El Observatorio

Trilogía, de Jon Fosse

De la sorpresa por desconocimiento a la fascinación por su escritura: así es el camino que nos lleva a la obra del último Premio Nobel, el noruego Jon Fosse

Es más que probable que muchos se quedaran perplejos después de que la Academia Sueca anunciara el Premio Nobel de Literatura 2023. ¿Quién es Jon Fosse?, se preguntó la mayoría, ¿de dónde salió? Es cierto que algunas de sus obras de teatro han sido traducidas y representadas en países de habla hispana, pero su obra narrativa era prácticamente desconocida. En España, sólo pequeñas editoriales independientes habían publicado algunos de sus libros.

Uno de esos libros es la novela Trilogía, editada por De Conatus en 2018, una obra que la crítica internacional no dudaba en comparar con autores de la envergadura de Ibsen, Bergman o Samuel Beckett.

Trilogía es una novela extraña, renovadora, con un mundo muy particular y un estilo de escritura insólito. Sus protagonistas, Asle y Alida son una pareja de adolescentes que deambulan por las calles de Noruega en busca de un sitio para refugiarse del frío y la lluvia otoñales. Alida está embarazada y, desde la muerte de la madre de Asle, todo el mundo les ha dado la espalda. Desahuciados, vagabundean por un pequeño pueblo al norte de Noruega con la intención de llegar a Bjørgvin, la segunda ciudad más grande del país, donde Asle espera encontrar trabajo como violinista.

“Vigilia”, la primera parte de la trilogía, emplea una prosa minimalista entrecortada por diálogos confusos que nos envuelven como en un sueño herido, saltando de un pasado antiguo a un presente violento en una dinámica temporal de eterno retorno, mostrando de manera sintomática el hambre, el cansancio y el frío que experimenta esta pareja rechazada por la sociedad. Conforme llaman a las puertas buscando abrigo, se repite, a manera de rezo, una dolorosa plegaria de rechazo: “Aquí no pueden quedarse”.

Su obra se compara con autores de la talla de Ibsen, Bergman o Samuel Beckett

La escritura de Jon Fosse en Trilogía recuerda a las novelas más celebres de su compatriota, ganador del Nobel hace más de 100 años, Knut Hamsun. La atmósfera de Hambre, Pan y Un vagabundo toca con sordina permea estas páginas con una cadencia reiterativa, que recuerda también al estilo de Thomas Bernhard, por cómo envuelve todos los sentidos alrededor de una misma idea (pero también al de Rulfo, por el desvanecimiento fantasmagórico que escinde la carne y hueso de sus personajes hasta convertirlos en murmullos).

La prosa de Fosse, parca en adjetivos, caprichosa con los tiempos verbales, parece titiritada por los dolores corporales que sufren este par de sonámbulos, anclados en una duermevela en la que el entorno les repite una y otra vez la palabra No.

La sociedad juzga con crueldad el desamparo de esta pareja adolescente debido al embarazo de Alida. Para el sistema solo son dos futuros rotos que deambulan a la merced de su perdición. Su juventud, su pobreza y su próxima multiplicación (el embarazo) son símbolos de todo aquello que debe rechazar un sistema sombrío e inclemente, que hará todo lo posible por aniquilarlos.

Asle y Alida duermen en bancas, en casas vacías, en barcos, en cuclillas sobre el piso. El narrador repite en numerosas ocasiones la imagen de una “larga melena mojada por la lluvia” de los personajes femeninos, la de Alida, la de la madre de Asle, que tras fallecer los dejó sin una casa donde vivir. La familia de Alida, por su parte, rechazó a la pareja y a su propia hija desde antes del embarazo, porque ella tenía la melena negra y no rubia como su hermana Olena. El racismo y la discriminación penetran en los intersticios de la palabra, se cuelan entre los silencios de la pareja, que se resigna a la idea de que solo se tienen el uno al otro.

Trilogía es una novela extraña, renovadora, con un mundo muy particular y una escritura insólita

Y luego nace el niño, “un bultito de pelo negro”, al que nombran Sigvald, como el padre de Asle, quien le enseñó a tocar el violín y le dijo que la música, más que un talento, era una condena que tenían algunos seres humanos para compartir su tristeza y transmitirla al resto.

