Europa

Trump en Londres

La visita del presidente de EEUU, Donald Trump, a Gran Bretaña marca un hito en el cambio de relaciones en el seno de lo que se ha venido llamando “mundo o bloque occidental”. Lejos de buscar cerrar la brecha con Europa, Trump ha bombardeado con todo tipo de misiles la unidad transatlántica, empujando para ello a Gran Bretaña al abismo de un Brexit sin acuerdo y amenazando a todo el mundo con nuevas sanciones. 

La voluntad de Trump de tensar la cuerda llegó al punto de casi hacer naufragar los actos conjuntos de la celebración del 75 aniversario del desembarco de Normandía, una fecha escrita con letras de oro en la leyenda americana, ya que para EEUU es el acto heroico que permitió lograr “su” victoria sobre el nazismo (obviando por supuesto que sin las derrotas de Hitler en el frente soviético, tal desembarco quizá nunca se hubiera producido). En todo caso, la efeméride venía como anillo al dedo para cerrar filas con los aliados europeos y volver a llamar a la unidad, después de dos años de desencuentros, encontronazos e incluso una cada vez más real “guerra comercial” entre EEUU y Europa.

Pero lejos de ello, Trump vino a Londres con la cañonera cargada y dispuesto a disparar contra todos. Tal vez exasperado porque su estrategia de “tomar la UE desde dentro”, a través de la “internacional reaccionaria” organizada por su ideólogo Steve Bannon, acababa de fracasar en las elecciones europeas, o tal vez porque ese es simplemente su “modus operandi” y no conoce otro, el hecho es que su visita puede marcar realmente un cambio de época… siempre que las próximas elecciones americanas revaliden su liderazgo y sus cuatro años de presidencia no pasen de ser sino un mal  sueño, es decir, una pesadilla.

Antes de llegar a Londres, Trump ya fijó algunos blancos y definió algunas preferencias, como si visitara un país ocupado o una colonia. Insultó al alcalde Londres, Sadiq Khan, de origen pakistaní, al que llamó “perdedor irrecuperable”. Ninguneó a la primera ministra, Theresa May, a la que dio por amortizada. Señaló a su sucesor: Boris Johnson, el hombre que ha torpedeado desde el parlamento la firma del acuerdo sobre el Brexit con la UE. Y, ya en el colmo de la desfachatez, sugirió que el gobierno británico nombre a Nigel Farage, el provocador y demagogo antieuropeo, para negociar el Brexit. Aún no había aterrizado en Londres y ya había “nombrado” primer ministro y líder del Partido Conservador, había promovido a su amigo Farage para romper con Europa, había descalificado al líder laborista y al alcalde de Londres… al tiempo que exigía, más que invitaba, a que Gran Bretaña se deje de rodeos, rompa con la UE por las bravas, imponga un Brexit sin acordar ni negociar nada con la UE… y, por supuesto, llegue cuanto antes a un acuerdo comercial bilateral con EEUU, para lo que promete a los británicos “el oro y el moro”, eso sí, siempre que Gran Bretaña esté dispuesta a meter en ese saco “todo”… incluida la sanidad. No sólo la economía británica entera debe entrar en dicha negociación, también la salud y la vida de los británicos.

El programa que Trump llevó a Londres, dejando de lado sus maneras y sus provocaciones, es ni más ni menos el modelo de la “nueva relación” que EEUU pretende establecer con sus viejos aliados europeos. Un modelo que no quiere “negociar”, sino que lo quiere imponer. Para ello, Gran Bretaña es la jugada inicial y el camino a imitar. Primero, romper con la UE y recuperar “la independencia”, es decir, romper el bloque y quedarse aislado. Para ello se esgrimen todos los agravios, fundados o infundados, que le ha infligido la UE y, de fondo, el temor a la hegemonía alemana, cuya política en la década de la crisis ha dejado heridas por doquier. Una vez roto con la UE, no queda otro remedio que echarse en los brazos de EEUU, por la vía de un tratado comercial bilateral, que acaba dejando en manos de USA todos los resortes de la economía, y permite un saqueo generalizado de las riquezas: es decir, lo que EEUU necesita para poder seguir manteniendo su poder hegemónico global, ya seriamente cuestionado por la irrupción de China y el resto de países emergentes.

Este modelo ya lo ha aplicado en América, donde paso a paso ha ido (o va) sustituyendo los acuerdos con bloques por los tratados país por país, mucho más beneficiosos para sus intereses, ya que se enfrenta a resistencias menores y puede imponer mejor sus condiciones. En el norte de América ya lo ha hecho, era lo más fácil, ya que allí el comercio con EEUU es más del 70% de las economías de Canadá o México: no tienen otra opción. Pero la reciente actuación de Trump con México pone en evidencia los peligros de ese tipo de relación: ha bastado la amenaza de Trump de poner unos aranceles del 5% a todas las importaciones mexicanas, para que México se vea obligado a cambiar su política migratoria. Los nuevos tratados comerciales se convierten en armas en manos de EEUU para imponer su voluntad en cualquier campo.

Y ese es el modelo que quiere importar a Europa. Y para el que el Brexit sin acuerdo es un paso crucial. De ahí que Trump se haya lanzado a tumba abierta a conseguirlo. A sabiendas de que si tiene éxito con este “paso inicial”, el ejemplo podría cundir. De hecho, paso a paso, la Italia de Salvini se va poniendo en el disparadero de salida. Su enorme éxito en las elecciones europeas (casi el 35% de voto) y el conflicto creciente de Italia con la UE (Bruselas acaba de abrir otro procedimiento disciplinario contra Italia por la cuestión de la deuda), podrían acabar poniendo el Italexit en la agenda europea a corto plazo.

Pero para dar este primer paso, y lograr un Brexit sin acuerdo, Trump tiene aún que vencer no pocas dificultades, empezando por la oposición de un poderoso sector de la economía británica y la resistencia de la mitad de la población de Reino Unido. El empresariado británico, y a su cabeza la City, ya han dicho por activa y por pasiva que solo aceptarían un Brexit acordado con la UE, y que salvaguarde  buena parte de lo conseguido en el pasado. Y las recientes elecciones europeas, a pesar del éxito del Partido del Brexit, han vuelto a poner en evidencia que al menos un 50% de la población respalda la permanencia en Europa. En estas circunstancias, imponer un Brexit salvaje tampoco va a resultar muy sencillo.

En todo caso, la visita  de Trump a Londres ha dejado muy clara cuál es su línea. Y qué nos espera si esa línea consigue triunfar.

Por otro lado, y coincidiendo con dicha visita a Londres, el Pentágono ha alzado su voz contra el proyecto de defensa europea que tímidamente se va abriendo paso en los pasillos de Bruselas, bajo los auspicios de Macron y Merkel. EEUU, han dicho, no permitirá que Europa cree su propia defensa ni que fabrique su propio armamento, sin intervención de las empresas norteamericanas y, por tanto, sin el control USA. El tono del Pentágono no era de advertencia, sino claramente de amenaza. Los portavoces del Imperio dejaron caer las apocalípticas consecuencias que se desatarían si Europa sigue por ese camino. Para EEUU, lo que Europa debe hacer es simplemente pagar más y gastar más, para mantener y reforzar el poderío global militar d

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