Groenlandia, Canadá, Panamá, México...

Trump: ¿una nueva doctrina Monroe?

¿Qué razones explican estas nuevas ansias expansionistas del trumpismo en su segundo mandato? ¿Son reales las aspiraciones territoriales de la administración Trump?

En una misma semana, y días antes de ser investido, Trump declaraba su intención de lograr que -por las buenas o por las malas- Dinamarca vendiera a EEUU el territorio semiautónomo de Groenlandia, que Canadá pasase a ser «el Estado número 51», cambiar el topónimo de «Golfo de México» a «Golfo de América» («un nombre mucho más apropiado», dijo), y de volver a controlar militarmente el Canal de Panamá.

¿Qué razones explican estas nuevas ansias expansionistas del trumpismo en su segundo mandato? ¿Son reales las aspiraciones territoriales de la administración Trump?

Hace pocos días, la cuenta en X del comité de Asuntos Exteriores Partido republicano publicaba un tweet, con una hipotética portada del diario New York Post, en la que Trump señalaba un mapa de norte y Centroamérica, reclamando la posesión de Groenlandia, Canadá, el Golfo de México y el Canal de Panamá. El título de la portada imaginaria era «The Donroe Doctrine» (un juego de palabras entre Doctrina Monroe y Trump), pero luego la rectificaron con «The Trump Doctrine», alegando que «queríamos reflejar que la visión America First del presidente Trump es digna de ser llamada por su propia doctrina».

Efectivamente, las insólitas aspiraciones neoexpansionistas de esta nueva versión del trumpismo que parecen sacadas del siglo XIX, cuando las potencias imperialistas se abalanzaban sobre los territorios vírgenes para apoderarse de sus tierras, de sus recursos y de sus brazos indígenas. Concretamente de la famosa Doctrina Monroe, sintetizada en la frase «América para los americanos», elaborada en 1823 por el sexto presidente de EEUU, John Quincy Adams, aunque atribuida a su antecesor, James Monroe.

¿Qué hay detrás?

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Groenlandia: ¿de la tierra de Erik a la tierra de Trump?

Serhii Fedko (Ucrania)

Trump ya había mostrado interés por comprar la isla en 2019, durante su anterior mandato, pero entonces parecía una de las muchas astracanadas del magnate. Ahora a nadie le suena así.

El republicano ha dicho que EEUU necesita «por razones de seguridad nacional» apoderarse de este territorio danés, y que no descarta ningún medio para lograrlo. «Subiré increíblemente los aranceles a Dinamarca», dijo, pero también sugirió el uso de la fuerza militar contra un país socio de la OTAN.

¿Por qué Trump quiere esta isla, la más grande del mundo, con dos millones de kilómetros cuadrados, la mayor parte bajo el hielo?. Hay varias razones, y todas ocurren ligadas a la realidad calentamiento global y el deshielo, esa que el republicano niega recalcitrantemente.

La primera razón son los inmensos recursos naturales de la isla. En Groenlandia hay oro, uranio y hierro, pero sobre todo tierras raras y minerales muy demandados para los usos tecnológicos: litio, níquel, cobalto y cobre. Además cuenta con unas reservas estimadas de 31.400 millones de barriles de petróleo y gas, casi tanto como Nigeria, la mayor potencia energética de África actual.

La segunda y más poderosa razón es geopolítica, y está ligada al nuevo papel que el deshielo está otorgando al Ártico, tanto en la apertura de nuevas rutas comerciales como en el dominio militar de este casquete.

Las Rutas del Artico. Infografía de El País

El calentamiento global podría hacer que en pocos años pase por Groenlandia la ruta más corta entre Europa y China. El deshielo ya ha hecho transitables dos nuevas rutas, el Paso Norte, que desde el Estrecho de Bering bordea la costa de Siberia hasta llegar a Noruega, y que ya supone una alternativa para que las mercancías chinas lleguen a Europa más rápidamente que por el Canal de Suez; y el Paso del Noroeste, que parte de Bering, bordea Alaska y la costa norte de Canadá y luego desciende por el oeste de Groenlandia hasta el Mar del Labrador. En 2023 el tránsito de embarcaciones por estas rutas ya se ha incrementado en un 37% respecto a la última década.

