que sean introducidos, tendrían que ir acompañados de una vigilancia fiscal sustancialmente reforzada y coordinación de políticas", sostuvo. De este modo, el debate sobre los eurobonos sigue abierto y, por el momento, parece que la sentencia del TC no lo ha cerrado. LIBERTAD DIGITAL. 9-9-2011 Opinión. Público El futuro de la Guerra Fría Josep Fontana La Guerra Fría nació como un proyecto destinado a consolidar el predominio de un sistema económico y social, el capitalismo, bajo la hegemonía de Estados Unidos. Una hegemonía que implicaba, como una de sus primeras exigencias, asumir “el liderazgo del mundo libre” e impedir que surgiera un poder rival. En su primera etapa, hasta la desaparición de la Unión Soviética, el enfrentamiento se justificaba por la necesidad de mantener una lucha conjunta contra la amenaza del enemigo comunista, que podía destruir la sociedad “occidental” por la subversión interior o atacándola con su armamento nuclear. Tras la desaparición de la URSS y la disolución oficial del Pacto de Varsovia en 1991, parecía claro que no había enemigo que legitimase una alianza colectiva como la OTAN. Pero como seguía en pie la necesidad de Washington de conservar su liderazgo –el Defense Planning Guidance de 1992 sostenía que su primer objetivo era “prevenir la emergencia de un nuevo rival”– las cosas siguieron como antes. Diez años más tarde se inventó un nuevo enemigo colectivo y se declaró la “guerra contra el terror”, que es lo que explica que la OTAN se encuentre en Afganistán, empeñada en una tarea que no parece tener nada que ver con los objetivos del tratado firmado en abril de 1949, que proclamaba que su propósito fundamental era “promover la estabilidad y el bienestar en el área del Atlántico norte”. La disociación entre los intereses de los países de la OTAN y las necesidades estratégicas de la política imperial estadounidense parece cada vez más evidente. Si la participación en la aventura de Afganistán se ha hecho de mala gana, va a ser mucho más difícil encontrar apoyos para la próxima batalla, que es la que tiene como objetivo China, puesto que en este caso resulta evidente que no existe motivo alguno de amenaza colectiva, sino que lo único que cuenta es la voluntad de reafirmar la supremacía norteamericana sobre cualquier rival. Hace tiempo que se vienen publicando en Estados Unidos visiones geopolíticas como las de Robert D. Kaplan, que en un artículo en Foreign Affairs afirmaba que “Estados Unidos, el poder hegemónico del hemisferio occidental, tratará de prevenir que China se convierta en el poder hegemónico de una gran parte del hemisferio oriental”. Sabemos, además, que el Pentágono está planeando desde hace años una nueva estrategia bautizada como AirSea Battle, un nuevo concepto operativo basado en el uso conjunto de fuerzas aéreas y navales, pensado para aplicarlo al escenario del Pacífico Occidental, con la intención de frenar la pretensión de Beijing de controlar la zona del mar del Sur de China, un área que parece ser extraordinariamente rica en recursos naturales. El capitán de la armada Jan van Tol, un “experto en planificación estratégica” que forma parte del CSBA (Center for Strategic and Budgetary Assessments), un think tank dedicado a la política de defensa, ha publicado un libro sobre este tema en el cual, tras asegurar que el objetivo no es la guerra, se desarrollan planes para interceptar el comercio con China, confiscando en alta mar los cargamentos de las embarcaciones en operaciones en que se especula, sin embargo, con la posibilidad de hacer frente a una respuesta armada china. Las discusiones se han renovado con la reciente publicación de un nuevo libro de Henry Kissinger, On China, en el que el hombre que fue el protagonista directo de la apertura hacia Beijing en la época de Nixon sostiene que la cooperación entre China y Estados Unidos es “esencial para la paz y la estabilidad globales” y que una “guerra fría” entre ambas potencias “detendría por una generación el progreso en las dos orillas del Pacífico”, en una época en la que problemas como la proliferación nuclear, la conservación del medio ambiente, la seguridad de la energía y el cambio climático “imponen una cooperación global”. Aceptar los planteamientos de Kissinger implicaría poner fin de una vez a la “guerra fría”, un término empleado por el propio Kissinger en este contexto. Pero parece difícil que los dirigentes estadounidenses acepten un planteamiento que implica la renuncia a la supremacía unilateral en que se ha basado su política desde 1945. Como ha dicho el teniente coronel Andrew Krepinevich, director del CSBA, lo que Estados Unidos debe decidir ahora es si va a competir o no con China por el control del Pacífico occidental. Si renuncia, deberá admitir un cambio sustancial en el equilibrio militar mundial; si acepta, “la cuestión es cómo competir con eficacia”. Podría pensarse que, tras la experiencia de tantas décadas de Guerra Fría, no hay riesgo de que este tipo de confrontaciones puedan llevar a un conflicto más grave, que ponga en peligro la paz mundial. Pero esta es una previsión injustificada ante lo que pueden depararnos las elecciones presidenciales norteamericanas del año próximo, en el caso de que consiga la victoria, como parece probable, alguno de los descerebrados candidatos republicanos que están disputándose la nominación. ¿Qué se puede esperar de una persona como Michele Bachmann que recientemente proclamó la necesidad de mantener el gasto en defensa ante el temor que siente el pueblo norteamericano por “el ascenso de la Unión Soviética”? Asusta pensar que nuestro porvenir esté en tales manos. PÚBLICO. 10-9-2011 Opinión. La Vanguardia División en el BCE José Antich LA súbita dimisión del economista jefe del Banco Central Europeo (BCE), el alemán Jürgen Stark, y las razones de fondo que esboza –la compra de deuda soberana de España e Italia por la institución desde la segunda semana de agosto– no sólo ponen de relieve de una manera casi dramática la división en el seno del organismo monetario europeo, sino que devuelven a nuestro país al incómodo papel de aparecer al lado de los titulares negativos de la crisis. Siendo importante, esta vez lo es menos la nueva caída de las bolsas europeas, también la española, por encima del 4%, y el rebote de la prima de riesgo de los bonos españoles por encima de los 340 puntos respecto a los homólogos alemanes. Lo preocupante es que las discrepancias sobre las medidas que aplicar no sean sólo políticas como permanentemente se ha visto, sino que se den también en el seno del BCE. ¿Se puede mandar peor mensaje que el de la división sobre el camino que hay que seguir justo la misma semana en que la imprudente directora general del Fondo Monetario Internacional, Christine Lagarde, ha advertido del riesgo de una recesión inminente y los rumores –cada vez aparentemente más fundados– sobre el impago de la deuda griega se han extendido como un reguero de pólvora? En el futuro se podrán estudiar todos los errores que se han cometido en una crisis económica en la que lo que menos ha habido ha sido coordinación, una solución global y anticipación a los problemas. Pero hasta que eso se pueda hacer, lo menos que podemos exigir es responsabilidad y prudencia a los que con sus acciones pueden precipitar el desastre al que parece que vamos sin freno alguno entre políticos egoístas, gobernantes manirrotos y ausencia de estadistas. LA VANGUARDIA. 10-9-2011