En las primeras reuniones mantenidas por el Gobierno con los grupos de la oposición el aparente contenido a abordar, el llamado guión de la comisión anticrisis, serían cuatro puntos: aumentar la productividad y la competitividad de España, cambiar el modelo industrial, corregir el déficit público, fomentar la estabilidad del sector financiero y ayudar a las empresas a resolver sus principales problemas, como son el retraso en los pagos y facilitar el crédito. Pero lo único que el Gobierno ha afirmado con rotundidad es que no está dispuesto a retrasar la subida ya decidida del IVA. El IVA, como impuesto indirecto que es, tiene un carácter regresivo. Impuesto «igual» que pagamos todos desigualmente, impuesto que supone un recorte directo, una subida de precios para que muchos paguemos la gran deuda «pública» de unos pocos.
Este es el rimer palo de un ajuste que incluye varios palos. Aunque Salgado, la vicepresidenta económica, haya afirmado que no existen "líneas rojas" para la negociación salvo la subida del IVA a partir de julio, que es inamovible, vendrán las “líneas rojas” como la reforma del mercado laboral y la reforma de las pensiones, del Pacto de Toledo. Y aunque la vicepresidenta haya escondido la rebaja salarial a la alemana para los trabajadores y haya asegurado que se respetará el convenio de retribuciones de los funcionarios, lo único claro es que el gobierno de Zapatero no va a aplicar el recorte drástico de los gastos públicos suntuosos, de los cargos burocráticos duplicados y triplicados, de los grandes sueldos de asesores innecesarios. Porque los únicos recortes que el gran patrón, Botín, ha salido públicamente a exigir a su mayordomo, Zapatero, para que los lleve a cabo con la mayor celeridad son, además del aumento de los impuestos indirectos, que no el de las SICAV (Sociedades de Inversión de Capital Variable), el impuesto ‘minimalista’ para las grandes fortunas, son los recortes sociales a través de la reforma del mercado laboral y del sistema de pensiones. Botín y compañía exigen que su inmensa deuda contraída con el capital extranjero, principalmente alemán y francés, la paguemos todos los demás españoles.