La segunda parte de Trilogía, “Los sueños de Olav”, nos imbuye en una prosa aun más onírica y trepidante donde los nombres de los personajes se transfiguran encubriendo un pasado culposo y criminal. Asle ha cambiado su nombre por Olav y Alida ahora es Åsta, viven en una casa abandonada en un pequeño pueblo donde nadie podrá reconocerlos. Porque Asle, ahora Olav, sabe que están huyendo de algo. Es entonces cuando el lector entiende que aquellos personajes fantasmagóricos que de repente se escindían de la trama —el dueño de la caseta donde vivían, la madre de Alida, la vieja en cuya casa parió a Sigvald— fueron asesinadas por Asle, quien vuelve a Bjørgvin, como quien vuelve a Comala, con la intención de comprar un par de anillos para legalizar su matrimonio a cambio del dinero que le dieron tras vender su violín. Sin embargo, el personaje de un viejo llamado Åsgaut comienza a hostigarlo y perseguirlo por las calles de esa ciudad recordándole su pasado.

Pese a que Trilogía es una novela y no una obra teatral, género en el que es especialista Jon Fosse, la toponimia de Bjørgvin en la segunda parte da la impresión de convertirse en un escenario, donde los nombres de las calles se confunden con los personajes y los objetos, hay una calle Dentro y una calle Arriba, una Taberna, un Puerto, y poco más. Los lugares se confunden con voces de personajes estereotipados que se intercambian en el cerebro de Olav: la muchacha de melena rubia, el viejo, la Ley, el Joyero, el Verdugo.

La temporalidad cíclica en esta parte de la novela atormenta cada uno de los movimientos y pensamientos de Asle, quien sufre encerrado en su cabeza, acaso delatando la culpa por los asesinatos que cometió para conseguir un refugio y algo de comer cuando Alida estaba embarazada. El lector, obnubilado, no podrá dejar de leer este círculo envolvente de palabras, que se encabalgan en un ritmo vertiginoso con ecos kafkianos y un vacío desmoralizado que recuerda al mejor teatro de Ibsen.

La novela de Fosse rompe con la complicidad amorosa de estos jóvenes abandonados focalizando exclusivamente la soledad de Asle, su confusión y su agonía. Una apuesta moral de murmullos le recuerda permanentemente sus crímenes, las voces de una vieja parecen hilvanar la tragedia de su genealogía; así como Asle y Alida perdieron a su padre, él también dejará a su hijo Sigvald, y Alida se convertirá en una madre terrible y dogmática, como lo fue su madre para ella. Es verdad que no hay mucha esperanza en esta novela, más bien existe una permanente condena al fracaso pautada desde el origen mismo de la vida.

Trilogía es una gran novela polifónica del amor en la marginalidad

La última parte de Trilogía, “Desaliento”, comienza muchos años después de las dos partes anteriores, en la mente de la vieja Ales, segunda hija de Alida, hermanastra de Sigvald, quien alucina en su cocina al fantasma de su madre. La historia de amor de Asle y Alida ya no es más que una leyenda añeja, un rumor de familia. Sin embargo, Ales reconstruye la perspectiva de la historia de su madre contemplando a su fantasma que camina por la cocina.

Tras la desaparición de Asle, Alida se queda con su bebé en brazos vagabundeando por las calles de Bjørgvin. Poco después, Åsleik, un viejo conocido de su pueblo natal, la reconoce y la invita a comer. La delicia culinaria de estas páginas —las carnes, los tocinos, las jarras de cerveza— contrastan duramente en una obra en la que solo habíamos vivido la escasez. Alida acepta los regalos de Asleik, quien, según descubriremos más tarde en voz de su hija, se casó posteriormente con su madre y tuvo otros dos hijos.

Con esta tercera sección de la antología redondeamos la historia rota de dos amantes que fueron separados violentamente por la pobreza. Lo que construye Jon Fosse es una gran novela polifónica del amor en la marginalidad. Incluso después de que condenaran a Asle a la muerte, Alida continúa interactuando con él como si la acompañara en todo momento.

Trilogía es una novela para leer de una sentada y, posteriormente, releerla en esos pequeños pasajes que dan la impresión de ser un frasco que conserva en estado puro todo el amor que puede sentir un ser por otro, y toda la impotencia que generan las condiciones que destruyen su realización.

Al final de la lectura de Trilogía se impone una conclusión: estamos ante un autor magistral, renovador del género, con todas las condiciones para haber merecido el Nobel.

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