Carlos Slim despejó este miércoles todas las dudas, si aún las había, sobre sus intenciones cuando nada más aterrizar en FCC como primer accionista decidió paralizar la venta del paquete de Realia en poder del grupo de construcción y servicios. El magnate mexicano, considerado el poseedor de la segunda mayor fortuna del mundo, acordó la compra del 24,9% del capital de la inmobiliaria que hasta ahora estaba en manos de Bankia, una operación valorada en apenas 45 millones de euros, con un descuento de más del 32% sobre el precio de cierre de Realia en Bolsa, pero que le convierte, de facto, en el dueño de la compañía. Con la operación, Slim remata una jugada maestra que inició hace poco más de tres meses: hacerse con el control de FCC, Cementos Portland y Realia, valoradas en el parqué en unos 3.400 millones de euros, con un desembolso de apenas 700 millones.
Con algo más del 36% de Realia asegurado a través de la participación de FCC en la compañía, Slim negoció con Bankia para convertirse en accionista mayoritario de la inmobiliaria y, de este modo, condenar al fracaso la OPA lanzada hace unos meses por Hispania, la socimi puesta en marcha por Azora y que cuenta con el multimillonario George Soros como accionista de referencia.
Con el 24,9% hasta ahora en manos de la entidad financiera, Slim suma más del 60% de Realia, lo que asegura su control absoluto.
Sabedor de que a Bankia le urgía la venta de su participación en Realia y que la operación le obligaría a lanzar una OPA (puesto que sobrepasaría el 30% del capital con su participación indirecta a través de FCC), Slim negoció desde el primer momento a la baja en relación con el precio al que estaba cotizando la inmobiliaria pero siempre por encima de los 49 céntimos por acción que contempla la oferta de Hispania que, curiosamente, más de tres meses después de ser anunciada, no cuenta aún con la admisión a trámite por parte de la Comisión Nacional del Mercado de Valores (CNMV).
Una OPA para que nadie acuda
El precio de 58 céntimos por título que ha sido aceptado por Bankia será también el de la OPA que Slim se ha comprometido a lanzar en un plazo máximo de nueve meses, lo suficientemente poco atractivo para que la oferta tenga el éxito justo, ya que el empresario azteca no persigue ampliar su participación en Realia sino cumplir con un precepto al que le hubiera obligado en cualquier caso el organismo supervisor. Cuantos menos inversores acudan a la oferta, más barata le saldrá la operación.
Aunque ni un solo socio con una única acción acudiera a la OPA, el magnate azteca tendrá asegurado el control de Realia y podrá tumbar cualquier oferta alternativa que llegue. A la vista del precio de derribo que propone, lo más probable es que con poco más de esos 45 millones que desembolsará para comprar el paquete de Bankia en la inmobiliaria tendrá el control absoluto de una empresa que, al cierre de este miércoles, contaba con una capitalización bursátil de 264 millones de euros.
Esta estrategia ha sido extensible para el caso de FCC. A finales del pasado año, Slim se convertía en el primer accionista del grupo tras adquirir a Esther Koplowitz, hasta entonces socia mayoritaria con una participación del 50,01%, sus derechos de suscripción correspondientes a la ampliación de capital de 1.000 millones de euros que la compañía llevó a cabo y ejecutarlos.
Repetición de la jugada en FCC
Por entonces, el empresario mexicano invirtió 650 millones de euros (500 en la ampliación y 150 en la compra de los derechos) y se hizo con el 26,5% del grupo. Merced al acuerdo de permanencia por cuatro años con Koplowitz, esta participación le otorga el control de la compañía, al mismo tiempo que lo hace sobre su filial cementera Portland, también cotizada, de la que FCC posee cerca del 78%. El interés de Slim en la compañía se ha plasmado en el reciente nombramiento de Gerardo Kuri Kaufmann, persona de su confianza y también consejero de FCC, como consejero delegado de Portland.
La suma de las capitalizaciones de FCC y Portland da como resultado algo más de 3.100 millones de euros, casi cinco veces más de que lo que la segunda fortuna del mundo ha tenido que pagar para asegurarse el control de ambas.