«Los resultados le permitirán a Artur Mas gobernar en solitario y poner en práctica acuerdos de geometría variable, al estilo de los que emplea José Luis Rodríguez Zapatero en el Congreso de los Diputados. El líder de CiU deberá afrontar una situación nada fácil. La crisis, que ha pasado factura a los socialistas, no remitirá a corto plazo y el Ejecutivo autónomo se verá obligado a recortes impopulares. Pero, al mismo tiempo, la recesión servirá para que CiU ralentice toda su agenda.»
De entrada, Mas eserará a que las urnas decidan en 2012 entre socialistas o populares. Eso le permitirá guardarse hasta 2013 la propuesta del concierto económico a la vasca para esta legislatura. Socialistas y populares han rechazado este pacto fiscal Cataluña-España que propone CiU. No obstante, la situación en que quede el mapa político español pondrá el asunto sobre la mesa. La medida estrella de CiU es fruto del crecimiento entre la opinión pública del sentimiento soberanista. Los nacionalistas de Mas no van a apoyar de momento un referéndum por la independencia, pero sí que desde el poder tratarán de alcanzar metas graduales (EL PAÍS) EL PERIÓDICO.- Aunque esperado, el resultado de las elecciones de ayer significa una convulsión en el Parlament de Catalunya. La amplia victoria de CiU es tan indiscutible como el hundimiento del tripartito y especialmente de sus dos fuerzas principales, el PSC y Esquerra Republicana. Pero hay otros datos relevantes: el ascenso del PP, la consolidación de Ciutadans y la irrupción en la Cámara de la Solidaritat per la Independència (SI) de Joan Laporta. EL MUNDO.- Dado que se ha quedado cerca de la mayoría absoluta, Mas tiene el margen suficiente para apoyarse en hasta cuatro formaciones distintas. No parece posible una colaboración con el PSC o ERC, los dos partidos que sufren un mayor retroceso, pero sí con el PP cuando necesite sus escaños para sacar adelante los Presupuestos u otras votaciones clave. Si Rajoy alcanza La Moncloa sin mayoría absoluta, es muy probable una alianza entre el PP y CiU tanto en Barcelona como en Madrid. Las dos almas que integran esta coalición, la más nacionalista de CDC y la moderada de Unió, han hecho una campaña con mensajes soberanistas y han situado como objetivo el logro de un concierto económico similar al del País Vasco. Pero es muy posible que su acción de gobierno se guíe por el mismo pragmatismo que caracterizó siempre a Pujol. ABC.- SI Cataluña significó en la historia política de Rodríguez Zapatero su plataforma de lanzamiento personal y el laboratorio de ideas extremistas contra la derecha y contra el pacto constitucional de 1978, la debacle electoral sufrida ayer por los socialistas catalanes no es otra cosa que el detonante definitivo para el fin del zapaterismo Editorial. El País Un vuelco anunciado Las urnas han dado un vuelco al mapa político catalán. Convergència i Unió, tras siete años de travesía del desierto, vuelve al Gobierno de la Generalitat. Los ciudadanos han dado mayoritariamente su confianza a la federación nacionalista -62 diputados, a seis de la mayoría absoluta- y han castigado al Partit dels Socialistes, que llega a sus mínimos históricos, con 28 parlamentarios. Los resultados le permitirán a Artur Mas gobernar en solitario y poner en práctica acuerdos de geometría variable, al estilo de los que emplea José Luis Rodríguez Zapatero en el Congreso de los Diputados. El líder de CiU deberá afrontar una situación nada fácil. La crisis, que ha pasado factura a los socialistas, no remitirá a corto plazo y el Ejecutivo autónomo se verá obligado a recortes impopulares. Pero, al mismo tiempo, la recesión servirá para que CiU ralentice toda su agenda. De entrada, Mas esperará a que las urnas decidan en 2012 entre socialistas o populares. Eso le permitirá guardarse hasta 2013 la propuesta del concierto económico a la vasca para esta legislatura. Socialistas y populares han rechazado este pacto fiscal Cataluña-España que propone CiU. No obstante, la situación en que quede el mapa político español pondrá