Masafer Yatta, 19 aldeas en las montañas del sur de Cisjordania, habitadas desde principios del siglo XIX por miles de palestinos.
Un Estado israelí que ejecuta con fría y criminal precisión un plan para expulsar a estos palestinos de sus tierras, destruyendo las aldeas, derribando casas y escuelas, cegando pozos…
Este es el marco en que se desarrolla “No other land”, una de las películas del año que ahora podemos contemplar en varias plataformas televisivas.
Su estreno en el Festival de Berlín fue uno de los acontecimientos de mayor impacto cultural de 2024. Ganó el premio al mejor documental, y recibió la mención especial del público.
La fuerza de “No other land” está en la verdad de lo que cuenta. Y en la manera en que lo hace, con una mirada que nos emociona, denunciando la barbarie del opresor pero sobre todo haciéndonos partícipes de la rabia y la fuerza de quien se rebela.
Es cine palestino, pero también israelí. De esa parte de la sociedad israelí que denuncia el genocidio y la ocupación y quiere vivir en paz con sus vecinos palestinos.
En el cuarteto de directores está Basel Adra, joven activista palestino, pero también Yuval Abraham, periodista israelí, encontramos al fotógrafo palestino Hamdan Ballal pero también a la directora de fotografía y editora israelí Rachel Szor.
El título de la película es toda una declaración de principios: No other land. Un joven palestino con su cuerpo paralizado al ser acribillado delante de las cámaras por el ejército israelí. Cuando le preguntan a su madre, que le cuida durante todo el día, porque no se marchan a otro sitio, su respuesta es tan breve como gigantesca, tan tranquila como tajante: “No tenemos dónde ir, no hay otra tierra”.
“No other land” te atrapa en dos velocidades. La vertiginosa de los ataques del ejército y los colonos armados, contestados por la resistencia de la población. Rodadas cámara en mano o con el móvil, caóticas y brutales.
Y la otra velocidad, más pausada, de los momentos donde Basel y Yuval, de noche y tras un día convulso, comparten confidencias. Unidos por un mismo anhelo de paz y justicia, separados por la ocupación, que persigue a Basel condenándole a un salvaje apartheid.
Masafer Yatta existe porque hay gente que se aferra a la vida
Pero no hay víctimas pasivas. Basel sentencia que “Masafer Yatta existe porque hay gente que se aferra a la vida”. En medio de una brutal ocupación emerge una sociedad palestina llena de vida y capacidad de lucha. Reconstruyendo por la noche las casa derruidas durante el día. Con mujeres y niños enfrentándose al ejército para construir un colegio.
Porque, tal y como nos plantea Basel, “No other land no es una película para dar pena. Es una película para cambiar, aunque solo sea un poco, lo que sucede. La injusticia no es un problema de unos pocos, la injusticia nos concierne a todos”.
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El cine palestino alza su voz
“No other land” no es un oasis único en medio del desierto. También en Gaza crecen muchas flores entre los cascotes. El cine palestino está muy vivo, y alza su voz, creando cultura como una contribución a la lucha por detener el genocidio. A través de películas realizadas en las peores condiciones pero que están llegando a las pantallas de todo el mundo.
El 3 de enero se estrenó “Desde la zona cero”, impulsada por el director gazati Rashid Masharawi. Son 22 historias, rozadas en Gaza por 22 directores, hombres y mujeres, la inmensa mayoría jóvenes. Abarcan desde el documental a la ficción, y retratan desde diferentes perspectivas la criminal razzia que ya se ha cobrado la vida de 70.000 palestinos.
En “Jad y Nicole” solo vemos a Mohammed Sami Albanna, actor, hablando ante su teléfono móvil desde la casa derruida donde vivía su prometida. Planeaban casarse, pero Nicole fue asesinada, junto a toda su familia, en uno de los bombardeos israelíes.
“Selfie”, rodado por Reema Mahmoud, es “un mensaje en una botella” lanzado al mar “para un amigo desconocido”. Relata en primera persona la vida de las mujeres palestinas en los campos de refugiados.
Reema vive en la destrucción total, pero se niega a abandonar Gaza. Una fuerza gigantesca la impulsa: “Es el corazón que late en mi cuerpo. Mi amor por Gaza es similar al amor por mi madre, sin ellas no puedo vivir”.
Su obra -ha producido ya 22 cortometrajes en Gaza- es para Mahmoud “no es solamente un proyecto cinematográfico, es una forma de combatir desde la paz del arte”.
Nedaa Jawad rueda su corto, “Fuera de marco”, desde la exposición de una amiga, montada en la casa de su padre en Ciudad de Gaza, destruida por un bombardeo que redujo a cenizas una de las viviendas vecinas.
Definiendo, con precisión y una fuerza emocional impactante, la realidad vivida durante el rodaje: “Bombas y destrucción en todo momento y en todo lugar”.
Estas son tres de las 22 historias que nos ofrece “Desde la zona cero”, preseleccionada para representar a Palestina en los Oscars en la categoría de Mejor Película Extranjera.
En medio de la barbarie el cine palestino alza su voz cada vez con más fuerza.