Mientras más de casi 5 millones de sirios se hacinan en campos de refugiados de Oriente Medio y Europa, y cientos de miles se juegan la vida tratando de cruzar el Mediterráneo, la «humanitaria» Europa va dejando degenerar el problema, pagando a Turquía para contener a la marea de desplazados y acogiendo a una cifra insignificante de refugiados.
Desde el comienzo de la crisis de Siria se han ofrecido en todo el mundo 162.151 plazas de reasentamiento en total, lo que equivale a sólo el 3,6 % de la población total de refugiados sirios de los países limítrofes con Siria.
A pesar de su proximidad geográfica, de sus lazos culturales y de sus elevados recursos económicos, los países del Golfo –Arabia Saudí, Qatar, Emiratos Árabes Unidos, Kuwait y Bahréin– no han ofrecido ni una sola plaza de reasentamiento para los refugiados sirios. Los vasallos árabes de Occidente han sido generosos a la hora de financiar a las facciones armadas opuestas a Damasco, pero han decidido denegar hasta el último maravedí para socorrer a sus hermanos musulmanes. Tampoco otros países de altos ingresos, como Japón, o Corea del Sur, han ofrecido ninguna plaza de reasentamiento, ni tampoco una Rusia metida hasta las cachas en el conflicto. Podríamos decir que -dada la calidad democrática o humanitaria de estos países- era previsible. «El ignominioso trato a los refugidos corroe el hipócrita barniz de papanatismo europeísta con el que nos presentan a la UE en los medios de comunicación»
El caso de Europa es sin embargo, demoledor. Al menos para el barniz de “potencia humanitaria” y “fuertemente comprometida con los valores y los derechos humanos” con la que el papanatismo europeísta nos ha vendido a la UE. La Cumbre de Viena, celebrada por los países europeos más afectados por la crisis de refugiados, se ha saldado con la receta de siempre: fronteras más herméticas y más facilidades para expulsar a sin papeles. Bajo el binomio de la xenofobia descarada del presidente húngaro, Viktor Orban -que exige el blindaje militar del mediterráneo y ellevantamiento de «una ciudad gigante de refugiados» en la costa de Libia para procesar las solicitudes de asilo de los refugiados que llegan desde África con la ayuda del nuevo gobierno libio- y el papel de “poli bueno y moderado” de Ángela Merkel, todos estuvieron de acuerdo en impulsar tratados migratorios con los países de salida de los refugiados o inmigrantes, en especial con Egipto, siguiendo la estela del “Acuerdo de la ignominia” entre la UE y Turquía.
Esta es la respuesta del continente rico a millones de personas que buscan refugio y auxilio en sus costas. Este es el humanitarismo de la Europa de las burguesías monopolistas.