La lucha contra el avance de la extrema derecha

Tres terrenos de batalla contra la ultraderecha

Es preciso que la izquierda combata a la ultraderecha no sólo en el terreno ideológico -que por supuesto-, sino en la defensa consecuente de las condiciones de vida. Y también desvelando quienes son los amos de clase de los ultras

Si hubo algún momento en el que pudimos relativizar el avance de la extrema derecha, éste ya ha pasado. Los ultras han pasado de ocupar un papel marginal a liderar, participar o a ser el apoyo decisivo de importantes gobiernos en Europa y en el mundo. Y en España -gracias a la complicidad del PP- están en los gobiernos de importantes CCAA y ayuntamientos.

Son un peligro real para la democracia, para las libertades y también para las condiciones de vida y de trabajo de las clases populares.

Hay al menos tres campos en los que hay que hacerles frente, no cediendo ni un palmo de terreno, arrinconándolos hasta la derrota. Tres terrenos en los que hay que luchar sin tregua… hasta enterrarlos en el mar

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El frente ideológico

Glen Le Lievre (Australia)

Este es el terreno donde todos los días se combate a la ultraderecha, el terreno de las ideas, del relato, de los climas de opinión, de la política. Y así debe seguir siendo.

Aquí es donde mejor los conocemos, porque sus tóxicas y ultrareaccionarias ideas cuentan ya con demasiados amplificadores para ser ignoradas. Utilizan argumentos capciosos y demagógicos, siempre salpicados de datos falsos, ‘fake news’ y medias verdades.

No hay que dejarles pasar ni una, porque su inquina busca un objetivo. Cuando hablan de «violencia intrafamiliar» o dicen que «la violencia no tiene género» no sólo quieren que el dolor y la sangre de las 36.582 mujeres víctimas de violencia machista (datos de Interior) se quede tras la puerta del domicilio, es que buscan perpetuar la dominación patriarcal.

Cuando hablan de los «privilegios del lobby LGTBI» y arremeten contra las reivindicaciones del Orgullo no sólo quieren ocultar que el 40% de esta comunidad ha sufrido actos y agresiones (57.000) en los últimos 5 años. Es que quieren meterlos en el armario para perpetuar la opresión.

Cuando vomitan odio criminalizador hacia los migrantes y especialmente contra los menas (Menores No Acompañados) no sólo están sembrando odio hacia niños indefensos, sino que buscan que la clase obrera extranjera pueda ser despojada de derechos y libertades, para poder hiper-explotarla mejor.

Es imprescindible contestar su tóxica propaganda, con datos científicos, con evidencias sólidas, con vehemencia y verdad. Es perentorio generar anticuerpos ideológicos a sus ponzoñosas ideas. Unir y movilizar a la mayoría social progresista en la defensa de los derechos y libertades que los ultras quieren derribar o mutilar.

Es el primer frente, el frente ideológico. No basta con no ceder ni un palmo de terreno. Es preciso conquistar la hegemonía ideológica en este campo, para que las ultrareaccionarias ideas de la extrema derecha sean rechazadas… en cuanto abran la boca.

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Redistribuir la riqueza para cerrarles la boca

Hay un segundo campo de batalla que suele obviarse, pero que es tan -o más- determinante como el primero. Es la lucha por mejorar las condiciones de vida y de trabajo de la mayoría.

No es casual que el avance de la extrema derecha en Europa se produzca ahora, tras una década de recortes y políticas de austeridad, donde las burguesías monopolistas europeas han atacado duramente las condiciones sociolaborales de las masas trabajadoras europeas. Estas políticas han creado un profundo sustrato de malestar y hartazgo… que la extrema derecha ha sabido explotar demagógicamente, dirigiendo la cólera ciudadana contra «los políticos», «el establishment de Bruselas», «la agenda 2030», o contra «los inmigrantes».

Este polvorín de ira, fruto de la degradación de las condiciones de vida de amplias capas de la población, es uno de los factores fundamentales que explican el crecimiento de Le Pen en Francia, pero también el inesperado ascenso de personajes estrambóticos como Milei en Argentina o Trump en EEUU.

Por eso es preciso que la izquierda combata a la ultraderecha no sólo en el terreno ideológico, sino en la defensa consecuente de las condiciones de vida del pueblo.

Es imprescindible que la izquierda enarbole e impulse políticas de redistribución de la riqueza, denunciando y enfrentándose a la tiranía de bancos, monopolios y capital extranjero, a los que debe señalar (por que lo son) como los auténticos responsables del empobrecimiento.

Es preciso que la izquierda recupere esa seña de identidad, poniéndola en su mascarón de proa. Recuperando prestigio y credibilidad entre las clases trabajadoras y empobrecidas, y transformando el hartazgo popular en conciencia y organización por una alternativa revolucionaria y verdaderamente transformadora.

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Denunciar quién les manda y quién les paga

El tercer terreno no es menos decisivo que los dos anteriores. Porque se trata de dar conciencia de quién sujeta la correa de los perros rabiosos, qué ordenes obedecen, quién les alimenta. En definitiva, de qué clase son y a qué clase sirven.

La extrema derecha existe porque hay élites y clases dominantes interesadas en la existencia de partidos y discursos reaccionarios y tóxicos, que dividen y enfrentan a las clases populares, y que en última instancia proponen un programa económico que no es sino un violento ariete, para introducir -crudamente y sin anestesia- en el debate político cuestiones tan impopulares como la privatización de las pensiones, de la sanidad o de la educación.

Por eso, hay que seguir la pista del dinero. Detrás de la extrema derecha siempre encontramos ricos patrocinadores.

Por ejemplo, estos días se ha hecho público el multimillonario apoyo económico que Vincent Bolloré, propietario del grupo Vivendi y uno de los grandes magnates de los medios de comunicación galos ha dado a la campaña electoral de Le Pen. Y entre las grandes fortunas españolas que han apoyado con su dinero el auge de Vox tenemos nombres como Esther Koplowitz (FCC), Isidoro Álvarez (El Corte Inglés) o Juan Miguel Villar-Mir (OHL).

Pero siendo los patrocinadores locales importantes, no son los principales. Si hablamos de la extrema derecha europea siempre encontramos sponsors extranjeros, y la pista de dos monedas: los dólares y los rublos.

Les pagan en dólares, en rublos, o en las dos monedas a la vez

En el origen del ascenso de Vox tenemos un millón de euros procedentes de una organización del exilio iraní que en realidad es una tapadera de la inteligencia norteamericana. Los de Abascal no ocultan su alineación con el trumpismo. En su momento se dejaron asesorar por Steve Bannon -ex asesor de Trump y gurú de la alt-right norteamericana- y cada año asisten a la Conferencia Política de Acción Conservadora (CPAC) de los círculos más reaccionarios de la derecha de EEUU.

Y siguiendo la pista de la financiación rusa tenemos el mecenazgo a lobbies ultras como Citizen Go y su filial española, Hazte Oír. O los préstamos de bancos rusos a Marine Le Pen, la AfD o la Liga de Matteo Salvini.

Detrás de los partidos de la extrema derecha siempre encontramos centros de poder extranjeros, potencias imperialistas interesadas en los ultras como herramienta de intervención y desestabilización.

Es preciso desenmascararles total y cabalmente. Y para eso hay que revelar quién les sujeta del arnés, quién les paga y quién les manda.

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