Todos los grandes medios se lamentan de la «inestabilidad política» provocada por las dificultades en la formación del nuevo gobierno. Pero casi todos ocultan que el auténtico origen del «laberinto sin salida» en que se ha convertido la política española está en el avance del viento popular contra los recortes.
El bipartidismo -permitiendo la formación, sin excesivos contratiempos, de un gobierno en torno al PP o al PSOE- garantizaba la “estabilidad”. Mientras que la irrupción de un viento popular cada vez más poderoso -plasmado el 20-D en 16,5 millones de votos contra los recortes- ha generado “inestabilidad”, es decir que por primera vez desde la transición aparezcan serios problemas para la formación del gobierno que le interesa a la oligarquía, a EEUU o a Alemania.
Esta es la razón que ha convertido la formación de gobierno en una batalla política incierta, donde todas las opciones están abiertas y todos los actores empiezan a poner sus cartas encima de la mesa.
La influencia del viento popular expresado en millones de votos permite la opción de un gobierno de unidad contra los recortes. Pero crecen las presiones a favor de una “gran coalición” anhelada en Washington, Berlín y el Ibex-35. Ya se contempla la posibilidad de ofrecer la cabeza de Rajoy como precio a pagar por un pacto, pero la opción de un gobierno encabezado por el PSOE gana terreno. Sin que el carácter endiablado del nuevo mapa político español permita descartar una repetición electoral de consecuencias inesperadas.
El elemento oculto… y decisivo
En un artículo publicado en La Vanguardia, Enric Juliana nos ofrecía una de las claves que aunque “permanece ajena al debate político” resulta decisiva: “ España tiene una cita con Angela Merkel. Una cita con las tijeras. Este dato es fundamental para enmarcar y comprender mejor las maniobras que se van a producir en las próximas semanas -las visibles y las invisibles- de cara a la investidura del presidente”.
Efectivamente, sin partir de cuales son los objetivos concretos para España de los principales centros de poder internacionales o nacionales será imposible comprender lo que está pasando.
En los últimos días destacados representantes de la UE han recordado que la ejecución de nuevos recortes sigue siendo una “exigencia innegociable”. Desde el presidente del Eurogrupo al comisario europeo de Asuntos Económicos han lanzado un claro mensaje: “el presupuesto español para el 2016 incumple las reglas [respecto a los objetivos de reducción del déficit]. El nuevo Gobierno deberá presentar más ajustes”.
Cifrando entre los 8.500 y los 10.000 millones el ajuste que deberá convertirse “en una prioridad para el nuevo gobierno”.
Una exigencias sobre España que también se trasladan al terreno militar. Hace muy pocos días el cuartel general de la OTAN en Bétera asumía el mando de las fuerzas terrestres de despliegue rápido. Y desde el pasado 4 de enero, España lidera la misión de la OTAN de la Policía Aérea del Báltico.
Al mismo tiempo, la quiebra del modelo bipartidista hace impostergable la necesidad de una “reforma política”, a través de una reforma constitucional a la que ya se suma incluso el PP.
Estas son las principales “exigencias” del hegemonismo y la oligarquía, y también el elemento oculto, pero decisivo, en la formación del nuevo gobierno.
El hegemonismo y la oligarquía necesitan formar un “gobierno estable” que garantice el cumplimiento del grueso de sus mandatos, especialmente en un país como España, la cuarta economía de la zona euro y que ocupa un enclave estratégico.
Pero las condiciones políticas creadas tras el 20-D actúan en su contra. Mucho más allá del carácter de las fuerzas más votadas o del contenido de sus programas, por encima de Pedro Sánchez, Albert Rivera o Pablo Iglesias, una marea popular de 16,5 millones de votos -un 70% del total, es decir una amplia mayoría absoluta- se pronunció claramente en contra de los recortes que pretenden ejecutar la UE o el FMI.
Esta es la razón de la “inestabilidad política” que vive España y del “rompecabezas” en la formación del nuevo gobierno.
Las “presiones internacionales” y las opciones de gobierno
Frente al avance del viento popular contra los recortes, se han multiplicado las maniobras y presiones para influir en la formación del nuevo gobierno.
Desde la cúpula del Ibex-35, sancta santorum oligárquico, se ha trasladado al Rey que “la mejor solución es un gran gobierno de coalición entre las dos fuerzas mayoritarias, PP y PSOE, con el apoyo de Ciudadanos”.
El presidente de la Comisión Europea, ha reiterado hasta tres veces durante la última semana el llamamiento a formar “lo antes posible un gobierno estable en España”, emplazándole a que “esté a la altura”.