el asunto sobre la mesa. La medida estrella de CiU es fruto del crecimiento entre la opinión pública del sentimiento soberanista. Los nacionalistas de Mas no van a apoyar de momento un referéndum por la independencia, pero sí que desde el poder tratarán de alcanzar metas graduales. La sentencia del Constitucional, que implicó recortes trascendentes del Estatuto, y la masiva manifestación del 10 de julio ha dado alas políticas a los nacionalistas. Soberanistas e independentistas han logrado 76 de los 135 escaños del Parlamento. Hasta ahora CiU y ERC sumaban 69 parlamentarios. El gran perdedor de estos comicios, el PSC, tiene ante sí la tarea nada fácil de su catarsis futura. El líder de los socialistas catalanes, José Montilla, dejará probablemente la Cámara catalana para intentar pilotar la transición en el partido desde el interior del aparato, aunque ya anunció anoche que no optará a la primera secretaría en el próximo congreso del PSC. Quedará por ver si su sector más catalanista dará batalla y si el ala más contemporizadora con el PSOE va a ir en la misma dirección. El futuro es cuando menos complejo para el PSC. Según recientes encuestas, los socialistas también perderán la alcaldía de Barcelona tras más de 30 años de gobierno de la ciudad. Este sería el segundo revés serio en solo seis meses. Los socialistas corren el riesgo de dejar de ser el partido de masas que tendía los grandes puentes entre Cataluña y el resto de España. El PP ha logrado, a caballo de la crisis, sus mejores resultados en unas elecciones catalanas. Se ha cumplido el objetivo que se había fijado la dirección nacional de la calle de Génova de Madrid, que observa el comportamiento electoral catalán como una "anomalía". Los populares se convierten en tercera fuerza política, con 18 diputados, a mucha distancia de una fuerte CiU y en menor medida del débil PSC. La fragilidad de los socialistas también es compartida y aumentada por Esquerra Republicana, que ha visto mermar en la mitad su número de diputados en la Cámara. ERC, con su arriesgada apuesta por la celebración de un referéndum para la independencia en esta legislatura, no se ha visto respaldada por el electorado nacionalista que ha regresado a Convergència i Unió. Otros votos de ERC han ido al partido independentista de Joan Laporta, cuyos cuatro diputados deberán compartir el Grupo Mixto con otros tres de Ciutadans de Albert Rivera. Las urnas finalmente disiparon la incógnita sobre la entrada de los xenófobos de Plataforma per Catalunya, que se quedó a un paso de obtener representación. ****************************** Opinión Trances Enrique Gil Calvo Los comicios catalanes celebrados ayer están llamados a significar el cierre del presente ciclo político, caracterizado por el predominio socialista en los Gobiernos catalán y español, y la apertura de un periodo de transición que se prolongará hasta que se instaure definitivamente el nuevo ciclo político que salga de las próximas elecciones generales (previstas para 2012, si la crisis de la deuda española no fuerza su adelanto), que probablemente se caracterizará por un nuevo predominio del centro-derecha conservador. Y como ocurre en todos los procesos de tránsito, este interregno entre dos ciclos políticos alternantes estará presidido por la incertidumbre, cuya tensión se irá incrementando paulatinamente a lo largo de los próximos meses, sobre todo a partir del agónico trance que supondrán los comicios municipales y autonómicos del año próximo. Pero, además, este incierto proceso de transición entre ambos ciclos políticos estará condicionado por el trance todavía más incierto de la crisis del euro, que este año de 2010 no ha hecho más que iniciarse sin que podamos saber todavía cuándo ni cómo terminará. Lo que sí se sabe es que la crisis se abrió con la caída de Grecia en mayo pasado, lo que obligó al directorio europeo (el eje Berlín-París, a la cabeza del tándem que forman la Comisión y el BCE) a diseñar un excepcional fondo de rescate cifrado en 750.000 millones de euros. Ahora bien, ese