El presidente norteamericano ha cesado a su asesor de Seguridad Nacional, John Bolton. Un consejero que desde su nombramiento en abril de 2018 se había convertido en uno de los miembros más poderosos e influyentes de la Casa Blanca.
Bolton procedía de la administración de G.W Bush, donde como embajador de EEUU en la ONU (2005-2006) fue uno de los máximos impulsores de la Guerra de Irak, pero anteriormente ya se había bregado en puestos secundarios de los gobiernos de H.W.Bush y de Ronald Reagan.
Si hablamos de «halcones», es decir, de cuadros de dirección de la superpotencia partidarios de la «mano dura» –tanto contra adversarios como contra vasallos- y de que el Imperio utilice sin contemplaciones su abrumadora superioridad militar como vía principal para salvaguardar su hegemonía, no hay duda de que John Bolton es una muestra pura de esta especie. Bolton siempre ha defendido una política exterior agresiva y dura.
La destitución de Bolton -o su renuncia, ya que otros medios hablan de que él mismo habría presentado su dimisión al presidente- ha sorprendido dentro y fuera de EEUU. No pocos consideraban que -tras la defenestración hace un año y medio del anterior consejero de Seguridad Nacional, el general H.R.Mc Master, por sus diferencias con Trump- Bolton era un elemento consolidado en un equipo presidencial en el que se ya se contabilizan al menos 30 despidos y dimisiones.
El derribo de este halcón, como en otros ceses anteriores, ha permitido entrever la feroz lucha de posiciones dentro de la Casa Blanca, una pugna de la que dependen las decisiones, ofensivas y políticas del máximo centro de poder del planeta. Una lucha en el máximo órgano de decisión mundial de la que depende, en primera instancia, el rumbo de la superpotencia.
Al anunciar en las redes sociales la defenestración de Bolton, Donald Trump tuiteó: «Estoy fuertemente en desacuerdo con muchas de sus sugerencias, como muchos otros de la Administración, así que le pedí su renuncia». Las desavenencias entre Trump y Bolton, ahora reveladas, eran sustanciales, y vienen de lejos.
Fricciones no solo entre el presidente y el asesor de Seguridad Nacional, sino entre John Bolton y Mike Pompeo, actual Secretario de Estado, considerado en este momento como el colaborador más estrecho de Trump. La relación entre estos dos halcones -aunque Pompeo, como buen ex-jefe de la CIA, es mucho más partidario del uso de los aparatos de intervención y no solo del músculo militar- se había deteriorado sensiblemente durante los últimos meses y actualmente no se dirigían la palabra.
Un rosario de desavenencias
Una de las principales huellas de John Bolton en la política exterior ha sido la línea de máxima tensión y hostigamiento contra Venezuela. Bolton fue uno de los principales artífices de las tramas que llevaron a la «autoproclamación» de Juan Guaidó como «presidente interino» del país caribeño, y de los varios y fallidos intentos que desde entonces se han producido para hacer caer al gobierno de Maduro, incluyendo el golpe militar de abril de 2019. En una de esas ocasiones, Bolton hizo una visita al Pentágono y tras ella, en una rueda de prensa -donde indisimuladamente dejó captar a los fotógrafos el número de soldados que iban a enviar a la frontera de Colombia- afirmó que EEUU tenía planes de intervención militar sobre Venezuela. Pero esta estrategia ha terminado en una sucesión de fiascos, cosa que Trump le ha acabado echando en cara en repetidas ocasiones a Bolton.
Otro punto de fricción entre Trump y Bolton se ha dado en torno a Corea del Norte, en especial respecto a las cumbres que Trump ha mantenido con Kim Jong Un. El halcón Bolton siempre ha defendido la necesidad de acciones militares contra Pyongyang.
