David Verdaguer y Amaia Salamanca

Siempre es invierno

Hablamos con David Verdaguer y Amaia Salamanca, protagonistas de la obra de Trueba, en la Seminci de Valladolid, donde cierra el festival

Esperan en una sala en la que podemos conversar brevemente por la urgencia de los ‘turnos de entrevistas’ a los que que obliga siempre el ritmo de un festival como la Seminci. El reto es que unos minutos se conviertan en quintaesencia. No estoy segura de que el resultado lo sea, queda a criterio de quien lee, pero el momento lo fue.

David Verdaguer y Amaia Salamanca son ya dos cometas de nuestro cine, con un estilo que acerca a la mayoría a un cine que pueda parecerse con su vida. Hay interpretaciones para escapar y otras para empatizar. Siempre es invierno es una parte de la vida de cualquiera convertida en sentida emoción.

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¿Cómo os llega Siempre es invierno?

David Verdaguer:

El proyecto me llega mientras estábamos haciendo la promoción de Saben Aquel. David me preguntó si conocía la novela. Le dije que sí, aunque en realidad no la había leído todavía; lo hice poco después. Me explicó que existía la posibilidad de repetir con Edmond Roche, el productor de Saben Aquel, y me preguntó si me apetecía participar. Le respondí que me encantaría. Reescribió el guion, me lo envió y enseguida me sentí dentro del proyecto. Me hizo una enorme ilusión que pensara en mí directamente para el personaje de Marta, sin necesidad de hacer prueba. Luego hablé con David Larrey, que me explicó los detalles. Volver a trabajar con él me hacía muchísima ilusión, porque es un director del que se aprende incluso solo estando cerca. Si pudiéramos absorber una mínima parte de todo lo que sabe y transmite, ya sería un privilegio. Me entusiasmaba la idea de participar en una historia como esta, tan humana y natural, que parece un trozo de vida observada desde dentro.

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La película desprende una gran naturalidad. Parece que el espectador se asoma realmente a la vida de Marta y Miguel. ¿Cómo fue el trabajo de construcción de unos personajes tan creíbles y cotidianos?

David Verdaguer:

Creo que todos aspiramos a eso cuando trabajamos: a que lo que hacemos sea real y no impostado. Siempre es invierno tiene un tono muy realista y un enorme cuidado por la parte humana. En televisión, a veces, por cuestiones de ritmo o de formato, no hay tanto espacio para esa sensibilidad. Aquí, en cambio, el guion lo permitía. El mérito es en gran parte del guion, que está muy bien escrito. Es, como decías, un fragmento de realidad: un año en la vida de un hombre que se queda paralizado porque le han roto el corazón. Y sí, los corazones están para romperse, pero también para recomponerse. El guion es la base de todo; está lleno de matices que nos ayudaron mucho a encontrar la verdad de los personajes y a evitar cualquier impostura.

También hay algo muy bello en la manera en que Trueba aborda la emoción. No se fuerza, no se subraya. Todo fluye con una naturalidad que permite al espectador tener la sensación de estar mirando a través de una ventana, observando algo que ocurre realmente. Esa es, quizá, la magia del cine cuando consigue parecer vida.

Las personas no somos impecables, y el guion lo refleja con honestidad.”

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También resulta interesante cómo se subrayan las torpezas y los fallos de los personajes. ¿Cuánto hay de verdad en esas imperfecciones?

David Verdaguer:

Durante la presentación en la Seminci

Muchísimo. Lo bonito es que David Trueba crea un antihéroe complejo. Podría haberse quedado en el cliché del “pobre hombre abandonado”, pero no. Miguel es mucho más poliédrico. Hay momentos en los que empatizas con él y otros en los que te irrita. Es un hombre que sabe que su relación con Marta está acabada, pero no se atreve a decirlo. Descubrimos incluso que ha sido infiel, así que no es un personaje perfecto. Eso me gusta: que el espectador pase del cariño a la incomodidad, del “pobrecito” al “no te soporto”. Las personas no somos impecables, y el guion lo refleja con una honestidad admirable.

