En 1925, el nuevo Estado proletario celebra el vigésimo aniversario del levantamiento revolucionario del pueblo ruso contra el zarismo. De estos actos nacerá “El acorazado Potemkin”, de S.M. Eisenstein.
A pesar de la brutal represión zarista, que se impondrá sobre el gigantesco movimiento popular, lo sucedido en 1905 abrió el camino hacia la revolución, que triunfaría 12 años después.
Tal y como plantea Lenin, es en ese momento donde se produce “el despertar de la conciencia política en inmensas masas populares, que se lanzan a la lucha revolucionaria”. Aquí reside la extraordinaria significación histórica de la revolución de 1905.
De la guerra a la revolución
En febrero de 1905, el ejército ruso entra en guerra con Japón por el control de Corea y Manchuria. Pero el zarista es ya un imperio decrépito, y Japón, una de las nuevas potencias imperialistas, le infringe una vergonzosa derrota.
La guerra exacerbará todas las contradicciones en Rusia, acarreando nuevas calamidades al pueblo trabajador. Aumentan los precios y los impuestos, los salarios de los obreros descienden un 25%, la movilización para el ejército privó de brazos a las familias campesinas…
Lenin advierte que “esta guerra ha puesto y pone al descubierto, en mayor medida que ninguna otra cosa, toda la podredumbre de la autocracia, la debilita en el terreno financiero y militar (…) martiriza y empuja a la insurrección a las masas atormentadas del pueblo, a las que esta guerra criminal y bochornosa impone indecibles sacrificios. La catástrofe militar es inevitable, y hará también inevitable que se decupliquen el descontento, la inquietud y la indignación. Debemos prepararnos con toda energía para cuando llegue ese momento”.
Los acontecimientos van a confirmar las palabras de Lenin. El 22 de enero de 1905 un gigantesca manifestación de 200.000 obreros, organizadas por las “uniones obreras” -sindicatos orientados por un sector de la iglesia- y encabezada por un sacerdote, el Padre Gapon, llega hasta el Palacio de Invierno para entregar una petición al zar.
Presentando al emperador un manifiesto que afirma: “Nosotros, trabajadores de San Petersburgo, nuestras mujeres, nuestros hijos y nuestros padres, viejos sin recursos (…) no somos considerados como seres humanos, sino tratados como esclavos que deben sufrir en silencio su triste condición (…) Vale más la muerte que la prolongación de nuestros intolerables sufrimientos”.
Exponiendo las siguientes reivindicaciones: amnistía, libertades públicas, salario normal, entrega gradual de la tierra al pueblo, convocatoria de una Asamblea Constituyente elegida en votación general e igual para todos.
La respuesta ante las masas obreras que todavía confían en el zar es brutal y salvaje. Las tropas de ulanos y cosacos se lanzan sobre la multitud, ametrallando a los inermes obreros. Según los partes policíacos, hubo más de mil muertos y de dos mil heridos.
Pero esta salvaje represión, llamada el “Domingo sangriento”, no consigue acallar el movimiento de lucha popular. La indignación entre los obreros es indescriptible.
Tal y como plantea Lenin la presentación de la cara más salvaje del zarismo “reveló la agonía de la fe secular del campesinado en “el padrecito zar” y el nacimiento de un pueblo revolucionario encarnado en el proletariado urbano”.
La clase obrera, a la cabeza de la revolución
La lucha de la clase obrera, cuyo número se incrementa al calor del desarrollo capitalista en Rusia, especialmente en los grandes centros industriales, es la fuerza de vanguardia del movimiento revolucionario que estalla en 1905.
En 1904 los obreros petroleros de Bakú organizan una huelga general, exigiendo libertad de prensa y de asambleas obreras, la convocatoria a una Asamblea Constituyente, terminar con la guerra ruso-japonesa y la implantación de la jornada de 8 horas.
