De nuevo -como ocurrió al inicio de la invasión imperialista rusa de Ucrania, en un 24 de febrero del que falta poco para cumplir su primer aniversario- el envío de armas a Ucrania, en este caso de tanques de última generación, se convierte en el centro de un gran debate público, especialmente entre las filas de la izquierda.
Las mismas posiciones que en la primavera pasada nos insistían en la futilidad del envío de armas a una Ucrania «condenada» ante la apabullante superioridad militar rusa; o que alertaban del «peligro» para la paz mundial que suponía sacar de sus casillas a una potencia nuclear; o que aconsejaban la búsqueda de la «distensión a toda costa», incluyendo la recomendación a los ucranianos de que negociaran «paz por territorio»… son las que ahora se echan las manos a la cabeza cuando se anuncia el envío de tanques, de carros de combate modernos, a la guerra de Ucrania.
Algunos no pueden resistir hacer la comparación con la Segunda Guerra Mundial, y claman escandalizados porque «los herederos de la Alemania nazi» manden los Leopard 2 -sucesores en su imagen, de los «Panzer» o «Tiger» de la Wehrmacht- a combatir en los mismos campos de batalla en la que se enfrentaron las tropas del Ejército Rojo y las hordas de Hitler.
Lógicamente, estas posiciones tienen que hacer auténticos malabarismos, floridas piruetas argumentales, para que no nos fijemos en un pequeño detalle.
Los tanques se envían al agredido.
Los tanques sirven a Ucrania para defenderse de una invasión imperialista, de una criminal agresión que ha causado decenas de miles de muertos -miles de ellos población civil-, millones de refugiados, ciudades y regiones totalmente devastadas, y una cantidad inmensurable de dolor y muerte, de vidas y futuros rotos para siempre.
No importa cómo los cataloguen los expertos militares. Todas las armas que se envían a Ucrania -sean balas, chalecos, misiles antitanque Javelin, baterías HIMARS o los más modernos tanques Leopard…- son armas defensivas. No sirven para atacar al pueblo ruso, sino para que el pueblo ucraniano pueda repeler una invasión, pueda derrotar a una potencia imperialista abrumadoramente superior.
Lo que estas posiciones falsamente «pacifistas» esconden es la naturaleza de la guerra y de la potencia agresora. No es un «conflicto», es una invasión imperialista, cuyos únicos responsables son Putin y la oligarquía rusa. Una criminal clase dominante -heredera de la burguesía burocrática fascista soviética- que pretende imponer a sangre y fuego el dominio sobre los países y pueblos de las antiguas repúblicas de la URSS.
Ante una invasión imperialista -la perpetre quien la perpetre- no se puede ser neutral. O se está con los invasores o se está con los invadidos.
Unificación Comunista de España denunciamos a la potencia invasora, el imperialismo ruso, y apoyamos sin reservas al país y al pueblo invadido. Y por eso el único «No a la Guerra» que defendemos es “Fuera tropas imperialistas rusas. Solidaridad con Ucrania”.
Defendemos una salida diplomática, que logre una Paz Justa para los agredidos. Pero el deseo de paz, que todos compartimos, no puede ir en contra de la legítima resistencia del pueblo invadido. Por ello, apoyamos las iniciativas que contribuyan a proteger a la población civil y a la defensa de Ucrania, incluyendo el envío de armas -sí, también de tanques– que ellos mismos demandan.
Conocemos el rastro de invasiones y crímenes de Washington, y sabemos que el apoyo militar de la OTAN no se hace por ninguna «solidaridad» con el pueblo ucraniano, sino en pos de sus propios intereses hegemonistas.
EEUU es -sin lugar a dudas, y por mucho- la mayor fuente de guerra y agresión del planeta, y la OTAN no es otra cosa que su «poder militar expandido». La paz, ni en el mundo ni en Europa, nunca va a venir de una superpotencia. Lo que necesitan España y la UE es ganar autonomía y soberanía, zafándose de los imperativos estratégicos del Pentágono. Por las mismas razones que denunciamos la invasión rusa, defendemos una España independiente y fuera de la OTAN.
Pero quienes -hablando en nombre de la “paz” o de la «izquierda antiOTAN”- apoyan, justifican o contemporizan con una cruenta invasión imperialista se han colocado en el campo del invasor y en el de una ultraderecha europea que hoy trata de borrar sus conexiones con Putin.