Luc Montagnier viene reconociendo desde el principio, hace ahora casi veinte años, que el virus no es suficiente para explicar la enfermedad.
Una opinión que no cambió ni al recibir el premio Nobel en 2008. Cuatro días después, a la pregunta de «¿Qué personas tienen más riesgo de desarrollar el sida?» contestó: «El virus actúa en aquellos organismos que presentan ya una situación degradada, por el consumo de drogas o por una vida complicada, con abuso de alcohol, o escasa atención a la alimentación. Algunas personas sanas pueden ser infectadas por el virus durante un breve periodo, pero pueden desembarazarse de él enseguida. La moraleja de todo esto es que hay que llevar una vida responsable, y evitar otras infecciones». (El País, 12 de octubre de 2008).
En el Congreso de la Federación Esañola de Sociedades de Nutrición, Alimentación y Dietética (FESNAD) el premio Nobel defendió que es más fácil encontrar un tratamiento que cure el SIDA antes que uno que prevenga la infección (vacuna). Sin embargo, el objeto de la conferencia de Montagnier fueron los efectos patológicos del estrés oxidativo y los beneficios de tomar antioxidantes. Según él, los radicales libres —moléculas de oxígeno muy reactivas que dañan las estructuras celulares— están detrás de muchas enfermedades, como el cáncer y las enfermedades neurodegenerativas, y además debilitan al sistema inmunitario. Ya en los 90 el Dr. Montagnier formuló la «hipótesis de los co-factores: puesto que el VIH no puede por sí solo matar célula alguna, hace falta que exista otro factor que actúe al mismo tiempo sobre la misma célula». Tras una década de infructuosa búsqueda de micoplasmas y otros microorganismos colaboradores del VIH llegó a la conclusión de que llevar una vida sana y tomar antioxidantes era lo principal. Los antirretrovirales debían ser tomados sólo durante unos pocos meses. En 2008 llegó a afirmar que el » VIH sólo es un problema grave si el sistema inmune está deprimido» (Discovery Salud nº 102, febrero 2008). Y dos años después, cuando se está avanzando en el conocimiento de cómo un porcentaje de «seropositivos» nunca desarrollan la enfermedad ni precisan tratamiento farmacológico debido a su mejor sistema inmunitario, Montagnier refuerza su apuesta por potenciar éste mediante tratamientos complementarios. O sea, suplementos antioxidantes que neutralizan los radicales libres. Por este tipo de aseveraciones, Montagnier fue acusado por su contraparte norteamericano, Robert Gallo, quien usurpó el material enviado por el Instituto Pasteur para otorgarse el descubrimiento del virus HIV a principios de los años ochenta, de dar gasolina a los «disidentes» de la versión oficial sobre el SIDA, la corriente científica que afirma que la causa de la enfermedad no es el virus sino la toxicidad de los estresantes inmunitarios (drogas, infecciones, malnutrición, proteinas adulteradas en las transfusiones…). Esta, que era la visión dominante entre los científicos en la década de los ochenta, fue sin más apartada y enterrada. El enfoque SIDA desde los tests patentados por el propio Gallo el día siguiente de la rueda de prensa donde declaró la relación causal entre HIV y SIDA, y los antirretrovirales, han pasado a ser asunto de estado y cuestión de «seguridad nacional» (Bill Clinton). El pacto entre Chirac y Reagan para repartirse las plusvalías que iba a producir este enfoque encerró en el baúl de lo que podía haber sido y nunca fue la posibilidad de que los científicos franceses encabezaran otra línea de abordaje y enfoque de la terrible enfermedad diferente a la norteamericana. Lo que es obvio es que la tenían. En los 90 el Dr. Montagnier formuló la «hipótesis de los co-factores: puesto que el VIH no puede por sí solo matar célula alguna, hace falta que exista otro factor que actúe al mismo tiempo sobre la misma célula». Tras una década de infructuosa búsqueda de micoplasmas y otros microorganismos colaboradores del VIH llegó a la conclusión de que llevar una vida sana y tomar antioxidantes era lo principal. Los antirretrovirales debían ser tomados sólo durante unos pocos meses. Llegó a afirmar que el » VIH sólo es un problema grave si el sistema inmune está deprimido» (Discovery Salud nº 102, febrero 2008).