El Frente Sandinista ha cosechado un arrollador triunfo electoral en las elecciones del 6 de noviembre en Nicaragua, con el 72,1% de los votos.
Los intentos de desestabilización -con sectores de la oposición llamando a la abstención para boicotear las elecciones, y un Congreso norteamericano aprobando la ‘Nica Act’ para estrangular económicamente al país- no han podido impedir que el pueblo nicaragüense decida seguir avanzando en su rumbo de soberanía y redistribución de la riqueza.
Nicaragua presume de los índices de participación electoral más altos del Caribe y Centroamérica. Un 65,3% de los 4 millones de nicaragüenses han acudido a votar. Los llamados de los sectores más broncos de la oposición a boicotear las elecciones mediante la abstención han mordido en hueso.
Concurrían 6 partidos de ámbito estatal, pero la victoria incontestable de Daniel Ortega estaba vaticinada desde hacía semanas en las encuestas, que daban al FSLN una intención de voto del 60%. El triunfo ha sido aún más arrollador, con el 72,1% de los votos, a una distancia de más de 50 puntos sobre su inmediato perseguidor.
Las razones de esta tercera victoria consecutiva son diáfanas. Nicaragua es uno de los países más pobres de Centroamérica, pero desde que el sandinismo ganó sus primeras elecciones en 2006, el país ha conocido un crecimiento sostenido del 5-6% del PIB junto a políticas de redistribución de la riqueza que han elevado sensiblemente el nivel de vida de las capas populares. “Hubo una trasformación de la estructura de la propiedad, en la que las tierras en manos de los grandes propietarios pasaron a manos de los pequeños y medianos productores”, dice el sandinista Orlando Núñez, impulsor del programa Hambre Cero. Por otra parte, mientras los países del entorno se consumen en una sangría interminable de violencia contra el narcotrafico y las maras, hasta los más acérrimos detractores del sandinismo tienen que reconocer que la seguridad ciudadana en Nicaragua es excelsa en comparación con la de sus vecinos.
Pero la revolución sandinista siempre ha tenido poderosos enemigos. Como el sandinismo se muestra imbatible en las urnas, las tramas del ‘golpe blando’ intentan desplegarse en Managua. El Congreso de EEUU ha aprobado hace poco más de un mes la llamada ‘Nica Act’, una resolución para impedir que las instituciones financieras multilaterales -el FMI, el Banco Mundial o el Banco Interamericano de Desarrollo (BID)- realicen préstamos a Nicaragua “hasta que garantice unos comicios libres, justos y transparentes”. Adelantándose a una previsible acusación de fraude, el gobierno de Ortega invitó a la OEA -una organización instrumentalizada por Washington a “acompañar” los comicios y a atestiguar su transparencia, y una delegación de la OEA, con miembros destacados como el ex-presidente paraguayo Fernando Lugo, se trasladó a Managua.
Aunque las maniobras de Washington han fracasado en impedir una victoria sandinista, la ‘Nica Act’ puede provocar serias adversidades. Los créditos del BID han financiado hasta un 25% de los programas de inversión pública en Nicaragua. El cierre de esa fuente -junto con la reducción de la ayuda venezolana que recibía Managua- buscan crear una tormenta perfecta que asiente las bases del malestar popular que necesita la táctica de los ‘golpes blandos’.
jose manuel dice:
Lo que pasa en Nicaragua es una puta verguenza. Media docena de familias lo mangonean todo y se enriquecen, mientras el pueblo las pasa canutas. Siguen igual o peor que en la época de Somoza. No nos contéis mentiras por favor.