Una transición bajo la tutela de diferentes actores imperialistas

Siria: una frágil paz, una transición llena de incertidumbre

El futuro de Siria es un gran interrogante. La coalición que ha derrocado a la dictadura de los Assad alberga no pocos antagonismos, y puede fragmentarse muy fácilmente. La guerra acecha como un buitre. El destino de este desdichado país está -por desgracia- en manos de las diferentes potencias imperialistas con intereses en Siria

La súbita caída del brutal régimen de Bachar Al Assad a manos de un conjunto de grupos armados ‘proxys’ de diferentes potencias -potencias sunníes, Turquía, EEUU- que aprovecharon la debilidad de Rusia e Irán, sostenes del gobierno de Damasco, ha dejado a Siria ante un incierto futuro. ¿Correrá este país la misma suerte que Libia, estallando de nuevo la guerra entre las distintas facciones? ¿O fructificará un nuevo poder capaz de traer algo de estabilidad y democracia a su desdichada población?

Cientos de miles de sirios han celebrado el derrumbe de medio siglo de satrapía de la familia Al Assad, un régimen fascista y corrupto, sostenido por el terror y la represión, con cárceles llenas hasta la bandera de presos políticos sometidos a brutales torturas y ejecuciones sumarias.

Pero ese júbilo pasajero no puede ocultar un panorama incierto y una paz frágil, muy frágil. Tras catorce años de una guerra civil -originada al calor de las «primaveras árabes», por los esfuerzos de EEUU por derribar a un dictador que no estaba en su nómina- Siria está en ruinas, con una economía devastada, con cinco millones de exiliados y siete millones de desplazados internos. Una nación dividida territorialmente y con muchas armas en la calle. La coalición que ha derrocado a la dictadura de los Assad, que alberga no pocos antagonismos, y puede fragmentarse muy fácilmente. La guerra planea como un buitre.

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El Gobierno de Salvación Nacional, el HTS y Al Golani

Se ha formado un Gobierno de Salvación Nacional bajo la hegemonía de la principal organización rebelde, Hayat Tahrir al Sham (HTS), y de su líder, Abu Mohamed al Golani, antiguamente aliados de Al Qaeda y de Isis, aunque ahora se esfuerzan en borrar su pasado yihadista y en demostrar tolerancia y moderación.

La Metamorfosis de Al-Golani, de sangriento líder yihadista a «tecnócrata» aceptable por Occidente. Viñeta de Hassan Bleibel (Líbano)

Con todo, hay algunas razones para un moderado optimismo. A pesar de su brutal pasado, Golani y el HTS -considerados aún como «organización terrorista» por Washington y Moscú, aunque ambos se han mostrado dispuestos a reconsiderar tal categorización- llevan años mutando del salafismo a los perfiles tecnocráticos, y le ha dado resultado. En 2014 ya pasaron a combatir al Dáesh, y en 2016 rompió con Al Qaeda, y ahora tienen más incentivos para hacerlo y legitimarse en el plano internacional. Negociaron con buena parte del ejército de Assad la rendición de Damasco, han ofrecido una amnistía a los enemigos, y -a pesar de episodios esporádicos- no han desencadenado grandes vendettas.

Siria es un complicado puzle religioso y étnico. La mayoría de sus habitantes son árabes suníes pero también hay importantes minorías de alauíes, kurdos, drusos o cristianos de varias confesiones. Los antiguos yihadistas del HTS han pasado de tratar a las minorías como «apóstatas» a exterminar, a considerarlos como «musta’min», un concepto islámico según el cual los no creyentes serán protegidos siempre que no cuestionen la primacía del islam

Al Golani ha prometido una transición de cuatro años, una nueva Constitución para crear «un marco político duradero», así como la disolución de su grupo armado, las HTS en la próxima Conferencia de Diálogo Nacional. Y parece tener la mano tendida a las otras dos principales facciones rebeldes, acérrimas enemigas entre sí: las Fuerzas Democráticas Sirias (FDS), de mayoría kurda y apoyadas por EEUU, que controlan la orilla oriental del Éufrates, y el Ejército Nacional Sirio, presente en el norte, un actor proxy de Turquía.