arreglo improvisado solo ha durado seis meses, pues la semana pasada se produjo la caída de la siguiente pieza del dominó: ahora le ha tocado a la neoliberal Irlanda. Y si en mayo pasado la caída de las bolsas y las deudas soberanas de los países periféricos (los famosos PIGS) se alivió enseguida hasta neutralizarse, respondiendo positivamente al fondo de rescate europeo, esta vez en cambio no ha habido alivio alguno tras la decisión de la UE de rescatar a Irlanda. Por el contrario, las bolsas y las deudas de los países periféricos siguen desplomándose en caída libre. De modo que la siguiente ficha del euro-dominó podría caer en breve plazo, probablemente inferior a los seis meses de lapso entre las caídas de Grecia e Irlanda. Esta vez le tocará caer, por el ranking del tamaño relativo, a nuestra vecina Portugal. Pero a continuación ya viene España, y enseguida Italia: unas piezas mayores que, como son demasiado grandes para caer, arrastrarán indefectiblemente al euro consigo, si es que el directorio europeo no improvisa un nuevo plan B, porque el plan A, diseñado en mayo, ya no sirve para contener su caída. Ahora bien, con independencia de la suerte que corra el euro, lo que sí parece claro es que la bolsa y la deuda española se están hundiendo en el descrédito, sin que el debilitado Gobierno de Zapatero pueda hacer demasiado por evitarlo. De modo que en este aciago otoño se abaten sobre nuestro país dos procesos de tránsito no menos inciertos, que además se interfieren entre sí: la fase terminal del ciclo político de Zapatero y el trance agónico de nuestra deuda soberana, a punto de caer en el descrédito. Y en esta concatenación de incertidumbres cobran una especial relevancia los comicios catalanes, pues el tema central de su campaña electoral ha sido también la soberanía fiscal: justo como en la crisis del euro. El problema de fondo de la eurozona es que una unidad monetaria no puede funcionar sin instituciones federales, pues con el BCE no basta (solo gobierna el tipo de interés) sino que hace falta además un Tesoro común y una política fiscal unificada. Justo lo que ahora el soberanismo catalán cuestiona respecto al caso español, reclamando un concierto económico que rompa la unidad fiscal de la caja común federal. Si la reivindicación catalana de soberanismo fiscal fuese atendida, y su ejemplo cundiera hasta extenderse a las demás autonomías, España se convertiría en una reproducción de la Unión Monetaria Europea a menor escala fractal. Pero así se abriría una división entre Comunidades autónomas ricas (el eje Madrid-Barcelona, como el eje París-Berlín) y pobres (los países meridionales y periféricos de la Unión española: Murcia, Extremadura, Castilla-La Mancha y Andalucía). En época de vacas gordas (es decir, en época de burbujas especulativas), esa Unión española funcionaría como la seda. Pero en época de vacas flacas (o estallido de las burbujas), el dominó español iniciaría su cuenta atrás, cayendo sus piezas más débiles unas tras otras. Justo como está ocurriendo en la Unión Europea, donde la bolsa alemana ha subido este año un 15% mientras la española está cayendo el 20%. Y si Alemania aspira a salvarse a cuenta de la ruina de los países periféricos del sur, ¿aspirará Cataluña a hacer lo mismo a escala española? EL PAÍS. 29-11-2010 Editorial. El Periódico Victoria amplia, derrota indiscutible Aunque esperado, el resultado de las elecciones de ayer significa una convulsión en el Parlament de Catalunya. La amplia victoria de CiU es tan indiscutible como el hundimiento del tripartito y especialmente de sus dos fuerzas principales, el PSC y Esquerra Republicana. Pero hay otros datos relevantes: el ascenso del PP, la consolidación de Ciutadans y la irrupción en la Cámara de la Solidaritat per la Independència (SI) de Joan Laporta. CiU se queda a las puertas de la mayoría absoluta, para la que le faltan seis escaños, pero consigue la mayoría suficiente que demandaba para poder gobernar en solitario. Podrá hacerlo, pero el resultado le obliga a negociar la investidura