Oriente Medio ha sido otra fuente de desacuerdos frontales entre Bolton y Trump. El consejero se había opuesto a la retirada de tropas en Siria, y sobre todo era partidario no ya de una política de «máxima presión» sobre Irán, sino directamente de la agresión militar. Tras la reciente cumbre del G7, en la que el ministro de exteriores de Irán viajó a Biarritz para entrevistarse con Macron, Trump mostró su disposición a preparar una futura reunión con el presidente de Irán, Hasán Rohaní. El presidente norteamericano dijo que no pretende provocar un cambio de régimen en Teherán y dejó entrever que que lo que busca en realidad no es una guerra a gran escala con la República Islámica, sino obligar a los ayatolás -de grado o por la fuerza- a que acepten una nueva relación, mucho más sumisa, con la superpotencia. Una posición a la que Bolton, con un largo historial de buscar la guerra contra Irán y liquidar cualquier oportunidad diplomática con los ayatolás, se opone frontalmente.
Pero, según fuentes cercanas a la Casa Blanca citadas por la CNN, la gota que ha colmado el vaso de Trump ha sido Afganistán. El derribo de Bolton se produce días después de que el presidente anunciara la cancelación de una reunión secreta que tenía previsto realizar con los líderes talibán en Camp David. Una reunión con vistas a negociar una paz con las milicias islamistas en un país geoestratégicamente clave, y en el que EEUU lleva mucho tiempo perdiendo paulatinamente el control, que Mike Pompeo llevaba tiempo organizando y que John Bolton trataba de sabotear de todas las maneras.
Al César lo que es del César
La política exterior de la administración Trump pone en peligro permanentemente la paz y la estabilidad mundiales, especialmente por sus actuaciones en puntos calientes del planeta como Oriente Medio. No puede ser menos, tratándose de la dirección de una superpotencia que interviene en todos los rincones del globo, que permanentemente desata conflictos y guerras y que somete al mundo entero a sus intereses de explotación hegemonista. Sometida a un declive estratégico y a la lucha de los pueblos y países del mundo, cuanto más avanza en su decadencia, más violentos se vuelven sus zarpazos.
Pero frente a las ideas superficiales y ramplonas que nos presentan a un Trump alocado e incendiario, a un pirómano irreflexivo dispuesto a hacerlo saltar todo por los aires, la realidad es otra muy distinta. Al César lo que es del César.
La línea Trump es un peligro para la paz mundial, pero su forma de dirigir a la superpotencia tiene una orientación cada vez más definida, unas metas y objetivos cada vez mejor perfilados. Entre los cuales no está desatar guerras y conflictos… sin utilidad.
Al contrario, la línea Trump -frente a la gestión de un Obama que recibió el Nobel de la Paz, pero bajo cuyos ocho años de mandato los EEUU no dejaron de estar ni un día en guerra- ha emprendido, aunque zigzagueantemente, una senda de retirada de tropas en varios focos de tensión importantes (Siria, y ahora un amago en Afganistán). No bajo ninguna orientación «pacifista» ni nada que se le parezca, obviamente.
Trump busca que el poder militar norteamericano pueda retirarse de esos escenarios (Oriente Medio, norte de África, frontera de Europa con Rusia) para que el Pentágono tenga más tropas y recursos que concentrar en Asia-Pacífico, el área decisiva de la geopolítica global, y en construir un cerco para contener a su principal enemigo geoestratégico: China
Una retirada de tropas de EEUU que necesita ir acompañada de la «sustitución» en esos escenarios de combate por sus aliados y vasallos de la OTAN, a los que la línea Trump insiste en encuadrar de forma cada vez más imperiosa e intransigente.
Al mismo tiempo que la línea Trump somete periódicamente a la estabilidad mundial a estallidos de tensión, lanzando peligrosos golpes y ofensivas, ha demostrado a la vez ser capaz de flexibilizar posiciones -como ha sucedido respecto a Corea del Norte, o quizá ahora con Irán, si finalmente se materializa una reunión entre Trump y Rohaní- si eso contribuye a defender los intereses norteamericanos. Puede que estemos ante una extremadamente agresiva forma de negociar, pero no tiene nada de alocada ni de caprichosa. Y mantiene el pulso firme en la gestión de los asuntos de la superpotencia.
Una política internacional para la cual un ‘neocon’ de la categoría de John Bolton ha resultado ser una pieza demasiado rígida. Una voz demasiado belicosa que ha acabado discordando con los objetivos, estrategias y giros inesperados de la línea Trump. Y por eso Trump ha terminado por sacar un rifle, derribando a un halcón de los cielos de Washington.