El 3 de enero de 1905 estalla la huelga en la fábrica Putilov, y el 8 de enero se produce una huelga general obrera en San Petersburgo.«La humanidad no conoció hasta 1905 lo grandiosa que puede ser y será la tensión de fuerzas del proletariado cuando se trata de luchar por objetivos verdaderamente grandes, de luchar de un modo verdaderamente revolucionario Lenin»
La clase obrera encabezará de forma consecuente la lucha contra la represión zarista tras el “Domingo Sangriento”. Las huelgas obreras se multiplican en San Petersburgo, y se extienden a todos los centros industriales en Rusia, desde Polonia, Finlandia y la costa Báltica hasta las cuencas mineras del Cáucaso o los Urales.
En enero de 1905 se movilizan 430.000 huelguistas en Rusia, más que en los diez años anteriores. Y durante todo el año revolucionario el número total de huelguistas asciende a 2,8 millones. En ningún país capitalista del mundo, ni siquiera en los más avanzados, como Inglaterra, los Estados Unidos y Alemania, se ha visto un movimiento huelguista tan grandioso.
Es la movilización del proletariado la que da naturaleza a la revolución de 1905. Tal y como plantea Lenin: “La peculiaridad de la revolución rusa estriba precisamente en que, por su contenido social, fue una revolución democrático-burguesa, mientras que, por sus medios de lucha, fue una revolución proletaria. Fue democrático-burguesa, puesto que el objetivo inmediato que se proponía, y que podía alcanzar directamente con sus propias fuerzas, era la república democrática, la jornada de 8 horas y la confiscación de los inmensos latifundios de la nobleza: medidas todas ellas que la revolución burguesa de Francia llevó casi plenamente a cabo en 1792 y 1793. Pero la revolución rusa fue a la vez una revolución proletaria, no sólo por ser el proletariado su fuerza dirigente, la vanguardia del movimiento, sino también porque el medio específicamente proletario de lucha, la huelga, fue el medio principal para poner en movimiento a las masas y el fenómeno más característico del desarrollo, en oleadas sucesivas, de los acontecimientos decisivos”.
Es la lucha del proletariado, de sus elementos más avanzados y conscientes, la que -siguiendo a Lenin- “arrastró tras de sí a los vacilantes, despertó a los dormidos y animó a los débiles”.
Los campesinos, que se habían librado de la servidumbre en 1861, empiezan a alzarse a la lucha. El ascenso de la rebelión campesina provoca ocupación de tierras de los terratenientes, asaltos a los depósitos de granos, huelgas…
En el ejército de suceden los motines, encabezados por los soldados de origen obrero o campesino. Se celebran reuniones cada vez más frecuentes entre obreros y marinos revolucionarios. Y la flota del Mar Negro, encabezada por la sublevación de los marineros del acorazado Potemkin, se levanta para apoyar al movimiento revolucionario.
Las universidades deben ser cerradas por el zarismo, puesto que tanto docentes y alumnos eran «animadores» de las huelgas y protestas, uniéndose a las movilizaciones obreras. En Polonia, muchos estudiantes reclaman que todas las escuelas de enseñanza secundaria pasen a depender del soviet de diputados obreros, y exigen la autorización para llevar en los liceos blusas rojas en señal de adhesión a la futura república proletaria.
Es la clase obrera la que permite unir al conjunto de las clases populares. Creando las organizaciones de masas, los soviets, que cumplirán un papel trascendental en 1917.
Los soviets de diputados obreros o asamblea de delegados de todas las fábricas pasan a desempeñar en algunas ciudades el papel de gobierno provisional revolucionario. E incluso en algunas localidades se vivió un periodo de pequeñas repúblicas locales, donde las autoridades habían sido destituidas y el Soviet de diputados obreros desempeñó realmente la función de nuevo poder público.
Lecciones para 1917
Incapaz de contener el avance del movimiento revolucionario y la lucha de la clase obrera, el zarismo, junto con los reformistas y liberales burgueses, intenta reconducirlo prometiendo concesiones, con la legalización de los partidos o la convocatoria de una Duma, un parlamento.