y los próximos presupuestos en una situación dramática de crisis económica. Artur Mas tiene en este sentido diversas opciones. Anoche, lógicamente, no desveló ninguna y se limitó, en un discurso integrador, a pedir la ayuda de todos y la «movilización del país» para «levantar Catalunya». El nuevo president dijo que gobernará con «humildad, responsabilidad y esperanza», y proclamó: «Somos servidores y no salvadores de Catalunya». El PSC obtiene, por su parte, los peores resultados de su historia, cinco diputados menos que los que había cosechado en 1980, en las primeras elecciones a la Generalitat restaurada, los más bajos hasta ahora. Nunca los socialistas catalanes habían bajado de 30 escaños (ahora tendrán 28) y solo en tres de las nueve convocatorias no habían alcanzado los 40. El fracaso es, pues, espectacular. Ante la pérdida de nueve escaños, José Montilla anunció que renunciará en el próximo congreso del partido a repetir en la primera secretaría, del mismo modo que en la campaña electoral ya aseguró que no volvería a ser cabeza de lista en las próximas elecciones. Estabilidad El PSC, como reconoció Montilla, necesita renovar sus propuestas, su liderazgo, su organización interna y su conexión con la sociedad. Los socialistas no han sabido rentabilizar su obra de gobierno, han pagado la crisis, la tardía y desafortunada sentencia sobre el Estatut y la desunión del Govern. Montilla no se pronunció sobre la oposición que el PSC va a practicar. Tan solo deseó a Mas el «máximo acierto para afrontar una situación económica difícil». Precisamente para afrontar esa crisis, CiU debe formar un Gobierno fuerte con una mayoría estable y los grandes partidos, como el PSC, deben reflexionar si deben contribuir a facilitar esa estabilidad parlamentaria. El Parlament está ahora más fragmentado que antes, con la entrada del grupo de Laporta, y precisamente, cuanto mayor es la dispersión, más necesaria es la estabilidad. Los cuatro escaños de SI no significan un crecimiento del independentismo, después de las expectativas levantadas en julio. Al contrario. La debacle de ERC, que pierde 11 diputados y pasa de tercera a quinta fuerza, determina que el independentismo baje de 21 a 14 escaños. Aunque con los mismos diputados, ERC queda incluso por detrás de ICV, el componente del tripartito que resiste mejor, gracias a su fiel electorado, y solo pierde dos diputados. El PP catalán es el segundo triunfador de los comicios, ya que saca el mejor resultado de su historia, superando incluso en un escaño los 17 diputados que Vidal-Quadras obtuvo en 1995. Después de su actuación en el debate del Estatut, contra el que presentó el recurso que ha propiciado el recorte, este ascenso solo puede interpretarse como la antesala del castigo que los electores españoles preparan contra Zapatero a causa de la crisis. Finalmente, dos apuntes contrapuestos. El alivio que significa, por una parte, el aumento de la participación, que roza el 60% (cuatro puntos más que en el 2006), aunque es exagerado hablar de «alta participación». Y, por otra, la preocupación de que la candidatura xenófoba y racista haya tenido el voto de 75.000 catalanes, aunque se haya quedado fuera del Parlament. EL PERIÓDICO. 29-11-2010 Editorial. El Mundo Duro castigo a los impostores, giro a la moderación LOS RESULTADOS de las elecciones de ayer en Cataluña suponen un vuelco electoral: los tres socios del Gobierno tripartito sufren un duro castigo, mientras CiU logra un gran avance que le va a permitir gobernar en solitario. Cataluña ha girado hacia al centro derecha y hacia la moderación, ya que, al triunfo del partido de Artur Mas, se añade el importante ascenso electoral del PP y los resultados de Ciutadans, que repite sus tres escaños creciendo en número de votos. La suma ampliamente mayoritaria de estas tres fuerzas en la Cámara contrasta con el retroceso del PSC, ERC e ICV, que soportan una pérdida de 22 escaños y nada menos que 17 puntos porcentuales. En total, el centro derecha logra 83 escaños y los tres socios del