La Reserva Federal de Estados Unidos (Fed) anunció a mediados de junio una subida del tipo de interés: el dinero que se presta será más caro. Acto seguido el Banco Central Europeo (BCE) comunicó la misma decisión. Ambas entidades lo justificaron como una medida necesaria para luchar contra una inflación disparada. Así cargan sobre los bolsillos de la población el control de precios, sin tocar los beneficios de quienes más están ganando con la inflación.
La Fed sube el tipo de interés oficial 0,75 puntos, el mayor aumento en 28 años. El BCE acaba con el coste cero y fijará el Euribor en un 0,25% a partir de julio y deja abierta otra posible subida en septiembre de hasta el 0,5%.
El incremento aprobado por la Reserva Federal norteamericana es el tercero consecutivo desde que empezó a subir los tipos de interés en marzo, con lo que alcanza ya 1,75%. Además, la Junta de Gobernadores de la Fed ha adelantado que habrá más subidas en el futuro.
Unos días antes de aplicarse esta subida se conoció que la inflación de Estados Unidos se disparó en mayo hasta su tasa más alta de los últimos 40 años, un 8,6%, similar a la de toda Europa (8,1%).
La Pandemia produjo una disminución del consumo, y de la producción de bienes. La reactivación tras los confinamientos tuvo como consecuencia un atasco mundial en la cadena de suministros. Miles de barcos hacían cola en los puertos sin poder desembarcar las mercancías generando durante meses un caos en la distribución.
La escasez de productos básicos alcanzó incluso a EEUU: El pollo, la carne de vacuno y los huevos han tenido quiebra de stocks en los supermercados estadounidenses, y faltan en sus estanterías (la foto del artículo es de un supercado nortemericano) productos tan básicos como papel higiénico, compresas, pañales, leche para bebés….
En España el aceite de oliva sube un 42,5%, la pasta o los huevos un 25%, otro 9,5% las frutas frescas,…
A los fabricantes de automóviles en toda Europa no les llegan los chips necesarios para la electrónica de los coches y por ejemplo en España ha habido varios paros técnicos por este motivo.
Tampoco se han descargado muchos materiales de construcción provocando una subida de precios en este sector en España. Y faltan alimentos en numerosos países.
Pero sobre todo en la inflación influye el encarecimiento de la energía: un 40% ha subido la electricidad en Europa el último año. Y casi un 70% la gasolina en EEUU. La guerra de Ucrania sobre todo influye en la subida del gas que Alemania y otros países intentan acaparar por si Rusia corta el suministro.
De hecho todos los cálculos de diferentes entidades privadas y públicas coinciden en que la subida de la energía es la causante de hasta dos terceras partes de la subida general de precios.
En Europa es el sistema de subastas para la fijación de precios, que favorece claramente los superbeneficios de los monopolios energéticos, el centro de la inflación.
En EEUU hay un particular encarecimiento de los alimentos por escasez de producción (la pandemia afectó especialmente a los trabajadores norteamericanos, y se unió a unas malas cosechas por desastres del clima) y por el atasque en las importaciones.
Y también en la base de su inflación está la energía: su extracción de petróleo se hundió un 10% durante la Pandemia, con la quiebra de varias compañías, disparando el precio actual de la gasolina a casi el doble que hace dos años.
El remedio, otra enfermedad
La subida de tipos de interés se explica por sus responsables como el remedio para rebajar la subida general de precios: “El comité (dirección de la Fed) está fuertemente comprometido con el objetivo de devolver la inflación al 2%”, declaraba el banco central estadounidense.
La idea de cómo rebajar la inflación subiendo los tipos de interés parte del esquema: subida del precio del dinero – reducción del crédito – disminución del consumo – bajada de precios por menor demanda.
Ahora bien, en lugar de tocar el nódulo causante de esa subida de precios: el coste elevado de la energía, la rebaja de la inflación se va a financiar con el bolsillo de los trabajdores. La subida de los intereses beneficia a los acreedores y perjudica a los deudores.
Ni EEUU ni Europa se plantean limitar el precio del petróleo y derivados o de la luz, imponiendo menores beneficios a sus monopolios.
En su lugar se rebajan de facto los salarios que suben sólo una cuarta parte de lo que sube la vida y se eleva el precio del dinero, de los créditos.
Por ejemplo, para una familia con una hipoteca a interés variable de 150.000 euros a 25 años vería su cuota incrementada en 74 euros al mes, 900 euros más al año.
Y por supuesto los países más dependientes de los EEUU y endeudados con sus prestamistas, como España, pagarán al capital financiero un tributo mayor. Sólo por el incremento de los tipos de interés, tendremos que retirar de los presupuestos públicos otros 20.000 millones en los próximos dos años.
Y como esto generará un movimiento del dinero hacia inversiones que den rentabilidad financiera, la Fed sacará al mercado los 9 billones de Letras del Tesoro del Gobierno de EEUU. Atraerá así capitales para financiar la enorme Deuda Pública norteamericana.
No hay nada como ser la cabeza del imperio para traspasar los problemas a otros.