Pero el avance del calentamiento y del deshielo podría crear en una década una tercera y aún más importante por la costa oriental de Groenlandia: la Ruta Transpolar. Esta vía marítima reduciría el tiempo de viaje entre Europa Occidental y China en 14 días, en comparación con que pasa por el Canal de Suez, abaratando enormemente el transporte.

Esto no solo tiene implicaciones económicas y comerciales, sino políticas y militares para EEUU. También para otros países que ansían el dominio del Ártico, como Rusia, cuya flota de los hielos es más avanzada que la de EEUU.

Trump quiere jugar esta partida, directamente relacionada con contener el ascenso de Pekín o con mantener a Europa alejada de las mercancías «made in China». Y para eso necesita Groenlandia.

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Panamá: el Canal para los americanos

Trump también ha expresado su intención de recobrar el control del canal de Panamá, que EEUU ejerció en exclusiva durante 63 años (1914 a 1977).

Lo ha hecho quejándose de las «exorbitantes tarifas» que las autoridades panameñas cobran a los cargueros de EEUU -las mismas que al resto del mundo-, pero sobre todo, y esta es la clave, advirtiendo que el Canal «puede caer en las manos equivocadas”, en referencia a China. Pekín es el segundo usuario más importante de esta via transoceánica -el primero es EEUU- y está haciendo importantes inversiones en el país, con una complacencia del gobierno de José Raúl Mulino que el republicano quiere cortar de cuajo.

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México: rebeldes al otro lado del muro

Las relaciones del primer mandato Trump con el gobierno mexicano del izquierdista Andrés Manuel López Obrador fueron mucho menos tormentosas de lo que cabría esperar, pero quizá eso no vaya a ser a sí entre Trump 2.0 y la nueva mandataria azteca, la también progresista Claudia Sheinbaum.

Trump ha anunciado políticas migratorias extremadamente duras, y que impondrá a México furiosas sanciones si su gobierno no colabora en detener los flujos de desharrapados que tratan de cruzar el Rio Bravo. Para tratar de disciplinar al orgulloso gobierno mexicano, el republicano no ha dudado en lanzar todo tipo de tratos degradatorios, pintando un «país controlado por los cárteles de la droga», y exigiendo que se cambie el nombre del Golfo de México por «Golfo de América».

La respuesta de Sheinbaum he estado a la altura de estas provocaciones: lanzando una campaña contra la adicción al fentanilo, «una droga sintética que se fabrica en EEUU», y proponiendo rebautizar a los EEUU como «América Mexicana”, tal y como aparece en los mapas del siglo XIX y en la Constitución mexicana de 1814.

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Canadá: ¿el estado 51?

Donald Trump lleva semanas declarando que Canadá debería ser el Estado 51 de los EEUU si no logra satisfacer sus exigencias en materia de seguridad fronteriza, añadiendo que podría utilizar “la fuerza económica” para anexionarse a su vecino.

Unas declaraciones que han unido en el rechazo a toda la clase política canadiense, pero que ya han tenido consecuencias. El premier canadiense, Justin Trudeau, ha anunciado que deja el cargo de primer ministro de Canadá y la jefatura del Partido Liberal, en lo que muchos han interpretado como una tira de toalla ante la perspectiva de tener que lidiar otros cuatro años con semejante inquilino de la Casa Blanca.

Ante las preguntas de un reportero norteamericano de si contemplaba una intervención militar para la anexión de Canadá, Trump respondió que no, pero subrayó que podría hacer uso de la “fuerza económica” para deshacerse de la frontera. «EEUU gasta cientos de miles de millones de dólares” anuales para proteger los límites entre ambos países, acusando a Canadá de aprovecharse de dicha protección «como un subsidio estadounidense».

Un trato degradatorio que busca al menos dos objetivos. Uno tiene que ver con las ambiciones norteamericanas sobre las rutas del Ártico, como las ya vistas con Groenlandia. El segundo es

imponer a Canadá nuevos tratados económicos y comerciales aún más escorados hacia los intereses norteamericanos. “Suministramos miles de millones de dólares de energía de alta calidad y totalmente fiable a Estados Unidos, muy por debajo de los precios del mercado. Compramos productos estadounidenses por valor de cientos de miles de millones de dólares”, ha denunciado Pierre Poilievre, líder del Partido Conservador y al que las encuestas sitúan como próximo primer ministro. «¿Qué más quieren?»

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