tripartito sólo 48. Fuera de esta clasificación queda la irrupción en el Parlament de SI, el partido independentista de Joan Laporta, que cosecha cuatro escaños, algo no previsto en las encuestas. Ya veremos hacia dónde orienta su radicalismo. El gran triunfador de la jornada de ayer es Artur Mas, que, con los 62 escaños de CiU, llegará cómodamente a la Generalitat. No pudo hacerlo en las dos anteriores elecciones pese a encabezar la lista más votada. Ahora CiU será la fuerza hegemónica en Cataluña, tal y como sucedió en la etapa de más de dos décadas de Jordi Pujol. Dado que se ha quedado cerca de la mayoría absoluta, Mas tiene el margen suficiente para apoyarse en hasta cuatro formaciones distintas. No parece posible una colaboración con el PSC o ERC, los dos partidos que sufren un mayor retroceso, pero sí con el PP cuando necesite sus escaños para sacar adelante los Presupuestos u otras votaciones clave. Si Rajoy alcanza La Moncloa sin mayoría absoluta, es muy probable una alianza entre el PP y CiU tanto en Barcelona como en Madrid. Las dos almas que integran esta coalición, la más nacionalista de CDC y la moderada de Unió, han hecho una campaña con mensajes soberanistas y han situado como objetivo el logro de un concierto económico similar al del País Vasco. Pero es muy posible que su acción de gobierno se guíe por el mismo pragmatismo que caracterizó siempre a Pujol. Como apuntaban las encuestas, el PSC ha sufrido un justo castigo de su electorado por su impostura y su travestismo político. Montilla ha apostado estos años por seguir la deriva nacionalista iniciada por Maragall, lo que ha significado su debacle. Tras los resultados de ayer, tuvo el gesto de dignidad de anunciar su renuncia al liderazgo del partido en el próximo congreso. La lucha por la sucesión en PSC comienza a partir de hoy. Puede interpretarse que la hemorragia de votos experimentada por el PSC es también una sanción a la política de Zapatero, que apoyó la fórmula del tripartito y cerró los ojos antes sus excesos. El presidente del Gobierno paga ahora su error histórico de impulsar el nuevo Estatuto de Cataluña, que sólo ha servido para alentar las reivindicaciones nacionalistas. El PP, con Alicia Sánchez-Camacho al frente, sale muy fortalecido por su ascenso electoral, que le permite pasar de 14 a 18 escaños y convertirse en la tercera fuerza política de Cataluña. Si el PSC ha sido castigado por sus veleidades nacionalistas, del PP se puede decir lo contrario: que ha sido premiado por el electorado por su defensa de los valores constitucionales. Su recurso contra el Estatuto no sólo no le ha pasado factura sino que le ha dado credibilidad política. Por último, Ciutadans repite resultado y conserva sus tres escaños. Su consolidación debería servir para forjar un pacto con el PP en futuras citas electorales, lo que permitiría aumentar mucho las expectativas del voto no nacionalista. En resumen, las urnas han producido un importante vuelco electoral en Cataluña que anticipa un cambio de ciclo basado en el regreso a las políticas liberales y centristas que ya sacaron a España de la anterior crisis económica. EL MUNDO. 29-11-2010 Editorial. ABC El socialismo se hunde SI Cataluña significó en la historia política de Rodríguez Zapatero su plataforma de lanzamiento personal y el laboratorio de ideas extremistas contra la derecha y contra el pacto constitucional de 1978, la debacle electoral sufrida ayer por los socialistas catalanes no es otra cosa que el detonante definitivo para el fin del zapaterismo. Únicamente la prerrogativa presidencial de disolver el Parlamento mantiene con vida política al presidente del Gobierno, pero la derrota de Montilla, la peor de la historia del socialismo catalán, certifica el proceso irreversible de cambio en España. Y este cambio arranca, aunque parezca un contrasentido, con un Parlamento catalán más nacionalista que nunca, cosecha propia de la política territorial y de pactos con la que Zapatero puso en jaque el orden constitucional y pervirtió el papel propio de la izquierda