Que PRISA, el imperio mediático por excelencia de los últimos treinta años, se haya visto obligado a dar su brazo a torcer, aceptando una fusión con el hasta hace unos días enemigo a batir (Mediapro, cuya cabeza visible es La Sexta) no puede considerarse sino como un auténtico terremoto en el panorama de los medios de comunicación. Un extraño matrimonio de conveniencia que ha contado con un padrino de excepción, el gobierno de Zapatero, que no ha dudado en cambiar leyes o en sacrificar TVE para «rescatar» a dos de los monopolios mediáticos más próximos.
PRISA y Mediaro han sido los enemigos más acérrimos del universo mediático. A la tradicional ascendencia del imperio Polanco sobre los sucesivos gobiernos socialistas –puntal en el que ha basado buena parte de su poder-, le surgió inesperadamente un serio competidor.En torno a un grupo de empresarios catalanes, encabezados por Jaume Roures, surgió Mediapro, un holding mediático que ahora abarca la televisión (La Sexta), la prensa escrita (Público), y las retransmisiones deportivas (liga de fútbol, fórmula 1…).Mediapro contó desde el primer momento con el indisimulado apoyo del entorno más próximo a Zapatero, empeñado en dotar a su proyecto político de una plataforma mediática.La disputa entre PRISA y Mediapro llegó hasta los tribunales, inmersos en el litigio por los derechos sobre las retransmisiones de los partidos de fútbol, auténtica gallina de los huevos de oro televisiva.Pero, de repente, de la noche a la mañana, los antiguos enemigos se han transformado en socios, y PRISA y Mediapro anuncian la fusión de sus respectivas plataformas audiovisuales.Hasta tal punto era necesaria esta solución, que se ha llevado por delante a Javier Díez Polanco, virulentamente enfrentado a cualquier acuerdo con Mediapro y obligado a presentar su dimisión para dar luz verde a la fusión.¿Qué ha cambiado para hacer posible un giro tan brusco en el primer grupo mediático del país?El tiempo, la crisis, y los bancos, aprietan. PRISA soporta una deuda financiera de 5.000 millones de euros que, estallada la crisis, restringido el crédito y limitadas las ventas y el mercado de la publicidad por la crisis, se ha transformado en una carga insostenible.Desde hace varios meses, PRISA negocia con los bancos acreedores una refinanciación de la deuda en una situación cada vez más apurada. Se ha visto obligada a colocar como garantía de los préstamos el 50% de Santillana –la joya de la corona que dio origen al imperio-, y ahora se fusiona con Mediapro con la esperanza de rentabilizar los eventos deportivos a través de Sogecable y Canal +. Intentando atraer en esta aventura a Telefónica y Vivendi como socios financieros.Los imprevisibles efectos de la crisis amenazan con provocar mayores consecuencias en un panorama mediático donde no sólo se está decidiendo el futuro de algunas grandes empresas. Sino también la disputa –previsiblemente hacia una mayor monopolización- sobre el control de la información, una importante palanca de poder en las sociedades de capitalismo desarrollado.¿Y qué papel ha jugado el gobierno de Zapatero en esta trifulca entre los monopolios de la información?Al igual que con los “rescates bancarios”, siempre al lado de los poderosos. Primero eliminó los obstáculos legales que, en aras de preservar una mínima pluralidad, impedían o dificultaban las fusiones entre grupos mediáticos. Luego abrió paso a la televisión digital de pago, ofreciendo a los monopolios un nuevo nicho de negocio. Y ahora dictamina la supresión de publicidad en TVE, ofreciendo su parte del pastel a las televisiones privadas.En lugar de ampliar el campo de la pluralidad y la libertad –lo que inevitablemente exige poner coto a la monopolización de la información-, el gobierno de Zapatero hace tantos como brazo político de los consorcios mediáticos más poderosos.