Lenin advierte que “nuestros reformistas de 1905 eran incapaces de comprender -al igual que todos los reformistas- que hay situaciones históricas en las cuales las reformas, y en particular las promesas de reformas, persiguen exclusivamente un fin: contener la efervescencia del pueblo, obligar a la clase revolucionaria a terminar o por lo menos a debilitar la lucha”.
Los bolcheviques lanzan las consignas de “¡Abajo la Duma consultiva! ¡Boicot a la Duma! ¡Abajo el gobierno zarista! ¡Continuación de la lucha revolucionaria para derrocar al gobierno!”.
El tiempo les dará la razón. Entre 1906 y 1907, el zar suprimirá el sufragio universal y clausurará la Duma cuando los resultados electorales no le satisfagan.
El partido proletario, frente a confiar en las promesas del zar o de la burguesía liberal, se pone a la cabeza de la huelga general en Moscú en diciembre de 1905, el punto culminante de la revolución. El gobierno zarista y la burguesía se enfrentan a su enemigo de clase. Llegan a perder la confianza en la guarnición de Moscú, que simpatizaba con los obreros, y recurren al regimiento Semiónovski para aplastar la insurrección tras 13 días de resistencia obrera.
El zarismo disuelve los soviets, emprende una campaña contra los obreros, con oleadas de despidos y el cierre “punitivo” de las fábricas estatales. La irrupción de la lucha revolucionaria del proletariado ruso ha aterrorizado al zarismo, a la burguesía y al imperialismo.
Tal y como plantea Lenin, los acontecimientos de 1905 demuestran que “todo el desarrollo de la revolución rusa impulsaba de modo inevitable al combate decisivo entre el gobierno zarista y la vanguardia del proletariado con conciencia de clase”.
A pesar de la represión zarista, que provoca un reflujo parcial en la lucha obrera, los sucesos de 1905 abren la puerta a la revolución que culminará en octubre de 1917.
Lenin sintetiza el salto cualitativo que se produjo: “la humanidad no conoció hasta 1905 lo inmensa, lo grandiosa que puede ser y será la tensión de fuerzas del proletariado cuando se trata de luchar por objetivos verdaderamente grandes, de luchar de un modo verdaderamente revolucionario (…) Un país enorme, de 130 millones de habitantes, se lanzó a la revolución; así, pues, la Rusia aletargada se convirtió en la Rusia del proletariado revolucionario y del pueblo revolucionario”.
HUMANIDAD AFIRMÁNDOSE dice:
Y el detonante fue la matanza, a manos de la Guardia zarista y sus fusiles, de muchas de las personas concentradas ante el Palacio de Invierno y encabezados por el Patriarca de la Iglesia Ortodoxa Gapón. Solicitaban la paz y el pan, dos demandas básicas humanas y a la vez políticas por no ser susceptibles de recibir satisfacción por el capitalismo ruso de esas fechas. La paz y el pan requerían quebrantar la cadena imperialista por ese eslabón tan débil que era Rusia, para producir nuevas condiciones de vida imposibles sin producir nuevas condiciones políticas. Hoy las masas mundiales vuelven a responder al imperialismo combatiendo sus agresiones y denunciando la miseria, que entraña la necesidad y la voluntad de su propia superación revolucionaria.