catalana como fuerza de contención del nacionalismo. Los electores catalanes han preferido el original nacionalista de Artur Mas a la fotocopia soberanista —y borrosa— de José Montilla. El «pacto del Tinell» y la aventura anticonstitucional del Estatuto de 2006 han puesto al socialismo fuera de juego en Cataluña, pero con una responsabilidad directa en Rodríguez Zapatero. La participación sirve de poca excusa porque ha sido superior a la de 2006, y esto supone, por un lado, que ha habido un voto de castigo —tanto como una abstención de castigo— contra los socialistas; y, por otro lado, un valor especial al aumento experimentado por el PP en diputados y votos. Mariano Rajoy, con el gran resultado de su partido, que ha pasado de 14 a 18, está hoy más legitimado que ayer para pedir a Rodríguez Zapatero que ponga fin a la agonía política en la que tiene sumida a España y disuelva el Parlamento. El resultado de las elecciones autonómicas en Cataluña desmiente cualquier atisbo de remontada tras la remodelación del Ejecutivo central y confirma que la opinión pública, incluso una tan condescendiente con el PSOE como es la catalana, ha llegado a un punto de no retorno en su rechazo a Rodríguez Zapatero. Como sugirió Montilla, los resultados catalanes no iban ser ajenos al presidente del Gobierno porque están marcados por todos los errores de esta legislatura, incluyendo con carácter principal la nefasta gestión de la crisis económica. El discurso del PP ha sido eficaz en la delimitación de un espacio político propio, para lo que fue esencial su apuesta por la impugnación del Estatuto y el discurso constitucionalista, que habrá convencido a muchos votantes del PSC. La defensa de una Cataluña bien situada en España, de una política bilingüística real y de una atención a los problemas prioritarios de la sociedad, como la inmigración, han permitido al PP mantener su voto y captar otro nuevo hasta dejar de ser una fuerza marginal. Los populares han marcado un hito histórico al convertirse en la tercera fuerza política y presentarse como factor relevante para la composición de gobiernos municipales y locales después de las elecciones de 2011. Además, estos resultados significan, con vistas a unas elecciones generales, que Cataluña dejaría hoy de ser el granero fijo de votos de los socialistas. Rajoy ha recibido un aval con esa exigua diferencia de menos de siete puntos que separó ayer al PP de los socialistas catalanes, dato con una dimensión política de gran calado. No hay duda de que el ganador indiscutible es Artur Mas, cuya victoria arrasadora ha finiquitado el tripartito y ha hecho pagar a los socialistas catalanes su errática transición de izquierda federalista a soberanistas de última hora. Gracias a los errores del socialismo, CiU recupera el poder autonómico con una fortaleza propia de los mejores tiempos del pujolismo. Su victoria le permite gobernar en solitario, aunque sería un error que descartara la posibilidad de mayorías en contra. El PP es el interlocutor más lógico para esta nueva etapa. Ahora bien, a CiU su victoria lo deja sin excusas para responsabilizarse íntegramente de la dirección política que imprima a Cataluña desde el momento en que Artur Mas sea investido como presidente de la Generalitat. La deriva soberanista que lideraron Maragall y Montilla, con el padrinazgo de Zapatero, ha salido cara a Cataluña. Artur Mas tendrá que decidir si ha recibido un mandato para agravar la política de desafío constitucional de su predecesor, con reivindicaciones tan fuera de lugar como la de un concierto económico como el vasco, o para encauzar Cataluña por un camino de pragmatismo y equilibrio, tanto más necesario en un período de crisis económica. No se le puede exigir a Mas que no sea nacionalista cuando empiece a gobernar Cataluña, pero sí que aprenda de los perjuicios que provocó el tripartito con propuestas que CiU nunca se atrevió a ejecutar en los muchos años en que gobernó con mayoría absoluta. Nuevamente, Cataluña puede ser decisiva para España. ABC. 29-11-2010