El modo de gobernar que ha desarrollado Rodríguez Zapatero al frente del Ejecutivo se apoya en una paradoja. Mientras que, por un lado, ha acentuado los rasgos presidencialistas de su mandato hasta convertir el Consejo de Ministros en un simple órgano consultivo, por otro ha venido transfiriendo la responsabilidad de las decisiones más comprometidas a los expertos o a los agentes que pueden resultar afectados por ellas. Así ocurrió, entre otras, con las reformas estatutarias, y así está volviendo a suceder ahora con ocasión del pacto social entre patronal y sindicatos
Editorial. El País SIN INICIATIVA La crisis económica que ha elevado el aro hasta cifras que rondan los cuatro millones, que puede situar el déficit público cerca del 10% y contraer el PIB en más del 3%, está revelando, además, las insuficiencias del liderazgo político en España. Desde que en agosto de 2007 -pronto hará dos años- se manifestaron los primeros signos de la que ya pasa por ser una de las mayores recesiones de la historia, los líderes y los partidos han trasmitido la impresión de que se preocupan más por encontrar los flancos electorales del adversario que por tomar la iniciativa para paliar la dura realidad que tiene enfrente el país. La campaña de las recientes elecciones europeas dio la medida de hasta qué punto unos y otros han interiorizado que la política se reduce a una lucha entre profesionales del poder, olvidando la dimensión más importante y la que la hace imprescindible: convocar la voluntad mayoritaria de los ciudadanos en torno a una estrategia dirigida a medirse con la realidad y no sólo con los restantes partidos. El modo de gobernar que ha desarrollado Rodríguez Zapatero al frente del Ejecutivo se apoya en una paradoja. Mientras que, por un lado, ha acentuado los rasgos presidencialistas de su mandato hasta convertir el Consejo de Ministros en un simple órgano consultivo, por otro ha venido transfiriendo la responsabilidad de las decisiones más comprometidas a los expertos o a los agentes que pueden resultar afectados por ellas. Así ocurrió, entre otras, con las reformas estatutarias, y así está volviendo a suceder ahora con ocasión del pacto social entre patronal y sindicatos. El papel del Gobierno no puede limitarse a instar el acuerdo, sino que está obligado a adoptar un papel activo y a presentar las líneas maestras sobre las que debe discurrir la negociación. Lo contrario equivale a eternizar las conversaciones, poniéndolas en riesgo. De paso, convierte al Gobierno en una institución subsidiaria de la patronal y los sindicatos, sólo encargada de sancionar los acuerdos que puedan alcanzar. Pero tampoco la oposición se ha mostrado dispuesta a asumir la cuota de responsabilidad que le corresponde. Frente a la crisis, el Partido Popular se ha instalado en un discurso que reposa en la predicción catastrófica y que repite como un mantra la necesidad de regresar a las políticas que aplicó desde el Gobierno. Ni la gravedad de la situación interna e internacional es comparable a la que vivía España en 1996 ni las recetas de entonces sirven ahora. Entre otras razones porque fueron esas recetas las que sentaron en gran medida las bases de las actuales dificultades y porque en estos momentos el principal problema de la economía española no es la inflación, sino la sombra de la deflación. Y también porque volver a las recetas de 1996 supondría alejar a nuestro país del consenso fraguado entre las principales economías del mundo para hacer frente a la crisis, obligándonos a una incierta travesía en solitario. EL PAÍS. 21-6-2009 Entrevista. Público "SE PREMIA A LOS CULPABLES DE LA CRISIS" Michel Chossudovsky, economista canadiense, profesor en la Universidad de Ottawa y director del Centro para la Investigación de la Globalización, se ha convertido en una de las referencias de la izquierda alternativa. En España ha publicado Globalización de la pobreza y nuevo orden mundial (Siglo XXI). Atiende a Público por teléfono desde Montreal.¿Qué le parecen las soluciones propuestas para salir de la crisis? No sirven. Las soluciones que se están proponiendo son en realidad la causa de la crisis. Se premia a los culpables.¿Por qué? Los bancos y sus operaciones especulativas explican parte de lo sucedido. Y se les está dando mucho dinero a cambio de nada. No hay una política alternativa, sino un esfuerzo para apuntalar lo que llevó al desastre.¿No había que ayudar al sector financiero? Se dice que los fondos son necesarios para restablecer la coherencia bancaria, pero es falso. Nada va a la economía real. La mayor parte del dinero público acabará en operaciones especulativas.Si es así, ¿por qué lo promueven los gobiernos, incluidos los progresistas? El problema es que son los bancos los que mandan y dictan las medidas a seguir.