Desde Recortes Cero condenamos tajantemente la agresión sufrida por una mujer el sábado, 25 de agosto, en el parque de la Ciutadella de Barcelona por estar quitando lazos amarillos. Según las informaciones difundidas, el ataque se produjo delante de los hijos de la mujer con gritos de carácter xenófobo (“vete a tu país extranjera de mierda”) y provocándole diversas contusiones.
Desde Recortes Cero denunciamos la usurpación del espacio público con la iconografía de cruces y lazos amarillos. No es como algunos argumentan un signo de “libertad de expresión”. Una cosa es poner una pancarta o un lazo en un balcón u otro lugar, y otra es inundar un espacio de disfrute común con símbolos que excluyen o intimidan a los demás. Torra y Puigdemont buscan promover el enfrentamiento en el seno de la sociedad catalana; tienen que imponer de una forma agresiva el proyecto de una minoría a una sociedad que de forma mayoritaria lo rechaza.
Es inaceptable que entre julio y agosto hayan habido una veintena de encontronazos entre partidarios de la independencia y contrarios, apoyando o rechazando la presencia de lazos y cruces amarillas. Esto es expresión de una fractura creada por las élites privilegiadas independentistas con el objetivo de promover el odio y la xenofobia.
Desde Recortes Cero condenamos esta línea de actuación que busca la división del pueblo trabajador cuando la realidad es que la mayoría de los que ponen o quitan lazos amarillos tienen los mismos problemas e intereses. La inmensa mayoría de catalanes estamos “agredidos” por los mismos recortes, provocados por quienes nos imponen el saqueo desde el poder, sea la gran banca que ha pagado cero euros de impuestos después de haber tenido miles de millones de beneficios el último año, o sea la élite burocrática catalana, como Torra, Puigdemont y todo su séquito, que cobran sueldos mucho mayores que los del Estado central.
Ahora que parece que por fin Franco va a salir del Valle de los Caídos, los gobernantes catalanes quieren convertir esta tierra en un valle de cruces, recurriendo a una simbología que nos traslada a los tiempos más retrógrados de la Edad Media en los que se intimidaba a la población para dominarla.