Más allá de las amenazas que suponen sus proyectos reaccionarios para las libertades y derechos ciudadanos, el gobierno de ultraderecha que ahora se forma en Italia es la alternativa de la clase dominante italiana y de los centros de poder imperialistas. A ellos se debe, y no va traspasar las “líneas rojas” de sus intereses fundamentales.
Así se ha plasmado en el tutelaje que presidente el saliente, Mario Dragh -exjefe del BCE, exejecutivo de Goldman Sachs, e íntimamente conectado tanto a los centros de poder europeos como (sobre todo) a los norteamericanos está ejerciendo sobre la que va a ser la próxima primera ministra, la (pos)fascista Giorgia Meloni. Draghi ha avalado a la ultraderechista a cambio de un compromiso europeísta, y a que Roma se encuadre firmemente en la OTAN, en el apoyo a Ucrania y a las sanciones a Rusia, y en el mantenimiento de los presupuestos y la línea macroeconómica.
Pocos días después de la victoria electoral de la coalición de ultraderecha formada por los Hermanos de Italia, la Liga y Forza Italia, Giorgia Meloni y Mario Draghi han llegado a un acuerdo para conseguir el visto bueno de los nódulos de la clase dominante italiana, de las cancillerías europeas y las instituciones de la UE, y sobre todo de los centros de poder hegemonistas.
Mario Draghi -bien conectado tanto con Bruselas, Berlín y París como con Wall Street y la Casa Blanca- ha actuado como «asesor» (o como «tutor») del nuevo ejecutivo ultra, y Giorgia Meloni se ha comprometido a no tocar tres pilares fundamentales: la pertenencia a la OTAN y el apoyo a Ucrania en la guerra contra Rusia; la continuidad de la política macroeconómica de Draghi; y los compromisos básicos con la UE, de los que dependen los 200.000 millones de euros de Fondos Next Generation que Italia debe aún recibir.
Ha sido el periódico italiano La Reppublica el que ha revelado que el ex primer ministro italiano habría entrado en contacto con Emmanuel Macron, Olaf Scholz y Úrsula von der Leyen, para ofrecer garantías sobre las políticas de la líder de Hermanos de Italia y tranquilizar a Europa sobre los pilares que seguirán guiando la acción de Gobierno.
Mario Draghi -bien conectado tanto con Bruselas, Berlín y París como con Wall Street y la Casa Blanca- ha actuado como «asesor» (o como «tutor») del nuevo ejecutivo ultra
Se confirma así lo que adelantaba, días antes del resultado electoral, el Wall Street Journal -portavoz mediático del gran capital financiero norteamericano- cuando hablando de Giorgia Meloni, afirmaba que «La favorita en las elecciones de Italia se despoja de su imagen de extrema derecha y corteja a Occidente. Giorgia Meloni se ha distanciado de la nostalgia por Mussolini y ha hecho campaña como una conservadora a la que los aliados de Italia no deben temer». Un «atado y bien atado» que también remarcaba The Economist en un artículo titulado «¿Cuánto miedo debería tener Europa a Giorgia Meloni?», en la que se afirma que «el próximo gobierno de Italia estará limitado por la política, los mercados y el dinero».
Los nódulos principales de la clase dominante italiana, de las grandes potencias europeas y de Washington -con los que Draghi, pero también Silvio Berlusconi, están íntimamente ligados- han marcado sus líneas rojas al nuevo gobierno de ultraderecha en Italia. Y Giorgia Meloni, que lleva quince años criándose en el seno del establishment de la política italiana, y que no ha dejado de remarcar durante toda la campaña su «fidelidad atlantista», las ha acatado sin rechistar.
.
El programa del nuevo gobierno de ultraderecha
Privilegiar a los privilegiados, castigar a los desfavorecidos
«Italia es un país en el que rara vez las promesas electorales se cumplen integralmente», ha reconocido Emma Bonino, la veterana excomisaria europea y líder del partido europeísta Más Europa. Por eso, una parte de la agendo política de la coalición de ultraderecha que ha ganado las elecciones va a ser matizada y limitada por los intereses de las clases dominantes, o por una correlación de fuerzas que no les permite, por ejemplo, emprender cambios en la Constitución. Pero aún así, la «doctrina Meloni» -con un programa social ultrareaccionario y unas políticas económicas neoliberales a ultranza- supone una amenaza para las libertades y derechos, así como para los intereses de amplios sectores populares.
La ultraderecha posfascista va a gobernar Italia. El gobierno de Meloni no va a emprender una cruzada contra los derechos civiles que -como en el caso de Hungría y Polonia- mutile seriamente las libertades de las mujeres, del colectivo LGTBI, la libertad de expresión o de prensa, o que asalte el control de la prensa. No porque no quieran, sino porque no pueden. Si Meloni se convirtiera en una nueva Viktor Orbán, pondría en peligro los 200.000 millones de euros de fondos europeos que todavía tiene que llegar a Italia, una enorme masa de capital que la oligarquía financiera italiana ansía para sus negocios.
Sin embargo, en el terreno social, la ultraderecha va a emprender ofensivas para imponer su reaccionaria agenda ideológica, atacando a quienes tienen menos poder para defenderse: la clase obrera inmigrante.
A lo largo de toda la campaña, y haciéndose eco de los ultra reaccionarios delirios de la «Teoría del Gran Reemplazo», Meloni ha acusado a la izquierda de querer solucionar el problema demográfico con “una invasión” de migrantes. Los Fratelli d’Italia, lo mismo que la Liga de Salvini, proponen un bloqueo naval para impedir las llegadas por mar, y que se rechace la concesión de la nacionalidad a los menores extranjeros nacidos o crecidos en Italia y que han estudiado en el país. Unas políticas despiadadas, contrarias a los derechos humanos y al derecho internacional, que la ultraderecha tratará de aplicar fomentando al mismo tiempo sus climas de opinión racistas y xenófobos.
En el terreno del aborto y las libertades reproductivas de las mujeres, el gobierno de Meloni no tiene fuerza para imponer una cancelación del derecho al aborto… pero sí maniobrará para dificultar y obstaculizar al máximo el derecho de las mujeres a interrumpir voluntariamente su embarazo. Algo parecido se espera con respecto al colectivo LGTBI: mayor hostigamiento, mayores trabas para ejercer sus derechos.
En el terreno económico el programa de Meloni se corresponde con los intereses de los sectores más voraces y depredadores de las finanzas, los monopolios o el capital extranjero.
En el terreno económico, sin embargo, el programa de Meloni se corresponde con los intereses de los sectores más voraces y depredadores de las finanzas, los monopolios o el capital extranjero. Bastante inspirado en la gestión de Trump, el programa económico de Hermanos de Italia no se aleja mucho del modelo liberal-conservador, con alguna postura ‘intervencionista’ y proteccionista (como primar los artículos made in Italy o buscar un tope en el precio del gas que ahoga a la economía italiana).
Meloni se ha mostrado partidaria de bajar todo lo que pueda los impuestos a las grandes fortunas, a bancos y grandes empresas, y al capital extranjero, mientras recorta de partidas sociales que tilda de despilfarro, como políticas de combate a la pobreza o contra el cambio climático. Privilegiar a los privilegiados, castigar a los desfavorecidos, esa es la clave de la «doctrina Meloni».