Amaia Salamanca:

Sí, estoy de acuerdo. Miguel está muy bloqueado al principio, centrado en el mundo de la arquitectura y en demostrar que puede ser “alguien”. Ese bloqueo se traslada también a la relación. Creo que, cuando Marta le deja, él empieza a transformarse en una persona mejor. En cierto modo, separarse le obliga a salir de su zona de confort y a crecer. Me parece muy interesante cómo la ruptura actúa como detonante de una evolución personal. Él necesita perder algo para reencontrarse a sí mismo. Es un proceso que se percibe con mucha verdad en la película, sin artificios.

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¿Miguel se hunde cuando Marta le deja, o ya estaba hundido antes? ¿Era ella quien sostenía la relación?

David Verdaguer:

Amaia Salamanca y David Verdaguer

Hay una frase de Annie Hall que me encanta: “Las relaciones son como los tiburones; si dejan de avanzar, mueren”. Y aquí tenemos, precisamente, un tiburón muerto entre las manos. Se querían, pero a veces quererse no basta. Si con eso fuera suficiente, todos seguiríamos con nuestro primer amor. Es tan importante el quién como el cómo y el cuándo. Marta y Miguel estaban en lugares distintos. La ruptura, aunque dolorosa, actúa como detonante para que él despierte, aunque le cuesta reaccionar. Es una relación que se había quedado en bucle, mantenida por costumbre, por cariño, pero sin movimiento. Y cuando eso ocurre, la ruptura puede ser también una forma de liberación.

A veces, en la vida, el amor no se acaba porque falte amor, sino porque ya no se puede seguir creciendo juntos. Eso es lo que les sucede a ellos. Y, como ocurre en muchas historias, la crisis acaba siendo un trampolín, una oportunidad para recomponerse. Aunque, eso sí, Miguel tarda bastante en reaccionar; se queda, como decimos, “pilluli” durante mucho tiempo.

A veces quererse no basta; el amor también necesita movimiento.”

Amaia Salamanca:

Estoy completamente de acuerdo. Es una relación que ya estaba estancada, aunque ninguno de los dos quisiera reconocerlo. Marta toma la decisión que él no se atreve a tomar, y al hacerlo lo empuja, sin saberlo, hacia una evolución necesaria. La ruptura es dolorosa, pero también liberadora. Al final, ambos crecen, cada uno a su manera.

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En la película también se menciona lo difícil que es vivir del arte en este país. ¿Es realmente tan complicado?

Amaia Salamanca:

El elenco de la película

Creo que somos muy afortunados. Hemos podido ir enlazando proyectos, aunque haya épocas con menos trabajo. En mi caso, incluso con tres embarazos y parones largos, he tenido suerte. Pero no todos los actores pueden decir lo mismo. Hay muchos compañeros que tienen que compaginar esta profesión con otros trabajos, y eso demuestra lo difícil que es vivir del arte. No todos pueden dedicarse exclusivamente a su vocación. Es una profesión preciosa, pero también muy dura, porque la estabilidad no existe.

Hay momentos de abundancia y otros de silencio absoluto, y es ahí donde se mide la verdadera resistencia del artista. Creo que los que seguimos aquí lo hacemos porque no podríamos hacer otra cosa. Es una cuestión de vocación, no de comodidad.

David Verdaguer:

Totalmente. Es un oficio de extremos: o tienes hambre o tienes sueño. A veces lo tienes todo de golpe, y otras no tienes nada. Como dice Amaia, somos privilegiados, pero también conscientes de la fragilidad del oficio. Lo complicado es seguir sintiéndose actor cuando no estás trabajando. Este es un trabajo vocacional, y cuando tu profesión se mezcla con lo que eres, la falta de proyectos puede desestabilizarte.

Vivir del arte no es fácil, pero tampoco sabríamos hacer otra cosa.”

Yo agradezco haber empezado desde abajo, haciendo teatro, montando una compañía, cargando furgonetas, actuando para siete personas. Eso te enseña a valorar el oficio y al equipo. Nadie hace nada solo. Y, sobre todo, te recuerda que hay que agradecer cada oportunidad. Cuando sabes de dónde vienes, aprecias mucho más el presente. Y, aunque haya épocas duras, también es importante disfrutar de la buena racha mientras dure, aprovechar la ola, como decimos.

