El músico y compositor ilicitano, Miguel Campello, exvocalista de Elbicho, lanza su cuarto disco bañado en rock, flamenco y rap
Hace seis años, cuando Miguel Campello sacaba a la venta su primer disco en solitario después de su exitosa carrera con elbicho, entrevistamos al productor de elbicho, Tino di Geraldo, responsable de ese primer trabajo y de dos de los discos de la banda. Tino di Geraldo, además de un amigo de esta casa, es posiblemente el mejor percusionista del país y uno de los mejores productores. En aquella entrevista le pregunté por el éxito de elbicho y me contestó que «la razón es que Miguel es un geniecillo».
Según Tino, cualquier cosa que haga (Miguel), con quien quiera que lo haga, «siempre va a estar muy bien». «Es un compositor que es músico, no solo compositor y cantante. Toca todos los instrumentos, y además escribe. Es un poeta como la copa de un pino, y con carácter». Miguel Campello es de Elche, triunfó en Madrid y ahora vive en una casa de campo en Águilas, en Murcia. Desde allí contesta al teléfono…
¿Por qué Agua, Pan, Amor y Vino?
Tengo muchos motivos y cada vez digo uno. Son las cosas básicas y esenciales para vivir. Además, en la misma ecuación está el origen y el resultado. Gracias al agua y al amor que le dedica la gente al campo, tenemos pan y tenemos vino. Se trata de recalcar aquello que damos por hecho, son esenciales y no hace falta irse a Marte para buscarlas porque están aquí, en la misma tierra.
¿Sigues trabajando de la misma manera?
Sí. Esto ha sido como dar una voltereta. Yo nací en el campo. Me crié rodeado de árboles y de cultivos, viendo lo que costaba llegar a comerse una granada. Todo esto se te queda grabado. Aunque intento que cada trabajo sea diferente, al final te sale lo que tienes.
En un homenaje a Krahe escuché que decía que al principio componía pero que después leía lo que escribía y se analizaba a sí mismo. Me vi muy reflejado en eso. Primero escribo, compongo, suelto palabras, y después veo que estado anímico tengo, si me dice algo o no, si me hace sentir algo.
¿Ha cambiado tu relación con el público de la época de ‘El Bicho’ al ‘Chatarrero’?
Durante la época de El Bicho todo era improvisado, hasta la manera de vivir. Nunca sabíamos cómo iba a acabar el día, porque éramos tantos que todo se multiplicaba, teníamos muchas cosas que hacer y muchas cosas que decirnos. Se convirtió en una especie de universidad en la que aprendimos todos de todos, y nos dimos tanto que había que parar en algún momento para escucharnos y ver qué nos había pasado. Igual de importante es vivir que ver lo que has vivido. Si no es una gilipollez. Como visitar países y no saber dónde has estado. Como dar la vuelta al mundo en 80 días. El Chatarrero es la suma de todo lo vivido anteriormente pero sin cambiar la forma de hacer las cosas. Vivo de lo que quiero y sin presión.
Yo tengo una mata de espárragos que no sé ni de quién es, ni cuánto tiempo lleva ahí, y todos los años da espárragos con dos gotas de lluvia. Pues los discos son como los espárragos, al final salen sin regarlos. Sin comerlo ni beberlo sigo haciendo discos. No creo que la época de El Bicho sea diferente a esta porque sigo haciendo lo mismo que hacía.
Tienes un sonido que te identifica, pero ¿qué has querido dar de particular en ‘Agua, Pan, Amor y Vino’?
Lo que me he encontrado yo. Nunca me siento a hacer un disco proponiéndome hacer un disco. Es como el pasar de los días, al final descubres que te han salido canas. No te has dado cuenta del día en el que te salieron las canas.
¿Con qué sonido te gustaría trabajar con el que todavía no lo has hecho?
Soy muy de otras músicas y me gustan mucho las ‘maquinistas’. Vivimos en una era genial. Si esto lo hubiese pillao Camarón lo hubiese flipao. Hay gente que lo ha hecho, como Raimundo Amador, Manuel Molina… pero los artistas que desaparecieron antes de que existiesen estos cacharros y esta forma de grabar se sorprenderían.
Es que ¡la que puedes liar solo con un móvil! Soy muy campero, pero estas máquinas me gustan mucho y creo que es bueno no depender tampoco de nadie para poder grabar. Eso es también lo que tiene un proceso de grabación en la máxima intimidad, cuando nadie te ve ni te dice nada. Es mucho más real, como cuando dicen que los niños siempre dicen la verdad. Es un poco así.
A veces no te atreves con otros estilos por los prejuicios, por el qué dirán o por si van a pensar que dónde se ha metido éste. Le ha pasado a mucha gente que se ha lanzado a otros terrenos y han sido los suyos, los primeros que tienen que entenderle, los que le han dicho algo. A mi me gusta escuchar a Pepe Pinto y a Björk, y entre medias hay tres océanos atlánticos. Además, yo pienso que Björk es flamenca, lo que pasa es que nació en Finlandia y tiene su idioma y sus movidas, pero es muy flamenca.
Luego se meten con el reggaeton y todo lo que tiene es que es un ritmo muy tribal, muy primitivo, que todos llevamos dentro. Como la bulería, que es un compás muy complicado, pero lo llegas a entender y a disfrutarlo. Es cuestión de investigar, y yo admiro a los que se han dedicado a ello, como Gualberto, Camarón, Enrique Morente, Lole y Manuel, Raimundo con Pata Negra, Triana… intento seguir la senda de esta gente.
Y luego, cada música tiene su momento. No hay nada como ir a las fiestas del pueblo y ver a tus vecinos bailar ‘La conga de Jalisco’. ¡Qué necesaria es ‘La conga de Jalisco’!
¿Cómo ha sido el contar con ‘La Mari’?
Es una amistad que tenemos desde hace mucho tiempo. Nos vemos poco, pero cuando nos vemos nos queremos. Era contar con gente que tengo cerca… vamos que la tengo en el wasap. Le envié uno y le pregunté si le apetecía, que tenía una canción para ella. El disco podía estar lleno de amigos, pero para eso ya haré uno. Es que la canción le venía muy bien a ella, y como tenemos eso de la amistad, de contar el uno con el otro…
Es un tema extraordinario…
En realidad es que le quedaba mejor a ella que a mi (risas). A mi me quedaba muy grave… a mi me gusta mucho la música brasileña, con esas voces graves, y el tema va un poco por ahí, pero claro, aparece ‘La Mari’ y lo peta…
¿Qué es el anillo chatarrero?
Pues yo vivo en el campo y tengo un tallercito aquí atrás. Me pongo la radio y me pongo a hacer mis cosas. Un día me puse un tutorial sobre cómo hacer un anillo con una moneda. Me dio por ahí. Terminé uno y se lo di a un colega, terminé otro… y pensé que a los chatarreros les haría ilusión tenerlos. A parte de que es mucho trabajo, como cuatro o cinco días dando martillazos. No me gusta hacer gimnasia y no ver resultados.
Pensamos qué podíamos hacer y surgió lo de los exoesqueletos para que los niños puedan caminar. Encontré un montón de monedas de 1870, de esas a las que se les llama “del culo sentado”, que son de plata, una cosa lleva a la otra… y luego empezamos a trabajar con la gente de Marsi Bionics que hace los exoesqueletos.