motörhead dice:
Gracias «De Verdad» por ponernos la película.La mejor película de la historia,junto a Ciudadano Kane,de Welles.No por algo,Hollywood,tras verla quiso contratar «ipso-facto» a Eisenstein(éstos,como son muy pragmáticos,mientras una película dé millones no miran ideologías ni procedencias),el problema es que Eisenstein no quiso y se fue a México a rodar «Que Viva México»(la podéis encontar completa en youtube).Hombre,es que escenas como la de «la escalera de Odessa» son completamente impactantes
sargento arensivia el de la cia dice:
Nota: el texto de Stalin es de 1905,fecha de «el acorazado Potemkin»
sargento arensivia el de la cia dice:
Bueno,ahora volviendo al tema,os dejo unos escritos sobre la insurrección,de Stalin :»El movimiento revolucionario «en el momento actual ha conducido ya a la necesidad de la insurrección armada»: esta idea, expresada por el III Congreso de nuestro Partido, se confirma más y más cada día. Las llamas de la revolución se propagan con fuerza creciente, originando aquí y allá insurrecciones locales. Los tres días de barricadas y de combates de calle en Lodz, la huelga de decenas y decenas de millares de obreros en Ivánovo-Vosnesensk, acompañada de las inevitables colisiones sangrientas con las tropas, la insurrección en Odesa, el «motín» en la flota del Mar Negro y entre la tripulación de la flota anclada en Libava, la «semana» de Tiflís, todos ellos son presagios de que la tempestad se aproxima. La tempestad se acerca, se acerca inconteniblemente y de un día para otro se desencadenará sobre Rusia y barrerá, como poderoso torrente purificador, todo lo caduco, lo podrido, librará al pueblo ruso de su secular ignominia llamada autocracia. Los últimos esfuerzos convulsivos del zarismo – recrudecimiento de represiones de todo género, declaración del estado de guerra en medio país, multiplicación de las horcas y, junto con esto, discursos seductores dirigidos a los liberales y mentirosas promesas de reformas– no lo salvarán de su destino histórico. Los días de la autocracia están contados, la tempestad es ineludible. Surgen ya los gérmenes de un nuevo régimen, aclamado por todo el pueblo, que espera de él la renovación y el renacimiento.»……»¿qué debemos hacer para alcanzar este objetivo? ¿Cuáles deben ser nuestros primeros pasos?
Muchas de nuestras organizaciones han resuelto ya prácticamente esta cuestión, dedicando parte de sus fuerzas y recursos al armamento del proletariado. Nuestra lucha contra la autocracia ha entrado ahora en un período en que todos reconocen la necesidad de armarse. Pero, por sí sola, la conciencia de la necesidad de armarse es insuficiente: hay que plantear expresa y claramente ante el Partido la tarea práctica. Por eso nuestros Comités deben ahora mismo, inmediatamente, comenzar a armar al pueblo en plano local, formar grupos especiales para resolver este asunto, organizar grupos de distrito para conseguir armas, organizar talleres para la fabricación de diferentes materias explosivas, trazar el plan de conquista de arsenales y de depósitos de armas del Estado y particulares. No sólo debemos armar al pueblo del «ardiente anhelo de armarse, por sus propios medios», como nos aconseja la nueva «Iskra», sino que debemos, además, «tomar las medidas más enérgicas para armar al proletariado» en la práctica, como nos lo ha impuesto el III Congreso del Partido. En la solución de este problema nos es más fácil que en cualquier otro llegar a un entendimiento tanto con el sector del Partido que se ha separado (si, en efecto piensa seriamente en el armamento y no se limita a disquisiciones «sobre el ardiente anhelo de armarse por sus propios medios»), como con las organizaciones socialdemócratas de las nacionalidades, por ejemplo, con los federalistas armenios y otros, que se plantean estos mismos objetivos. Se ha hecho ya tal intento en Bakú, donde después de la matanza de febrero nuestro Comité, el grupo «Balajani–Bibi-Eibat» y el Comité de los «gnchakistas»[ 1 ] han destacado de su seno una comisión de organización para el armamento. Es absolutamente necesario que esta empresa difícil y de gran responsabilidad sea organizada mediante esfuerzos comunes, y nosotros consideramos que los litigios fraccionales no deben impedir en manera alguna la unificación sobre este terreno de todas las fuerzas socialdemócratas.