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David, en la rueda de prensa hablasteis de cómo la película transgrede las relaciones convencionales marcadas por la edad. ¿Cómo ves este tema, especialmente en relación con las actrices mayores de 50 años, a menudo invisibilizadas?

David Verdaguer:

Sería Amaia quien podría contarlo mejor, pero creo que, por suerte, cada vez hay más directoras y guionistas creando personajes femeninos interesantes y complejos, más allá de “la novia de” o “la amiga de”. Aun así, envejecer en esta profesión es duro para todos, pero más para las actrices. Necesitamos más historias que hablen de mujeres adultas desde la verdad, sin reducirlas a estereotipos.

Una escena del rodaje

Si para un actor hacerse mayor ya es un desafío, para una actriz lo es el doble. Es una cuestión estructural que todavía necesitamos cambiar.

Amaia Salamanca:

A mí me encanta que este guion, escrito por Trueba, sea un ejemplo de sensibilidad hacia un personaje femenino maduro. Si no supieras quién lo escribió, podrías pensar que es obra de una mujer. Habla de la soledad, del pudor, del deseo, con mucha verdad. Es un retrato profundamente humano.

Es cierto que se están haciendo cosas más interesantes para nosotras, gracias a la incorporación de más mujeres en los procesos creativos. Pero todavía queda camino. Seguimos muy expuestas a la apariencia, a la presión de las redes sociales, a esa necesidad de “mantenerse bien” incluso cuando los años avanzan.

Yo estoy a punto de cumplir cuarenta y me cuestiono muchas cosas. He interpretado sobre todo papeles románticos, y me pregunto: ¿qué viene después? ¿Seguiré siendo deseable en pantalla? Si con cuarenta ya me hago esas preguntas, imagina con cincuenta. Es un proceso difícil de gestionar, aunque tengo esperanza: las historias potentes están por llegar, y sé que lo harán gracias a que cada vez hay más mujeres participando en la creación de esos relatos.

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David, me llamó la atención la aportación de tu hija Lupe al guion, esa reflexión sobre el tiempo.

David Verdaguer:

Lou Guerrero con los protagonistas

Sí, fue precioso. Mi hija tiene un reloj de arena de tres minutos para lavarse los dientes. Un día le conté la película, y me dijo: “Cuando algo se acaba, empieza otra cosa al mismo tiempo”. Me pareció una idea muy profunda, casi filosófica. Se lo conté a Trueba y lo incluyó en el guion. Los niños tienen esa capacidad de conectar con lo esencial.

A veces, cuando le pregunto algo, me devuelve las preguntas más simples y más sabias: “¿Te apetece? ¿Te hará feliz?”. Es maravilloso ver cómo ellos lo reducen todo a lo importante. Con ella hablo mucho. Me cuenta su día, yo le cuento el mío, y aunque a veces sus historias se alargan, me encanta escucharla. Espero que, cuando sea adolescente, siga teniendo esa confianza para contarme cosas, aunque sean más complicadas. Es un aprendizaje mutuo.

Los niños te recuerdan lo esencial: elegir lo que te hace feliz.”

Amaia Salamanca:

A mí me pasa igual. Hace poco tenía que elegir entre dos proyectos y mi hijo, después de escucharme dudar, me dijo: “Mamá, ¿con cuál serías más feliz?”. Y tenía razón. A veces olvidamos que esa es la pregunta esencial. Los niños tienen una lucidez que los adultos vamos perdiendo, quizá por miedo o por costumbre. Es bonito que te recuerden lo importante.

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Para terminar, ¿habéis podido ver algo en el festival?

Amaia Salamanca:

Muy poco, la verdad. Llegamos justo para el festival: el fotocall, entrevistas todo el día, apenas hemos tenido tiempo para nada. Pero vamos a ver la película de clausura junto a todo el equipo. Es un momento muy especial.

David Verdaguer:

Los festivales son maravillosos. Ver a la gente con tanta pasión, comprando entradas, llenando las salas, es emocionante. En Donosti sí pudimos escaparnos un rato, pero aquí ha sido imposible. De todos modos, solo poder estar aquí ya es un regalo. Es una celebración del cine, y formar parte de ella siempre reconforta.

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