¿Qué podemos esperar del nuevo año? ¿Cuáles son las batallas políticas que deberán decidirse y cómo las enfrentamos? A dar respuesta a estas preguntas se dedican sucesivos reportajes en periódicos o televisiones. Todos anuncian un año decisivo, abierto con el juicio a los políticos independentistas presos o con la formación del nuevo gobierno andaluz, y en el que vamos a asistir a sucesivas convocatorias electorales que dibujarán una nueva correlación de fuerzas política.
Pero llevamos ya varios “años decisivos”. Lo fueron 2015 y 2016, con la doble vuelta de las generales, y también 2017, con la explosión del “procés” tras el 1-O y la DUI o 2018, con un inesperado cambio de inquilino en la Moncloa.
¿Por qué la política española está inmersa en un tobogán de inestabilidad y “giros de guión” sorprendentes? ¿Cómo va a afectar esto a lo que suceda el año que empezamos?
No podemos entender nada de lo que pasará en 2019 si no nos retrotraemos a 2010. Entonces empezó a ejecutarse un programa de saqueo y recortes que, a pesar de que se intente ocultar para rebajar nuestras defensas, ni mucho menos ha concluido.
Su extrema agresividad, disparando contra pensiones y salarios, minando la sanidad y la educación públicas, y atacando los intereses más básicos del 90% de la población, desde trabajadores a autónomos, desde funcionarios a parados, está en la base de todos los “terremotos políticos” sufridos.
Y contra este “programa de recortes” se ha levantado una respuesta, traducida en un movimiento popular en avance. Que se ha expresado en la calle, desde el movimiento en defensa de las pensiones a la huelga feminista, desde la lucha contra la privatización de la sanidad a la exigencia de subidas salariales. Pero que también ha tenido una honda repercusión política cada vez que la población ha podido expresarse directamente a través de las urnas.
La disputa entre estas dos fuerzas, los grandes centros de poder internacionales y nacionales que buscan no solo perpetuar sino llevar más allá los recortes, y la mayoría social de progreso que exige avanzar por otro camino, es lo que determina la política nacional.
Volverá a suceder en 2019. Son ya tropel las encuestas que anticipan “una nueva mayoría de deferechas”, basada en la conjunción del PP, Ciudadanos y la irrupción de Vox. Es la alternativa para un renovado “gobierno de los recortes”. Al referirse a Vox todos apuntan a su ideario xenófobo, pero pocos reparan en que su programa incluye propuestas como cambiar el actual sistema de pensiones por otro que incluya la obligatoriedad de complementar las pensiones públicas, que pasarían a ser ayudas de beneficencia, con planes privados. Exactamente la alternativa que defiende el FMI.
Con el nuevo “tripartido de derechas” lo que se busca es impulsar una alternativa política que de estabilidad a la ejecución de los recortes, llevándolos incluso más allá.
Pero no juegan solos. Y muchas veces se llevan algo más que sorpresas. En 2016 forzaron la llegada de Rajoy a la Moncloa, dando para ello un golpe interno en el PSOE. Sin embargo, menos de dos años después, una moción de censura acababa con el gobierno del PP. La influencia de la mayoría social que rechaza los recortes, que algunos creían ya controlada y dominada, acabó imponiendo un inesperado vuelco político.
En 2019 van a volver a medirse las fuerzas. No solo ni principalmente entre los diferentes partidos, como una batalla entre élites políticas en las que la mayoría no participamos. Sino entre las dos fuerzas cuya disputa está realmente decidiendo el curso político del país.
Para llevar adelante el “programa de los recortes” necesitan inevitablemente silenciar o reconducir la influencia política alcanzada por la mayoría de progreso. Pero ésta se niega a ser acallada, y volverá a actuar en el año que ahora empezamos.
Nada está decidido. Y habrán nuevas sorpresas. La cuestión clave radica en organizar a esa mayoría social que rechaza los recortes, reclama regeneración democrática y defiende la unidad frente a quienes quieren dividirnos. En torno a una alternativa basada en la redistribución de la riqueza, la ampliación de la democracia, la defensa de la soberanía nacional y el fortalecimiento de la unidad del pueblo trabajador para luchar por nuestros intereses comunes.