Mientras como ha desvelado La Razón y corroborado otros medios, “la diplomacia estadounidense ha estado en contacto con Zarzuela para analizar el escenario político, que al gobierno centrista y liberal de Obama no le interesaría que virara hacia posturas radicales”.
La opción principal de gobierno por la que aboga el hegemonismo y la oligarquía es la de una “gran coalición”, basada en un acuerdo entre PP y PSOE y que cuente con el apoyo de Ciudadanos a través de su abstención.
Lo que permitiría una “amplia mayoría” de 253 diputados para gestionar, a pesar de los resultados del 20-D la ejecución del grueso de las exigencias de Washington y Berlín.
El pacto para la constitución de la Mesa del Congreso, donde el PP ha retirado a su candidato para permitir una presidencia del PSOE consensuada con Ciudadanos, camina en esa dirección.
Para permitir esa “gran coalición” se contempla la necesidad de recurrir a métodos extremos. Desde forzar la dimisión de Rajoy y su sustitución por otro candidato del PP (siguiendo “el libreto catalán” ejecutado por Mas) a un “gobierno de independientes”, una adaptación local del “gobierno tecnocrático” ya impuesto por la troika en Grecia o Italia.
¿Pero es un gobierno en torno al PP la única opción contemplada? Difícilmente el hegemonismo y la oligarquía van a poner “todos los huevos en la misma cesta”. Y menos si se trata de un PP que perdió 3,5 millones de votos en las generales, y provoca un rechazo social cada vez mayor.
Sobre el PSOE se han multiplicado las presiones para forzarle a entrar en el pacto de la “gran coalición”, pero Pedro Sánchez insiste en negar cualquier apoyo a un futuro gobierno del PP, y en explorar la posibilidad de una “mayoría progresista alternativa”.
Una opción que gana terreno, basada en el acuerdo entre PSOE y Ciudadanos, y contando con la abstención de Podemos e incluso del PNV, Convergencia y ERC, a cambio de una “reforma territorial” que “encauce” el problema catalán.
Sería una “solución a la portuguesa”, donde un gobierno socialista apoyado por comunistas ha impulsado medidas sociales pero tras firmar por escrito el respeto a todos los compromisos internacionales con la UE o la OTAN.
Lo que ofrece Pedro Sánchez es una salida al “laberinto” con un gobierno que ofrecería un paquete de reformas sociales y de “regeneración democrática” limitado pero significativo. Y que, a cambio de una flexibilización negociada con Bruselas en las condiciones y plazos, garantizaría la ejecución del grueso de las medidas exigidas por la UE.
Todas las opciones encima de la mesa
Hasta marzo, fecha límite para resolver la formación de gobierno y evitar nuevas elecciones, van a intensificarse las presiones, desde Washington, Berlín y la oligarquía española, para imponer su alternativa frente a la voluntad mayoritaria expresada el 20-D.
Pero no solo juegan ellos en el tablero político español. Y tras las generales tanto el hegemonismo como la oligarquía encuentran más dificultades para “conducir” la política española tal y como habían hecho en las últimas décadas.
En las condiciones que ha deparado el 20-D, la mejor opción y la que se corresponde con el sentido de la mayoría de los votos es la de un gobierno de unidad contra los recortes.
Conocemos el carácter de las fuerzas que necesariamente deben encabezarlo. El PSOE ha sido la “pata izquierda” del bipartidismo hegemonista y oligárquico. Y Podemos ha “recortado” su programa para remarcar que “debemos pagar la deuda”, o establecer no ya que “la OTAN y el euro son ineludibles”, sino incluso proponiendo como futuro ministro de Defensa a un ex jefe del JEMAD escandalosamente pronorteamericano.
Pero mucho más allá del carácter de estas fuerzas o de sus direcciones y programas, sus votantes y bases se posicionan claramente contra los recortes y por un cambio real. Lo que generaría fisuras y dificultades en la ejecución del proyecto hegemonista. Creando mejores condiciones para la acumuación de fuerzas en el seno del pueblo contra nuestros enemigos.
Todas las opciones están sobre la mesa. Incluida la repetición de elecciones, o un “suceso de última hora”, similar al que ha dado paso al nuevo gobierno catalán, que de un nuevo giro a la situación.
Y a pesar de que algunos quieren reducirlo todo a las presiones de grandes centros de poder, o a los pactos y negociaciones entre las cúpulas de los partidos, en esta batalla política el 90% que sufrimos los recortes y apostamos por un cambio de verdad tenemos mucho que decir.