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EEUU, Turquía y los kurdos

Teniendo en cuenta las contradicciones entre las facciones y grupos armados dentro de Siria, la clave -por desgracia- está entre las diferentes potencias imperialistas con intereses en el país.

Las Fuerzas Democráticas Sirias (FDS)

Evidentemente el principal actor al que hay que mirar es a unos EEUU que están a pocas semanas de cambiar de presidente. Los kurdos de las Fuerzas Democráticas Sirias (FDS) han sido apoyados por Washington, pero Trump ha manifestado su intención de desentenderse de ellas, retirando a los 900 efectivos militares estadounidenses que siguen activos en la base siria de Al Tanf.

Esto dejaría a los 40.000 efectivos kurdos a los pies de los caballos de Turquía y de sus proxys, que quieren aniquilarlas, porque las consideran como un socio del Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK), bestia negra de las fuerzas de seguridad turcas desde finales de los años 80 del pasado siglo. Al Golani ha asegurado que su intención es la de incorporar a las milicias kurdas al organigrama de defensa del país, pero que no permitirá una región kurda autónoma, ni que «Siria se convierta en una plataforma de lanzamiento para los ataques del PKK». ¿Aceptarán los kurdos este trato? ¿Lo aceptará un Erdogan que ha demostrado ser un jugador con intereses propios y autonomía para lanzar sus cartas?

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Rusia, Irán e Israel

Bases rusas en Siria

La caída del régimen de Al Assad significa que Siria ya no está en la órbita de Rusia e Irán, sus principales sostenes. Pero eso no significa que la influencia de Moscú o Teherán se haya esfumado, o que el Gobierno de Salvación Nacional no vaya a intentar mantener puentes con ellas. «No nos gustaría que Rusia saliera del país de una forma que pudiera deteriorar las relaciones bilaterales», ha dicho Al Golani, añadiendo que «espero mensajes positivos de Irán».

Las raíces de Rusia en Siria son profundas, y se remontan a la Guerra Fría, cuando la URSS hizo del régimen de los Assad el instrumento principal con el que contrarrestar la hegemonía estadounidense en la zona.

Ahora Moscú intenta salvar su estratégica presencia militar en Siria, con dos importantísimas bases. «La base naval de Tartús es la única que la flota de guerra rusa tiene en el mar Mediterráneo, lo que para quien pretende ser reconocida como una potencia global resulta imprescindible, no solo para navegar por sus aguas, sino también para acceder al Atlántico y al Índico», revela Jesús A. Núñez, analista, militar retirado y columnista en eldiario.es. Y la base aérea de Hememim es fundamental para que Rusia pueda «proyectar poder hacia el Sahel africano, donde el grupo Africa Corps (antes Wagner) sirve de punta de lanza para recobrar buena parte de la influencia que la URSS tuvo en su día en la región».

¿A qué acuerdo llegará Putin con las nuevas autoridades de Siria para preservar esas dos bases? Algunos sugieren que el propio Bachar Al Assad y su familia, refugiados en Moscú, pueden ser la moneda a entregar.

Los Altos del Golán de Siria, ocupados ilegalmente por Isarel desde la Guerra de los Seis Dias de 1967. Tras la caída del régimen de Al Assad, Israel ha ocupado la zona de amortiguamiento, y ha lanzado ataques aéreos contra diversos objetivos en Siria

Por último, tenemos a Irán y a Israel, enfrascados en una espiral que amenaza con incendiar todo Oriente Medio. El régimen de los ayatolás atraviesa una larga lista de dificultades políticas, económicas y militares, y la caída del régimen de Al Assad supone para Teherán un durísimo golpe no sólo en sí mismo, sino porque les corta las vías para poder asistir a Hezbolá en Líbano.

Israel, que ocupa ilegalmente los Altos del Golán sirios desde 1967, lleva semanas lanzando numerosos ataques contra aeropuertos, defensas antiaéreas, sistema de radares, polvorines… ante los que el HTS parece hacerse el loco. Parecen preparar el terreno para que Israel termine por emplear el espacio aéreo sirio para atacar directamente a Irán.

Estos son algunos de los principales trazos del endiabladamente intrincado rompecabezas de intereses imperialistas que afronta Siria. Un panorama donde una paz más que quebradiza está amenaza, y donde las promesas de transición afrontan un panorama lleno de incertidumbre.

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