La decisión de Donald Trump de que Washington reconozca formalmente a Jerusalén como capital israelí convierte a EEUU en el único país del mundo que hace esta concesión al Estado de Israel. La resolución norteamericana tiene unas consecuencias altamente explosivas para el ya castigado proceso de paz palestino-israelí, y para toda la región de Oriente Medio, y tendrá un efecto muy negativo en las relaciones de Washington con los países musulmanes, incluídos algunos de sus aliados militares sunnies: Arabia Saudí y Turquía.
Como una cerilla sobre un bidón de gasolina. Así promete caer la decisión del presidente norteamericano de reconocer a Jerusalén -reclamada tanto por israelíes como por palestinos- como capital de Israel. La decisión, según Trump, «debería haberse tomado hace tiempo”. “He determinado que es hora de reconocer oficialmente a Jerusalén como capital de Israel. Muchos presidentes dijeron que querían hacer algo y luego no lo hicieron, quizá por falta de valentía o porque cambiaron de opinión”. La resolución dinamita la «solución de los dos Estados», apoyada por la práctica totalidad de la comunidad internacional, basados en los Acuerdos de Oslo de 1993, instigados por la administración de Bill Clinton.
Estados Unidos se convierte así en el único país del mundo que reconoce como capital de Israel a Jerusalén, donde ninguna nación tiene su embajada. Tras la anexión israelí de la parte oriental de la Ciudad Santa, las mismas Naciones Unidas llamaron a todos los países a retrirar sus delegaciones diplomáticas de Jerusalén. En cambio, ahora Washington construirá una nueva embajada en Jerusalén, que será, según Trump, “un tributo magnífico a la paz”. Lógicamente, la decisión ha sido aplaudida por los sionistas, calificando Netanyahu la decisión de la Casa Blanca de «hito histórico». «Estamos profundamente agradecidos al presidente por su justa y valiente decisión», ha afirmado.
Pero ni un solo país más ha apoyado la decisión de Trump. El aislamiento -cuando no el rechazo y el disgusto declarado- de Washington ante esta cuestión es absolutamente unánime en la comunidad internacional.
El secretario general de la ONU, António Guterres, ha rechazado tajantemente «cualquier decisión unilateral» que tenga el potencial de hacer descarrilar el proceso de paz entre israelíes y palestinos. Las principales cancillerías europeas han lamentado profundamente la decisión de Trump. El presidente francés, Emmanuel Macron, intentó este miércoles sin éxito frenar a Trump en una conversación telefónica en la que le recordó que “la cuestión de Jerusalén debería tratarse en el marco de las negociaciones de paz entre israelíes y palestinos». La canciller alemana Angela Merkel se ha desmarcado completamente de Washington. Hasta la primera ministra británica, Theresa May, ha tenido que tildar de «poco útil» para la paz la decisión de Trump. Mucho más críticos han sido los portavoces de Rusia, China, el Vaticano o el Movimiento de Países No Alineados.
Pero sobretodo, la decisión ha enfurecido profundamente al mundo musulmán, comenzando por los palestinos. El líder de la Autoridad Palestina, Mahmud Abbas -que hace pocas semanas visitó a Trump en el Despacho Oval- ha declarado en un discurso televisado que «Jerusalén es la eterna capital del Estado de Palestina», y ha asegurado que EE UU ya no puede ser un mediador en las negociaciones de paz con Israel después de las declaraciones de Trump. Por otra parte Hamás -que domina la franja de Gaza- ha declarado que la decisión del presidente de EE UU abre las puertas del “infierno” y ha instado a árabes y musulmanes a «perjudicar los intereses de Estados Unidos en la región».
La decisión de Trump abre profundas fisuras entre Washington y sus aliados musulmanes en Oriente Medio. El gobierno militar de Egipto la ha rechazado y ha mostrado su «gran preocupación por las posibles consecuencias» en la estabilidad de Oriente Medio. El Gobierno jordano consideró una «violación de la legitimidad internacional» esta medida, pues supone «una vulneración del documento de la ONU que establece que el estatus de Jerusalén debe decidirse mediante negociaciones». Líbano ha dicho que rump «ha hecho retroceder diez años el proceso de paz entre palestinos e israelíes».
Pero mucho más peligroso para los intereses de Washington va a ser las consecuencias de esta resolución para sus relaciones con dos importantes aliados militares en la región: Arabia Saudí y Turquía.
Los dirigentes de Riad han condenado duramente la decisión de Trump, llamándola «irresponsable». «El Reino ya ha advertido de las graves consecuencias de una decisión tan injustificada», han resaltado en un comunicado. Las pretensiones de Washington de formar una OTAN sunnita-israelí pueden sufrir graves turbulencias tras el reconocimiento de Jerusalén -considerada como una de las ciudades más santas del islam- como capital israelí.
La reacción de Turquía ha ido más allá. De la mano de Erdogan, la potencia otomana (un país de la OTAN) se aleja paulatinamente de la órbita norteamericana, sobretodo tras el fallido golpe de Estado de 2015 de inequívoco hedor «made in USA». Los intentos de Trump de reestablecer puentes con Erdogan y atraerlo de nuevo hacia Washington no han dado resultados, y ahora el reconocimiento norteamericano de la capitalidad israelí de Jerusalén pueden impulsar a Ankara aún más lejos de EEUU. El ministro turco de Exteriores ha afirmado que la decisión de Trump es «irresponsable», y Erdogan —quien ya amenazó con romper las relaciones diplomáticas con Israel—, organizará el 13 de diciembre en Estambul una cumbre de dirigentes de países musulmanes a raíz de la decisión de EEUU.