Casi todo está inventado. Y la propuesta de comprar Groenlandia no es una idea original de Trump. En 1946 lo intentó Harry S. Truman, ofreciendo a Dinamarca 100 millones de dólares por la isla.
La figura de Truman es clave para la formación de EEUU como superpotencia. Primero como vicepresidente de Roosevelt, y después como presidente desde 1945 a 1953. Arrojó las dos bombas atómicas en Hiroshima y Nagasaky, creó la OTAN y la CIA, y dio nombre a la “doctrina Truman”, con la que EEUU se auto-otorgaba la capacidad de intervenir en cualquier lugar del planeta.
Para consolidar la posición militar norteamericana, Truman quiso adquirir Groenlandia. EEUU había ocupado la isla en 1941, convirtiéndola hasta el final de la IIª Guerra Mundial en un protectorado estadounidense.
En 1946 se quiso formalizar la relación. Existían precedentes, ya que EEUU había comprado a Dinamarca las Islas Vírgenes en 1917. Groenlandia era una pieza mayor. Su posición geográfica la convertía en privilegiada cabeza de puente contra la URSS. La compra no cuajó, pero EEUU firmó un acuerdo con Dinamarca para instalar hasta 33 bases militares en la isla. Muchas de ellas, como la base de radares Thule, siguen hoy activas.
Desde entonces, la influencia norteamericana en Groenlandia -más cerca de Washington que de Copenaghe- ha sido constante. En 1985 Groenlandia abandonó la Comunidad Europa. Fue un “brexit” menos sonoro que el actual, pero una de las razones esgrimidas fue la de “salvaguardar las relaciones transatlánticas”. Y el actual auge del independentismo en Groenlandia convertiría a la isla, aun cuando subsistiera formalmente su autonomía, en una prolongación del territorio norteamericano.
Estas son las razones estratégicas, muy alejadas de las “operaciones inmobiliarias” a que algunos han aludido, por las que Trump ha vuelto a poner sobre la mesa la opción de la compra de Groenlandia.