Simultáneamente con el aumento de las reservas de armas y al mismo tiempo que se organiza su adquisición y fabricación, es necesario atender del modo más serio la tarea de constituir destacamentos de combate de toda clase para emplear las armas conseguidas. No hay que permitir de ninguna manera la distribución de armas directamente a las masas. Como tenemos pocos recursos y es muy difícil ocultar las armas a la vigilancia de la policía, no conseguiríamos armar a capas considerables de la población, y nuestros esfuerzos resultarían estériles. Otra cosa muy distinta será cuando creemos una organización especial de combate. Nuestros destacamentos de combate se instruirán en el buen manejo de las armas y durante la insurrección –ya comience espontáneamente o sea preparada de antemano– actuarán en calidad de destacamentos principales y de vanguardia, en torno a ellos se agrupará el pueblo insurreccionado y bajo su dirección irá al combate. La experiencia y la organización de dichos destacamentos, así como la suficiente cantidad de armas permitirán utilizar todas las fuerzas del pueblo insurreccionado y alcanzar así el objetivo inmediato: el armamento de todo el pueblo y el cumplimiento del plan de acción preparado de antemano. Los destacamentos se apoderarán rápidamente de los distintos depósitos de armas, de las instituciones gubernamentales y públicas, de correos, de teléfonos, etc. , lo cual será necesario para el desarrollo de la Revolución»…….Muy interesante el artículo de Stalin sobre la insurrección,que se tarda 5 minutos en leer:»Stalin,la insurrección armada y nuestra táctica»
sargento arensivia el de la cia dice:
Jojojojojo,acá una gamberrada que se aleja del tema,pero que es coj.. –> https://www.youtube.com/watch?v=TqtehtSB0LI
sargento arensivia el de la cia dice:
Aquí os dejo el libro,para quien tenga curiosidad –> https://stolpkin.net/IMG/pdf/Armar-a-las-masas-revolucionarias-construir-el-ejercito-revolucionario_Vo-Nguyen-Giap.pdf
sargento arensivia el de la cia dice:
Éste texto de Giap es muy bueno:»Fundadores de la ciencia militar proletaria, Marx y Engels fueron los primeros en sentar las bases teóricas del problema de la forma de organización militar del proletariado, con la siguiente célebre tesis: armar a la clase obrera, sustituir el ejército permanente por el pueblo en armas “los obreros… deben estar armados y tener su organización. Se procederá inmediatamente a armar a todo el proletariado con fusiles, carabinas, cañones y municiones… todo intento de desarme será rechazado, en caso de necesidad, por la fuerza de las armas”. Este ardiente llamado al combate fue lanzado por Marx y Engels en los años 50 del siglo pasado, basándose en la experiencia adquirida al precio de la sangre derramada en la primera gran batalla del proletariado francés contra la burguesía, en 1848 y Marx y Engels lo consideraban un imperativo del programa revolucionario del proletariado, en el momento en que la insurrección y la guerra civil se habían convertido en tareas políticas inmediatas de la revolución en algunos países capitalistas desarrollados de la Europa Occidental. «
Maonesa dice:
Esto es lo que no enseñan en los centros de enseñanza.
Cyborg t-800 dice:
De la experiencia de 1905 y 1917 en Rusia,se pueden sacar miles de enseñanzas para la España actual,donde hay millones de parados,corrupción a mansalva-mira,ayer mismo a la «infantita» le pusieron tan sólo una multita por robar millones….pobrecilla- y recortes y bajadas de salarios.Las tesis de Lenin de las condiciones para la Revolución son estas:»¿Cuáles son, en términos generales, los síntomas distintivos de una situación revolucionaria? Seguramente no incurrimos en error si señalamos estos tres síntomas principales: 1) La imposibilidad para las clases dominantes de mantener inmutable su dominación; tal o cual crisis de las “alturas”, una crisis en la política de la clase dominante que abre una grieta por la que irrumpe el descontento y la indignación de las clases oprimidas. Para que estalle la revolución no suele bastar que “los de abajo no quieran”, sino que hace falta, además, que “los de arriba no puedan” seguir viviendo como hasta entonces. 2) Una agravación, fuera de lo común, de la miseria y de los sufrimientos de las clases oprimidas. 3) Una intensificación considerable, por estas causas, de la actividad de las masas, que en tiempos de “paz” se dejan expoliar tranquilamente, pero que en épocas turbulentas son empujadas, tanto por toda la situación de crisis, como por los mismos “de arriba”, a una acción histórica independiente.».Vamos,que se cumplen en la España vigente,tan sólo hace falta una vanguardia revolucionaria que lo dirija-y no es Pablemos,no-