¿Ni siquiera Obama tiene nada que decir? Tiene un plan para regular el sector financiero… Hay mucho humo en las autollamadas políticas de regulación. Pero fíjese en el equipo de Obama: Geithner, Summers Son los mismos que materializaron la arquitectura que permitió integrar la banca comercial con la de inversión y crear el supermercado financiero que se ha descontrolado. Se llevan muy bien con los responsables del desastre.¿No exagera un poco? Estamos ante la mayor transferencia de riqueza de la historia. Son cifras diabólicas. EEUU ha dado a los bancos el equivalente al 12% de su PIB. ¡El doble que el PIB de Rusia! Esto lleva a una situación sin salida: no habrá dinero para nada más. ¿Podría proponer tres medidas económicas concretas que ayuden a salir de la crisis? Exigir el reembolso de todo el dinero otorgado a los bancos. Reducir drásticamente el gasto militar. Reorientar todo este gasto público "liberado" hacia programas de creación de empleo. ¿Podría proponer tres medidas concretas que eviten que una crisis de esta envergadura se repita en un futuro? Prohibir las operaciones meramente especulativas. Prohibir determinados productos financieros de riesgo que maximizan las ganancias precisamente cuando se hunde determinado mercado. Prohibir los ‘hedge funds’. PÚBLICO. 21-6-2009 Editorial. ABC MANDATO CONTRA ETA EL escalofriante testimonio que ayer ofreció la viuda de Eduardo Puelles al término de la multitudinaria manifestación de repulsa por el último asesinato de ETA demuestra que algo está cambiando a mejor en la respuesta social y política contra el terrorismo en el País Vasco. La valentía de su demoledor mensaje a los terroristas y la demostración de su coraje serán sin duda un revulsivo contra la cobardía de unos y el silencio cómplice de otros en una sociedad, la vasca, durante demasiado tiempo anestesiada por el nacionalismo y sojuzgada por ETA. Los criminales han aprovechado durante mucho tiempo la creencia generalizada de que su principal apoyo era el número de votos que obtenían Batasuna o sus franquicias, cuando en realidad la base que ha permitido a ETA sobrevivir a todos los golpes ha sido el silencio de la mayoría y la pasividad acomodaticia de quienes han propiciado la impunidad de los verdugos y los dividendos políticos que otros se cobraban a cuenta de la violencia. Sin embargo, las palabras desgarradoras de la viuda de Puelles están llamadas a ser un conmovedor estímulo para remover los cimientos de tantos y tantos silencios, de tanta equidistancia en la sociedad vasca cuando de implicarse activamente contra ETA se ha tratado en el pasado. También el mensaje del lendakari, Patxi López, resultó al fin nítido. Pasó la época en que el PNV, al frente del Ejecutivo de Vitoria, practicaba la ambigüedad contra ETA. Esta vez nadie tiene dudas acerca de la postura del lendakari, y de ahí la capacidad de movilización reflejada en la manifestación para condenar el cruel asesinato de Puelles. Las escenas de unidad entre los demócratas fueron sinceras y sin dobles lenguajes, como se demostró también en el funeral presidido por los Príncipes de Asturias. Muchas organizaciones cívicas que antes -por razones éticas y lógicas- no se sumaban a las manifestaciones convocadas por el Ejecutivo nacionalista lo hacen ahora con la convicción de que se trata de un dolor sincero y compartido. El último crimen de ETA ha recibido así en toda España la respuesta firme y sin rodeos de toda la gente de bien, unida bajo los principios democráticos y al margen de cualquier oportunismo partidista. Es, por supuesto,un paso adelante que demuestra la realidad del cambio que supone el pacto PSE-PP, gracias al cual gobierna el primer lendakari no nacionalista. Sin embargo, no basta con expresar sentimientos de repulsa, ni con proclamar la evidente superioridad moral del constitucionalismo frente a los asesinos. Nadie pone en duda que la dignidad de la persona está por encima del crimen organizado a través del tiro en la nuca o la bomba en el coche de un servidor del Estado. La respuesta de los ciudadanos incorpora en esta ocasión un llamamiento al Ejecutivo vasco -y, por supuesto, al Gobierno de España- para que se adopten todas las medidas jurídicas y políticas que sean precisas para acabar con ETA y sus secuaces. Lo ocurrido ayer en Bilbao fue mucho más que una sincera demostración de indignación y rabia. Incluso, mucho más que un grito en favor de la libertad amenazada o una reivindicación de los derechos más elementales. Fue un llamamiento unánime a derrotar a ETA para siempre, sin concesiones y abandonando cualquier tentación de recuperar demoledoras experiencias como la irresponsable negociación de la pasada legislatura. ABC. 21-6-2009